Rafa Cervera es periodista. Periodista musical. Puedes disfrutar de él en las revistas de papel Ruta 66, Rolling Stone, GQ y Primera Línea; en los sitios online nodigasiconoporfavor y Blog-o-Pop; y en el programa de radio Nada Especial en UPV Radio.

Rafa Cervera. Foto: Miguel Ángel Puerta

Foto: Miguel Ángel Puerta

En la Valencia bipolar, metereológicamente hablando, hoy ha tocado sol. La terraza del bar Congo, en la Avenida del Reino de Valencia, empieza a llenarse de gente que busca el café que inaugure la tarde, mientras otros apuran el gin tonic que alargue la comida. Llega Rafa Cervera y, amable y educado, pide perdón por un retraso de seis minutos. Entramos dentro por aquello del jaleo exterior. Unos cuantos estándares de jazz pondrán la banda sonora a la conversación, hasta que un grupo de abuelitas amenacen, con su ruido, con hacer saltar por los aires el modelo de comunicación de Shannon y Weaver. Aquel del emisor, receptor, mensaje,… Afortunadamente, no lo consiguen.

Rafa, ¿cuáles son tus recuerdos, de infancia, de Valencia?

Rafa Cervera- Mi familia, cuando yo era pequeño, vivía en la calle Lorca. Pero estábamos muy unidos a los tíos de mi madre, que vivían en la calle Palomar, en el Barrio del Carmen. Era una casa antigua que la recuerdo mucho. También recuerdo las Torres de Quart, el Mercado Central, la Lonja, … esos son los primeros recuerdos de Valencia que más profundo siento. La calle Lorca era mi calle, pero era una zona sin interés o belleza alguna. Y el Barrio del Carmen, aunque sólo fuera por estar en casa de mis tíos que siempre era un festival, me llamaba más la atención. Luego, cuando te haces mayor, te das cuenta de los lazos que te unen a ello. Por cierto, en esa casa, años antes, estuvo la editorial Prometeo que creó Blasco Ibáñez.

También recuerdo ir con mi tío, los fines de semana, a las tiendas de viejo de Santos Juanes. En los sotanillos colindantes al Mercado ponían puesto de revistas y tebeos de segunda mano. Y allí me compraba tebeos de la Editorial Novaro y de Mortadelo y cosas de esas. Y con mi padre, recuerdo ir a la Lonja, cuando me dio por coleccionar sellos, a intercambiar los que tenía repetidos.

Y musicalmente, ¿cuáles son tus primeros recuerdos?

Los recuerdos musicales en mi casa son mi madre cantando copla cuando hacía sus labores. Y eso se te queda para siempre. A mí la copla nunca me ha interesado, ni he tenido ese punto de retorno que a algunas personas les ha llevado a mirar hacia atrás y escuchar copla, flamenco,…Nunca he tenido esa necesidad. Forma parte de mi vida de una manera, pero me interesan otras cosas. Debo tener genes alemanes o neoyorquinos. Eso sí, esas canciones siguen sonando en mi cabeza y, a veces, riman con frases o palabras que te dice la gente y que tú terminas con fragmentos de ellas. Por ejemplo, mi madre cantaba una, mucho, que decía  «Yo tuve un novio barbero / y una vecina me lo quitó». Y  yo cada vez que alguien dice «youtube» me acuerdo del «Yo tuve…».

¿Y tuyo propio? ¿La primera canción que oíste en la radio, o en la televisión, y te llamó la atención? ¿O algún grupo?

Recuerdo que cuando era pequeño a la gente más mayor que yo, pero no muy mayores… adolescentes…mis primos, sus amigos… les gustaban mucho los Beatles. Estaban muy presentes. A mí me gustaban, pero porque resultaba imposible que no te gustaran. Pero como te puede gustar ahora cualquier otra cosa, que te gusta pero no te compras el disco. Sonaban en todos los lados y era imposible escapar de ellos. De hecho yo a los Beatles no les he tenido demasiado aprecio, hasta hace poco, debido a esa saturación. No sé. Eran como los Strokes en el año 2002. Supongo que habría gente que acabaría harta de los Strokes. No es comparable, por supuesto. Pero me refiero a eso de que te lo metan por los ojos, por las orejas, por todas partes, y acabas harto. Como Blondie en el año 79. Yo recuerdo que en el primer disco de los Pegamoides, en el cuestionario que llevaba había una pregunta que era «¿Persona más odiada?» y Alaska decía «Debbie Harry, porque estoy harta que todo el mundo me la esté restregando por la cara todo el rato». Pues un poco eso. Yo estaba de Paul, George, Ringo y John hasta aquí (con la mano se señala la cabeza).

Rafa Cervera. Foto: Miguel Ángel Puerta

Foto: Miguel Ángel Puerta

Eso era un mal recuerdo. También me gustaban Los Bravos. Me gustaban, pero no de comprarme los discos. Porque los oía por ahí y quería que me llevaran a ver la película «Los chicos con las chicas», que por supuesto no me llevaron porque era muy pequeño.

Has hecho mención, un par de veces, a grupos que te gustaba pero no comprabas sus discos, ¿quienes sí tuvieron ese honor?

