Hay veces que el título de una exposición regala el titular. Ocurre con Carlos Berlanga, único y poliédrico (Galería del Tossal, hasta el 9 de enero). Dos adjetivos que no solo se ajustan a la perfección al polifacético protagonista, sino al propio contenido de la muestra.
Colorista, pop a su manera, elegante hasta en la abstracción. Bodegones, mujeres, retratos, viñetas, dibujos, portadas de discos… conviven como si fueran una parte de un todo que se solidifica en la galería de instantáneas del final, donde Carlos Berlanga se muestra en toda su extensión, sin renunciar en ningún momento a la exquisitez, el humor o la estética.
Pablo Sycet comisaría este recorrido por su obra gráfica que permite seguir viajando alrededor de la vida y obra de Carlos Berlanga casi veinte años después de su fallecimiento. Todo se puede hacer bien que cantaba él. La exposición ha sido programada dentro de las celebraciones del Año Berlanga, por el centenario del nacimiento de su padre, el cineasta Luis García Berlanga. Se ha editado, además, un catálogo de la muestra, que se puede solicitar gratuitamente en la propia galería.
¿Qué aporta esta nueva exposición a la que se hizo en 2009 dentro de la programación de la Mostra, Viaje alrededor de Carlos Berlanga, y que también comisariaste?
Pablo Sycet: Aporta la novedad de todas las obras que no estuvieron presentes entonces por no abusar de mi papel como seleccionador del material que manejé en 2009, después de unas intensas labores de campo que me permitieron descubrir muchas más obras de Carlos de cuantas pude imaginar. Esto me empujó a sacrificar y dejar sin catalogar y sin exponer algunas de su familia, que luego les he comprado o me han donado, y otras de mi propiedad que, por esta razón, pueden verse ahora por vez primera. Y en este sentido ambas exposiciones se complementan.
La exposición reivindica la faceta ilustradora /pictórica de Berlanga. ¿Por qué crees que ocupó un segundo plano en su carrera artística?
Sin duda porque la inmediatez y facilidad de la música para seducir a distintos públicos es impensable en el mundo de las artes plásticas, Y la fama del músico dejó en sombras la carrera del pintor. Y a eso también hay que añadir lo poco que la timidez de Carlos ayudaba: para defender sus canciones tenía a Alaska, pero para dar la cara por sus pinturas y dibujos sólo se tenía a sí mismo, y esa circunstancia le pesaba. Pero, sin embargo, yo le organicé en 1982 su primera individual en la galería Palace, de Granada, y por ella fue galardonado con el premio Ícaro de aquel año.
Hablando de segundos planos, muchas veces cuando se habla de Carlos Berlanga se tiende a hacer referencia a esa «querencia» suya por estar fuera de foco, dejando que otras personas (Alaska, por ejemplo) asumieran el protagonismo. ¿En qué medida pudo estar influido por haber crecido con la sombra presente de su padre?
No creo que fuera un síndrome derivado de ser hijo de una estrella, sino de una timidez enfermiza que era más acuciante en los años de adolescencia y formación. Antes bien, creo que el ejemplo de su padre, por cercano, debió ayudarle a comprender las reglas del juego y, tal vez por eso, decidió dejar que Alaska ocupará el lugar bajo los focos para él dirigir desde las sombras, junto a Nacho (Canut), qué era lo que habia que transmitir al público.
¿Se puede establecer alguna conexión entre sus creaciones en el campo de las artes plásticas y su composición de canciones, teniendo en cuenta que comparten algunos rasgos como la elegancia, la ironía, la belleza…?
Por supuesto que hay una relación directa entre los distintos campos de la creación por los que Carlos decidió aventurarse, y creo que está al alcance de cualquiera que se sumerja en el universo berlanguiano establecer conexiones en sus trabajos en una u otras disciplinas: su ironía y sentido estético, su gusto por mezclar lo más chic con lo callejero está tan presente en sus canciones como en sus pinturas o en sus cómics.
Precisamente dos de esas características que menciono en la pregunta anterior, la elegancia y la ironía, están muy presentes en la exposición. ¿Eran simples extrapolaciones de cómo era él?
