Descubrimos a Sandra Sasera en la obra de teatro Para que no te me olvides. Entonces, su hipnótica interpretación y su arrolladora presencia nos cautivaron. Cuando un tiempo después nos encontramos ante el anuncio de la exposición de una fotógrafa con su nombre y apellido, los filamentos cerebrales echaron chispas. Efectivamente, se trataba de la misma persona. Multidisciplinar y con la misma capacidad para emocionar en uno u otro campo artístico. The Unknown es el título de la muestra. Se puede visitar hasta el 28 de febrero, en la escuela Espai d’Art Fotogràfic (antes estuvo en La Nau). Y en ella, Sandra nos ofrece retazos incompletos de la vida de unas cuantas personas de Nueva York, que invitan a ser reconstruidas.
La exposición surge a raíz del trabajo elaborado en el Máster en Fotografía de la escuela Espai d’Art Fotogràfic de Valencia, en el que teníais que desarrollar un proyecto cuya temática era “Nueva York: un estado de ánimo”. ¿Todos los alumnos del Máster fuisteis a NY?
Sí, todos fuimos a Nueva York. Cuando comienzas a hacer el Máster ya sabes cuál es el destino y también las fechas en las que se realizará el proyecto. Por mi parte, como venía de un curso anterior pude optar a una beca compartida con otro compañero. La verdad es que por ahí es una suerte porque te ayuda económicamente a afrontar el viaje. En cuanto al desarrollo del proyecto creo que la primera complicación con la que te encuentras es el tiempo. Sólo cuentas con quince días y tienes que comprimir ahí todo el trabajo de un año. En mi caso, al llegar a nueva York me obligué a dejar de lado la visión del turista impresionado por un paisaje nuevo y enorme. Traté de ceñirme a la idea del proyecto y nada más. El día a día era complicado porque madrugabas mucho, callejeabas, buscabas, volvías a buscar, fotografiabas y finalmente desechabas muchas imágenes cuando llegabas a casa. En ese sentido, Nicolás Llorens, director de la escuela y Philipp Scholz Rittermann, fotógrafo, fueron una gran ayuda y una guía en la realización del proyecto.
Un jurado formado por expertos premió tu trabajo con una publicación monográfica y la exposición. ¿Cómo recibiste la noticia?
Ese instante es muy mágico porque no te dicen nada previamente, así que vas a ciegas, y un día recibes la llamada de Nicolás para decirte que ya está todo listo y que hay que acudir a la escuela para recibir las críticas de los proyectos y escuchar el veredicto. Eso ya pone nerviosa, sobre todo cuando el jurado está compuesto por gente a la que admiras como Francesc Vera, Romà de la Calle y Tomás Llorens. A mí me tocó la última y la verdad es que la espera era increíble. Intentas quedarte con todo lo que escuchas, ignorar que hay un premio al final y tratar de aprender de lo que te están contando, pero es muy complicado. Oír el nombre de tu proyecto al final, que han premiado tu trabajo es algo que no se puede describir.
Nosotros te conocíamos hasta ahora por tu faceta como actriz. Háblanos de tu interés por la fotografía.
Mi interés por la fotografía nace en mis últimos dos años de la carrera, Comunicación Audiovisual. Ahí conozco a la primera persona que vive e imparte con pasión la fotografía y que consigue transmitírmela, Vicente Peñafort. A partir de ahí, decido continuar con la fotografía y entonces aparece Espai d’Art Fotogràfic. Los horarios me permitían seguir con mi trabajo y con la compañía de danza en la que me encontraba en ese momento, así que todo era redondo.
¿Crees que ambas facetas (fotografía e interpretación) se retroalimentan?
Sin duda. La interpretación es algo muy nuevo para mí. Realmente yo estoy formada en danza y la interpretación es algo que me ha llegado casi sin darme cuenta. La entrada en Lupa Teatre, donde trabajo como actriz y bailaora, dependiendo del montaje, se produce en un momento importante para mí y me abre un camino de posibilidades. En este terreno estoy dentro de la escena y cuando fotografío estoy fuera, detrás. Es curioso cómo pueden llegar a apasionarte esos dos lugares tan opuestos. Al final, la fotografía, al igual que el teatro, te permite crear un espacio, unos personajes, te permite inventar y dar al espectador aquello que quieres que reciban. Ese juego sin límites y ese puzzle de posibilidades puedo encontrarlo en los dos terrenos y eso es lo que me atrapa.
Hablando de la exposición, las fotos parecen reflejar el resultado de situaciones que habrían ocurrido unos diez minutos antes. Como si, intencionadamente, se dejara al espectador que jugara con su imaginación para reconstruir lo ocurrido.
