Foto: Brava.

Al fondo a la derecha. En unas vitrinas pegadas a la pared. Allí están. Son los cuadernos de trabajo de Jaime Hayon (Madrid, 1974). El lugar donde moran sus sueños creativos. Apenas se vislumbra unas páginas. Suficientes. Suficientes para entender que todo lo que habita esa y las demás salas de la exposición Jaime Hayon: InfinitaMente (Centre del Carme, hasta el 16 de abril de 2023, dentro del programa oficial de World Design Capital València 2022) no es fruto de la casualidad, del capricho o de la inspiración espontánea.

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La muestra es la primera retrospectiva de gran formato que se hace en España de la obra del que fuera Premio Nacional de Diseño en 2021, y que tiene su base creativa en València. La exposición no solo reúne sus trabajos, sino que se detiene también en los procesos, en su ejecución, en los materiales, en cómo son por dentro, en qué los inspiró. Y ese contexto acaba siendo tan interesante como su resultado final.

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En Hayon no hay barreras. Ni de profesión, ni de estilos, ni de formatos, ni de etiquetas, lo importante es la obra. Todo acaba teniendo la misma importancia (e interés) independientemente de si el trabajo final tiene una funcionalidad práctica o no, no importa, como tampoco establecer si su autor es más diseñador o artista.

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La exposición es como un TAC a la trayectoria de Hayon. A lo más cosmopolita y a lo más cercano. A su obra escultórica o a su mobiliario. A sus grandes tapices o a sus piezas más artesanales. A su gabinete de curiosidades y a su vertiente más artística. Al color y al humor. A su representación figurativa y a realidades más palpables como el circo. A piezas únicas y a las fabricadas en mayor cantidad. A todos los formatos.

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Hayon es un universo en sí mismo, que se nutre del que todos compartimos para recrear un mundo paralelo. Un lugar donde las formas o los objetos no conocen estereotipos y en el que la calidez humana abraza cada una de las piezas. Sea un perchero con un mono en la base y plátanos en los que colgar las cosas o una estampa familiar con una pareja y una criatura con una suerte de antenas redondas en la cabeza en brazos de su madre. Consigue que la cotidianeidad asuma lo disruptivo y pase a formar parte de ella sin ninguna ruptura. Pues eso, de otro planeta.

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