Peace Off (Se acabó la paz) es el título de la nueva exposición de Escif, que se puede visitar en el Amuseum of Contemporary Art de Munich. Una reflexión poética con la que el artista deconstruye las diferentes fases del ciclo de la guerra. La muestra es una compilación de dibujos recientes, instalaciones y algunas ideas con varias capas de ironía.

“Hay una línea muy fina que permite relacionar la camiseta que compras por tres euros en unos grandes almacenes de París con la devastación de un poblado indígena en mitad de la cuenca de Rio Negro, en Chile. Una línea, recorrida por púas de tres centímetros, que separa la vida de miles de personas forzadas a saltar la valla de Melilla a cambio de un mínimo de esperanza», explica el artista valenciano. «La misma línea que recorre un misil en Alepo hasta alcanzar el mercado donde esa misma mañana se vendían verduras y pescado. Línea del mar bajo la que se ahogan los cuerpos de aquellos que intentan cruzar el Mediterráneo huyendo de una guerra que no les pertenece. Esa línea imaginaria que reúne en un estante del supermercado frutas, ya no tan exóticas, provenientes de países que nunca conocerás».

La exposición, que se podrá visitar hasta el 24 de junio del año que viene, reflexiona sobre como «la globalización nos permite retar la lógica del tiempo y del espacio posibilitando que casi cualquier cosa pueda ser consumida en casi cualquier punto del planeta. Esta aparente libertad solo esconde la imperiosa necesidad de crecimiento perpetuo de un sistema liberal y capitalista. Hemos dejado de ser personas. Somos una civilización de consumidores y consumidos”.

«Haciendo un ejercicio de memoria, recuerdo mi infancia como un momento de prosperidad. Tenía todas mis necesidades cubiertas. No tenía muchas cosas. No necesitaba muchas cosas», continúa explicando Escif. «Recuerdo con especial cariño una situación que se daba con regularidad. Algunos domingos, como gesto de festividad, mi padre compraba en el horno un trocito de pastel de manzana. No era muy grande y el lo repartía entre todos, pero para mí era más que suficiente. El pastel de manzana del horno que había cerca de mi casa era algo extraordinario, extravagante y exótico, pues solo se podía comprar los domingos».

El artista compara aquel recuerdo con la situación actual, «cuarenta años más tarde, puedo llamar por teléfono cualquier día y casi a cualquier hora y conseguir que me traigan a casa un pastel de manzana. También puedo conseguir papayas, aguacates y mangos en el supermercado. Frutas que durante mi infancia jamás escuché nombrar. La globalización ha hecho esto posible, sorteando los limites impuestos por la geografía y los ciclos de la naturaleza. Haciendo un ejercicio de memoria, recuerdo mi infancia como un momento de prosperidad. Hoy , cuarenta años más tarde, tengo más recursos, pero también más necesidades. Puedo conseguir papayas, aguacates y mangos y comer tarta cada día. Pero esto no saciará mi ansiedad. No es algo extraordinario. Nada especial. La globalización ha hecho esto posible».