Ja, ja, ja. Sí, The Unknown es totalmente intencionado. Al ser un proyecto de ficción, de vidas incompletas, se invita al espectador a que rellene esas parcelas de información que se quedan vacías y que se resumen como huecos en blanco. El proyecto muestra un conjunto de seis vidas. Cada vida se compone de un “puzzle” de nueve piezas. Yo sólo doy información de cinco de esas nueve piezas, entre las que aparece el retrato de cada personaje acompañado de instantes, situaciones o lugares que yo imagino para ese personaje. Los otros huecos en blanco, la últimas cuatro piezas, son información que puede ser rellenada por el espectador, si así lo desea. Cada vida no tiene un significado concreto, ni yo misma lo tengo. Es ese juego abierto entre el espectador y yo, el que hace que esa historia cobre sentido, que el proyecto en sí, cobre sentido.
Tus fotos retratan una Nueva York bastante alejada de lo que suele ser habitual. ¿Tenías claro que eso es lo que querías reflejar o te lo fuiste encontrando a medida que ibas por sus calles?
El año preparando el proyecto hizo que yo tuviera claro, antes de llegar al escenario (Nueva York), que quería que mis imágenes mostraran aspectos cotidianos de la ciudad. Esto haría que mis personajes fueran más reales o más creíbles ante el espectador. Buscaba un N.Y del día a día. Pero no sabía exactamente qué instantes, objetos o situaciones iba a mostrar. Muchas veces los encontraba y otras veces, pensando en alguno de mis retratos, lo que me encontraba lo acompañaba a la perfección. Todo fue muy fluido.
También optas por no mostrar ningún rostro humano.
Una de las cosas que más me preocupaban al llegar era no saber qué tipo de retrato quería. Nunca me ha costado trabajar con la gente, ni he tenido miedo a fotografiar a personas que se encuentren cerca de mí. De esa forma, empecé haciendo retratos a gente que encontraba por la calle a la que tras explicarles el proyecto, les pedía permiso para tomar alguna foto donde sí mostraba sus caras. Brooklyn era un espacio perfecto para este tipo de imágenes, la gente allí era peculiar y sorprendente. Sin embargo, el no mostrar sus caras fue algo que vino casi de casualidad. Después de haber hecho este tipo de retratos, en los que se me mostraba la cara, una mañana en Manhattan, hice una foto a una mujer a punto de subir a un taxi. Cuando observé la imagen, me di cuenta de todo el misterio que encerraba, ¿A dónde se iba? ¿Quién era? ¿Qué pensaba? ¿Estaba feliz o no? En ese instante me di cuenta de que acompañar el retrato de una acción (subirse a un taxi) y ocultar la cara de esa persona hacía que yo misma quisiera saber más sobre ella y fue esta foto la que encaminó al resto de retratos.
¿Tuviste algún referente (no sólo fotográfico) en mente a la hora de hacer las fotografías?
Como referente fotográfico Sophie Calle es la figura que más me ha inspirado. Me encantan sus proyectos, cómo trabaja, lo que hace… Es casi como si hubiera en ella misma una parte de su fotografía. Es capaz de mezclarse entre sus historias o de convertirse en protagonista. Otra figura importante ha sido Víctor Navarro, un amigo apasionado del arte que siempre me ayuda en la realización de mis proyectos, tanto en la idea como en la selección y presentación. De hecho, la idea de The Unknown surge en una conversación entre cuatro amigos entre los que se encontraban él, María Serrano, Jaime Blanco y yo.
Si tuvieras que elegir una banda sonora para ver la exposición, ¿a qué músicos elegirías?
El grupo que elegiría para este proyecto es CocoRosie y en concreto, la canción Terrible Angels.
¿Cómo vive una fotógrafa el fenómeno actual de Instagram, Pinterest o esa necesidad de la gente de subir fotos a las redes sociales que parece que todos llevamos un fotógrafo dentro?
A mí me parece bien toda forma de expresión y si es a través de la fotografía mejor. Creo que el error es pensar que eso te convierte en fotógrafo y eso mismo podría trasladarse a cualquier disciplina. Ser fotógrafo, actor o bailarín encierra muchas más cosas. Lo primero es esa formación, esa base técnica que has de proporcionarte para luego decidir qué haces con ella y transformarla para llevarla donde tú desees. Eso si, hoy en día todo el mundo puede tener una buena fotografía o un golpe de suerte, sin embargo tener un buen proyecto parece más complicado. Creo que la fotografía o el ser fotógrafo ya no depende tanto de la “foto única” sino del trabajo de maduración y de concretización de ideas que le imprimes a aquello que fotografías.