Eran mucho más que simples extrapolaciones: era pura esencia berlanguiana, lo que trasminara su personalidad a pesar de que en el plano físico, por ejemplo, la elegancia natural de su figura no lo eximiera de tener complejos que resultan muy difíciles de entender vistos desde fuera y obliga a preguntarse cómo alguien tan guapo y con su porte podía tener complejos hasta de patoso. Pero así era…
En el catálogo de la exposición Viaje alrededor de Carlos Berlanga escribiste que los formatos de sus pinturas casi nunca sobrepasan las dimensiones de su abrazo.
Digamos que en esa expresión que usé entonces hay un componente meramente físico, derivado de la incomodidad de pintar y manejar unos formatos mayores, además de su convencimiento de que todo lo que necesitaba expresar cabía en un folio, si se trataba de una canción, o en un formato de lienzo que fuera manejable, si hablamos de pintura. Y obviamente, usar el símil del abrazo tenia una clara alusión sentimental y hasta doméstica.
Muchas de las obras expuestas no tienen título. ¿Hay alguna razón por las que Berlanga no les ponía?
Fundamentalmente porque eran obras resueltas sin voluntad de trascender, porque Carlos dibujaba compulsivamente, mientras merendaba o charlábamos en el taller, y algunas de esas obras las dejaba sobre la mesa tal si fueran consecuencias directas de su visita. Menos mal que solía dejarlas ya formadas, aunque sin título.
En la exposición hay una obra, Una dama a cuatro manos, realizada conjuntamente entre Carlos y su padre.
Justo es la obra que abre la secuencia cronológica de la exposición, tras las grandes iniciales CB que formé con los pequeños formatos, porque debió ser una invitación del padre para que el hijo se animará a pintar, dadas sus facultades naturales. Y tal vez ahí está la clave de que finalmente conste como una obra de colaboración, pero inacabada. Y fue una inesperada donación de la familia, muy emocionante para mí…
Carlos Berlanga, como se puede ver en la muestra, conseguía adaptar a su realidad todas las influencias externas que tenía, y en lugar de hacer meras copias de los originales, conseguía una mezcla de cosmopolitismo castizo. ¿Lo hacía conscientemente?
Quiero pensar que era un juego ambiguo, entre lo inconsciente y lo deliberado, porque aunque también era admirador de Elmyr D’Hory y sus recreaciones de obras de artistas consagrados, creo que Carlos nunca habria sabido, ni querido, renunciar a su impronta personal. Y para él debía ser un juego intelectual, y formal, esas mezcolanzas de las que también hacia uso en sus letras, cuando incorporaba giros populares o refranes en algunas de trabajada elaboración, como aquel «una y no más, Santo Tomás» en «Cómo pudiste hacerme esto a mí».
Dice Rafa Cervera en el catálogo de la exposición que «se convirtió a sí mismo en tragedia».¿Cuánto había de insatisfacción en la obra (puede, incluso, que como extensión de su vida) de Carlos Berlanga?
Insatisfacción, y de ahí su deriva final, pero también una inadaptación natural al medio: era demasiado alto, guapo y talentoso para lo que tenía alrededor, y eso puede pasar factura si no se manejan bien los hilos de la vida; pero también porque todo lo que hacía Carlos no le costaba ningún esfuerzo, porque estaba naturalmente dotado para escribir, pintar o componer, y creo que esa facilidad fue también causa de su tragedia, como apunta Cervera.
En la muestra se incluyen dos portadas para sendos discos de Alaska y Dinarama que hicistéis juntos. ¿Cómo recuerdas aquellos trabajos?
Me habían encargado la solución gráfica de Fan fatal y, al igual que hice en Diez incorporando la viñeta con ellos tres, pensé que también en aquel nuevo empeño era de obligado cumplimiento contar con Carlos, y por eso hicimos y ahora se exponen esos dos collages como propuestas que quedaron inéditas: una resuelta por Carlos a solas, mientras yo lo contemplaba, y otra que elaboramos a cuatros manos a continuación por darnos ese gusto.
De igual modo también fue trabajo conjunto el recortar letra por letra todas las que componían el nombre del grupo y los títulos de todas las canciones, para evitar usar tal cual la tipografía que ya existia y podía encontrarse en los catálogos de Letraset, que era la forma de trabajar por entonces.