Nadie deja de existir si alguien cuenta su historia. Esa podría ser la frase que mejor resume Waterloo (Sala Russafa, del 4 al 14 de mayo), monólogo interpretado por Carles Alberola, que también firma el texto junto a Pasqual Alapont. La producción de Albena Teatre abre «una caja de cartón llena de fotos antiguas y la infancia nos viene a la memoria como un trago. La foto es del 7 de abril de 1974, la instantánea de una familia feliz, como cualquier otra. Los correteos de los niños por el huerto y por la balsa, el descubrimiento del amor y las primeras calabazas». Hablamos con Alberola de la obra, de los recuerdos y del humor.

La familia, los recuerdos, la nostalgia… a pesar de ser materia prima muy personal acaban alcanzando una categoría universal, sobre todo en la comedia, provocando que mucha gente se acabe reconociendo. ¿Por qué tienen ese poder cómico?

Hablar de un núcleo familiar concreto nos permite conectar con las vivencias de cada uno de los espectadores más allá de las anécdotas o de las peripecias que plantea la obra. La distancia en el tiempo, el recuerdo manipulado y en ocasiones edulcorado es el que nos permite revivir de manera cómica o humorística hechos que tal vez no lo fueron.

¿Cuál es tu primer recuerdo de algo que te hizo reír?

Recuerdo las noches de verano, sentado en la puerta de casa, escuchando a las mujeres de mi familia y a las vecinas contando historias de su día a día. Yo tendría 5 ó 6 años y creo que era invisible entre tanta gente adulta. Pero recuerdo reír muchísimo.

Y ahora, ¿qué cosas te hacen gracia?

Aquellas historias que me sorprenden y que encierran una cierta ironia sobre la realidad que cuentan.

¿Cuándo te diste cuenta que tenías una relación especial con la comedia desde el punto de vista creativo?

Estudiando en la ESAD empecé a ver qué tenía una cierta capacidad para hacer reír a los demás.

Si hablamos de comedia en España, ¿de quién te encuentras más cercano?

Gonzalo Suárez.

¿Y a nivel internacional?

Neil Simon, Woody Allen, Billy Wilder,…

«Waterloo», como muchas de tus obras, tiene también cierta patina dramática. ¿Cómo conseguís que tenga la dosis adecuada para emocionar, pero dejando que sea la comedia la que se acabe «imponiendo»?

Tanto para Pasqual como para mí, la comedia y la tragedia van de la mano, cohabitan en cada situación dramática. Nosotros siempre partimos de alguna premisa trágica o dolorosa y sabemos que la mirada de los personajes y del narrador hará que aquellos hechos finalmente provoquen la risa o sonrisa en el espectador. No creo que sea algo que escojamos, aparece de forma natural.

¿En qué condiciona que, además, de escribir comedia la interpretes en ocasiones?

Al ser actor y director, ya desde la escritura existe una idea de la puesta en escena. No le veo ningún inconveniente, al contrario.

¿Qué te interesa de reflexionar sobre el paso del tiempo, sobre los sueños no cumplidos,…?

En la vida todo sucede muy rápido y creo que vale la pena aprovechar el tiempo para hacer realidad aquello que soñamos.

¿Crees que se podría hablar de humor valenciano?

Nunca he sabido que significa humor valenciano.

¿Cómo definirías «Waterloo» desde el punto de vista de la comedia?

Creo que «Waterloo» es una comedia sobre la memoria, sobre la necesidad de dar vida a los que ya no están a través de la rememoración de los hechos que de ellos conocemos.