Recuerdo comprarme «Tommy», la banda sonora de la película y, a partir de ahi, descubrir a los Who. También Elton John. Tuve una época Deep Purple, «Made in Japan» y «Deep Purple in Rock». Y con 14 años, creo que fue, descubrí a Lou Reed y encontré mi camino. Encontré lo que supongo que andaba buscando. Encontré la voz que quería escuchar y que pensaba que me hablaba a mí. Y hasta aquí (risas).

¿Cómo llegamos de ese descubrimiento de Lou Reed al fanzine Estricnina?

Estricnina supongo que lo empecé a hacer a finales de 1981. El primer número salió en algún momento de 1982. Lo hice porque a mí me gustaba mucho leer sobre música… en aquel momento me hubiera gustado tener un grupo, cantar, pero mi ineptitud era tal… era tan evidente que no tenía ninguna capacidad para hacer música que busqué la forma de expresión que me quedaba, que era escribir sobre música. Hilario Cortell, el que fue cantante de Esgrima, llegó a darme clases particulares de guitarra. No es que recibiera muchas, pero partiendo de la base que no aprendí a coger bien la pua ya está todo dicho. Y cantar… yo tengo muy mal oído. La gente se maravilla de que me dedique a esto teniendo tan pésimo oído, porque no entono ni aunque me apunten con una pistola. Desafino. Yo cuando canto una canción no la canto. Hago una versión… como si fuera una remezcla de Aphex Twin. Así que sólo me quedaba escribir y por eso empecé el fanzine. Previamente había trabajado en Harmony, pero no en la que hay ahora en el Pasaje Dr.Serra. Hubo varias tiendas Harmony en muy poco tiempo.

Pero, ¿coincidieron abiertas a la vez?

Hubo un momento en que hubo dos o tres. La primera fue al lado del Mestalla. Allí estaba Alfonso Carbone, hermano de Victor Carbone, que es el actual propietario. Ellos eran mayores que yo, pero sabían muchísimo. Venían de Uruguay, que era un país mucho más culto y evolucionado que el nuestro en aquella época. Y allí fui adquiriendo cultura musical a todos los niveles. Aprendí a valorar discos de segunda mano, a ponerles precio, a saber cuando un disco era raro y de coleccionista o era morralla,… y allí, en Harmony, fue donde conocí a dos de los miembros de lo que poco después sería Glamour, a José Luís Macías y Remi Carreres. Vinieron a Harmony … porque traíamos, en parte por mi influencia, singles y Lp’s de importación de Magazine, de PIL, de Siouxsie & the Banshees, de Joy Division,… Porque esos grupos aquí no salían o se editaban de tapadillo. Polydor, a lo mejor, sacaba los singles y los Lp’s de Siouxsie & the Banshees, pero eso era para cuatro marcianos, no tenía ningún tipo de futuro, ni de presente, ni de nada. Pero claro eso estaba pasando fuera y en Harmony lo traíamos. Yo recuerdo la caja de PIL, «Metal box», que la teníamos allí y la tuvimos … porque no se la llevaba nadie (risas).

A José Luis y Remi les gustaba esa música. Y como cualquier chico de esa edad, estaban con la antena puesta y sabían dónde tenían que ir para encontrar las cosas que no estaban en ningún otro sitio. Porque en Valencia era muy complicado. Descubrieron Harmony porque nos hacía publicidad una revista de música. Nosotros les mandábamos los discos, «mirad que cosas más chulas tenemos», que eso se hacía mucho en la época, y ellos cuando hacían la crítica te mencionaban, «en la tienda tal tienen…».

¿Mandabais vosotros los discos? ¿No los mandaban los sellos?

No, no, no. Las tiendas. Eso lo hacían casas de Barcelona y como yo lo sabía, decidimos hacer lo mismo. Enviábamos los discos a un crítico concreto, por ejemplo a Diego Manrique, y nos sacaban. Y como Macías y Carreres vieron que teníamos contacto con el mundo exterior vinieron y me dieron la maqueta de La Banda de Gaal. Gracias a los singles de Magazine, Talking Heads, … empezó una nueva etapa para todos.

Para mí también. Porque para mí el rock era todo abstracto. Era lo que leía en las revistas, lo que escuchaba y lo que me imaginaba. Pero entre que no había escena musical y la que había no me interesaba porque les veía a todos hippies, progres y peludos y cuando había algún grupo rollo así más new wave siempre tenía ese deje como carxofa, como del Barrio del Carmen. Era imposible poder conciliar El Carmen con Nueva York o con Londres. Leer un artículo sobre Lou Reed y salir después a la calle y ver un poster de Lluís Miquel i Els 4Z, para mí era «¡Que asco! Mira dónde vivo. ¿Y la Factory de Warhol?», con esa vehemencia propia de la juventud. Alaska y Nacho (Canut) han contado alguna vez que ellos sentían lo mismo. Pero no eran conscientes de lo afortunados que eran por vivir en Madrid, que estaban a millones de años de distancia de Valencia. Esto era lo que era, daba para lo que daba y mandaba lo que mandaba. Se suele decir mucho que Valencia era una ciudad muy moderna. Yo difiero. Valencia era una ciudad muy moderna según para qué cosas. Claro, pero es que aquí se consideraba que Vídeo era un grupo moderno. Y Vídeo no era un grupo moderno. Vídeo fue un grupo que se transformó y adoptaron un sonido y, sobre todo, que hacían buenas canciones y tuvieron un gran hit. Pero ya está. Para mí un grupo moderno era Glamour.

