¡La alta costura ha muerto, viva el prêt-à-porter! El grito que daba al traste con la costura a medida bajo los paradigmas de la nueva clienta, dando paso a la supuesta “democratización de la moda”, no fue gritado en plena calle como otras consignas ideológicas. La costura a medida languideció con el ritmo de los años cincuenta y posteriores, por la necesidad de una vestimenta aderezada con otros códigos: libertad de pensamiento que exigía una libertad de movimiento que los viejos mundos burgueses del patronaje y la costura no podían abastecer. El sarampión provocó el cierre de casas de modistas y talleres, no contemplando la posibilidad de cambio, otros mudaron la piel hacia una industrialización de la moda, “todos iguales, todos diferentes”. Mayor producción a menor coste y posibilidad de renovación continua, ¿os suena?
Pero no hay que olvidar que dentro del amplio espectro de la costura a medida coexistían los escenarios más variopintos: desde los grandes salones a las modistas que trabajaban en casa y que cosían para todos los estratos sociales, porque hacerse un único vestido o una chaqueta, era paradigma de fiesta, celebración, viaje (exilio también), y porque esas confecciones se pagaban y se hacían para que duraran toda una vida.
Yolanda Domínguez (Madrid, 1977) presentó en el PhotOn Festival 2019 (que celebró su novena edición bajo el lema Agitadoras de conciencias) su proyecto Little Black Dress: vistiendo y fotografiando con un mismo vestido negro de la talla 38, adquirido en una tienda de fast fashion, a mujeres de diferentes tallas, razas y edades. El mismo vestido frente a una diversidad de cuerpos, se encoge o se estira, y así, esa prenda supuestamente considerada por el establishment de la moda como fondo de armario necesario que-toda-mujer-debe-tener, se convierte en un revulsivo: el cuerpo toma protagonismo, la actitud se impone, y la prenda pasa a ser un accidente que ni importa, ni acompaña. La muestra reflexiona sobre el alterado sistema de tallaje actual (“Talla = medida estandard sobre la cual se reproducen las prendas seriadas”, Diccionario de la Moda de Margarita Rivière), la perversión de las expresiones del tipo “tallas grandes” o “pequeñas” (acaso no son solo medidas), y reanima un debate actual que se está produciendo con connotaciones más largas que un tirante: el mercado de la moda debe cambiar porque la ropa “de un solo uso” presenta más aristas sangrantes que un poliedro.
Es difícil que volvamos a una confección a medida tal y como entendían nuestros antepasados, pero sí a una confección más consciente que nos proporcione prendas útiles que subrayen y nos acompañen en trechos de nuestras vidas. Aunque las revoluciones en moda pintan ahora más lentas. “No necesitamos más objetos, necesitamos experiencias que conecten a las persona”, afirma la propia fotógrafa, y nos acogemos a esa idea también, simplificar el sistema de la moda (menos en sus tallas) para que aflore su riqueza.
La exposición Little Black Dress, de la fotógrafa Yolanda Domínguez, se puede ver hasta 9 de junio en el Claustro del Centro Cultural La Nau.