Googlemapismo. Moverse por la ciudad como en 1910

Una reflexión sobre la experiencia de redescubrir y orientarse por València a través de mapas antiguos y herramientas analógicas, frente a la dependencia del ‘Googlemapismo’

‘Una serie de catastróficas desdichas’ —la lluvia y que mi bonometro dejó de funcionar— me llevaron hace unas semanas a decidirme por ir andando al trabajo (en realidad fue solo lunes y viernes porque los otros días tocó teletrabajar, mi verdadera ‘catastrófica desdicha’, pero en la exageración está la gracia). 

Este evento reseñable se alineó con otros dos sucesos improbables: por un lado, hace poco el Ayuntamiento publicó un mapa con la distancia en minutos que separa diferentes puntos de la ciudad andando (¿València, la ciudad paseable?). Por otro lado, en un intento de asumir que no veo la vida con la nitidez que toca —tómese esta frase, con la literalidad que se considere—, hace poco me pasé a las lentillas. Este último elemento de la operación es importante porque, siendo yo miope, lo más reseñable de esta vuelta a la visión es que ahora los paseos tienen muchos más detalles. 

A esta maraña de accidentes hay que sumar que recientemente me he dispuesto a jugar a no usar Google Maps. Diferentes circunstancias me han llevado a acercarme al apasionante mundo de la cartografía, que me ha hecho pensar mucho en cómo condiciona esta aplicación nuestra forma de entender y orientarnos en la ciudad.

Podríamos decir que el mapa es una representación de la realidad que a veces llega a sustituirla. Pero no podemos olvidar que es eso: una representación. Si nuestra realidad la sustituye Google Maps, ¿qué tenemos? ¿Qué es más real: mi imagen borrosa de la ciudad porque no llevo las gafas o la que nos da Google? Hace un tiempo en Barcelona se ocultó una línea de bus de Google Maps porque se llenaba de turistas que subían al Parc Güell y la gente de la zona no podía usarlo (una zona bien empinada, dicho sea de paso). De cómo la famosa aplicación de mapas condiciona la ciudad: un temazo en el que ahondar en otro momento. 

Googlemapismo. Moverse por la ciudad como en 1910

Bien, pues este múltiple contexto me ha hecho, primero, darme unos buenos paseos por el centro de Valencia —suerte la mía de tener que atravesar el centro para ir a trabajar, ya llueva, haga calor, sea época de rebajas en Colón, o estemos en Fallas, elijan su peor versión— guiándome con un mapa de alrededor de 1910, lo que ha sido bien curioso y recomiendo a toda persona que quiera pasear por diversión. 

«Podríamos decir que el mapa es una representación de la realidad que a veces llega a sustituirla. Pero no podemos olvidar que es eso: una representación. Si nuestra realidad la sustituye Google Maps, ¿qué tenemos?»

Segundo, he usado casi que por primera vez los nombres de las calles como verdadera herramienta de orientación. Quién pudiera saberse los nombres de las calles como mi padre… A lo que sí creo que no puedo aspirar es a saberme las líneas de bus como mi abuela. Desde luego, moverse así por la ciudad también gana ¿No deberíamos pensar más en qué o quién da nombre a nuestros recorridos diarios? 

Y tercero,  me he dado cuenta de que hay herramientas añejas de orientación que se han perdido. En la época de mi mapa eran usuales las guías urbanas, con listados eternos de calles, de plazas, líneas de tranvía, restaurantes, médicos, garajes, tiendas… y un sinfín de cosas. Lo que más me interesa es que, entre otras cosas, podían funcionar como herramientas de orientación.

Hablando de listados interminables que generaban también, a su manera, una imagen de la ciudad, hace tiempo que se perdieron las Páginas Amarillas. Yo confieso que no he llegado a utilizar estas herramientas, mi mapa mental está totalmente formado (¿y atrofiado?) a partir de la experiencia googlemapesca. Una cosa que me mosquea de eso es que «tener la ciudad en la palma de tu mano» suele derivar en dejar de apoyarte en las referencias reales que te rodean para saber dónde estás.  

Googlemapismo. Moverse por la ciudad como en 1910

Igual que hace un tiempo entendimos que había valor en lo analógico en ámbitos como la fotografía o la música, podríamos empezar a contemplar la gracia de lo analógico en la orientación. Al final es como la IA: está muy bien demostrar que la tecnología puede hacer muchas cosas, pero igual hay algunas que no es necesario que haga porque lo real (¿lo de Google Maps o lo que veo yo borroso?) puede perder gracia. Quizá haga falta una guía urbana como las de antes para promover la «orientación analógica». En La imagen de la ciudad, Kevin Lynch se plantea justamente el potencial de la orientación para generar relaciones significativas con los espacios. 

Kevin Lynch, La imagen de la ciudad (Barcelona, Gustavo Gili, 2008), 13.

Kevin Lynch, La imagen de la ciudad (Barcelona, Gustavo Gili, 2008), 13.

Quizá sí hace falta esa guía. Anoto la idea.