Rafa Cervera, David Bowie y Remi Carreres

Rafa Cervera, David Bowie y Remi Carreres

Retomando el tema del fanzine Estricnina, en sus páginas fuiste muy crítico con Valencia, diciendo que estábamos a 3 años de Madrid; que éramos los párvulos cagones; que vivir aquí podía ser desesperante…

Lo sigue siendo (risas).

Criticabas mucho el viboreo, el cotilleo, los insultos, la egolatría,…En el número 3 hay una entrevista con Esteban Leivas en la que él reincide sobre esa imagen de una Valencia asfixiante.

El Zurdo leyendo Estricnina

El Zurdo leyendo Estricnina

Ahora, con los años y la distancia, me doy cuenta de que yo también era parte de eso que criticaba furibundamente. En aquella época era «ellos son así y yo no», pero luego dices «yo también era así». Espero haber cambiado con los años. Y respecto a Valencia, el hecho de haber vivido fuera de aquí me ha venido muy bien para ponerla en situación y ponerla en valor. En todas parten cuecen habas y lo que pasaba aquí no era diferente de lo que podía pasar en el Pentagrama en Madrid o en Barcelona o en cualquier otra ciudad. Si habéis leído el libro Por favor, mátame, de Legs McNeil y Gillian McCain, veréis que al final esto siempre es así, forma parte de la condición humana, siempre hay egos. Y en Valencia también ocurría, era así y en muchos aspecto sigue siendo así.

¿Te refieres a cierto tipo de postureo?

Sí, sí, sí.

Pero un postureo en una escena que tampoco es que tenga mucha trascendencia a nivel nacional no tiene mucho sentido, ¿no?

Claro, es que esa es la cuestión. Hoy en día hay un problema que tiene mucho que ver con aquella época. Si miráis en facebook, veréis que hay páginas dedicadas al rock valenciano, hay gente que se pega golpes, en el pecho, gritando «¡el rock valenciano, el rock valenciano!». Evidentemente aquí siempre ha habido, y sigue habiendo, una cantidad de talento, no sé si mayor o menor al resto de España, pero la hay. Gente que hace cosas interesantes en la música y en todos los campos. Pero yo no sé si es el efecto del centralismo o porque está en el espíritu del valenciano, se tiende mucho al chauvinismo. Aquí se tiende mucho a «esto era lo mejor», «esto era maravilloso», «esto era increíble»,… y llegas a oír cosas como «es que la verdadera Movida estaba aquí y no en Madrid». Y esas cosas las oyes de gente que tienen un cierto nivel, que ha hecho cosas. Y eso es lo que a mí me descompone porque, además, no es cierto.

Ese victimismo me recuerda mucho al rollo de Rita de «esto es Dubai, mira que bonico es tot», «ens tenen enveja»,…. pues es un poco eso. Y repito, en Valencia ha habido y hay grupos muy buenos; grupos injustamente tratados por la historia como Glamour, que se les ignora porque se tiende a ignorar determinadas cosas, pero también porque no eran de Madrid. Los líderes de opinión, sí que suelen, a veces por olvido y otras por mala leche, hacer una selección de lo que interesa o no. Por ejemplo, todos sabemos porque salieron un montón de grupos gallegos. Porque una de las personas que más influencia tenía, Jesús Ordovás, era de allí.

Rafa Cervera. Foto: Miguel Ángel Puerta

Foto: Miguel Ángel Puerta

Vale, eso es cierto, pero eso es una cosa y otra es el lloriqueo, «ay, ay, que no nos hacen caso» «que el grupo nosequién…» y cuidado. El grupo nosequién jugó un papel en su momento, el grupo nosequién tuvo su gracia en ese momento y formó parte de una escena en ese momento, pero nada más. Si se reúnen pues me alegro mucho por ellos y por sus fans. Relevancia cultural cero. Eso lo dices de un grupo de Madrid, de Londres o de Nueva York y no pasa nada. Lo dices de un grupo de aquí y hay gente que se rasga las vestiduras por el rollo «s’estan ficant amb nosaltres, lo nostre es lo millor». Cuando luego hay una serie de manifestaciones que tienen lugar y no se ve a esa gente que se pasa el día reivindicando y defendiendo el rock y el pop valenciano. Las ignoran, pasan de ellas. Yo monté, hace 3 ó 4 años en el Octubre CCC el ciclo Intercanvis, en el que artistas valencianos versioneaban a otros artistas valencianos de cualquier otro estilo y época. Hubo una serie de conciertos irrepetibles (ahora sale el disco de Dwomo basado en él; Caballero Reynaldo grabó su repertorio,…) y a mucha gente de esa que parece que se tiraría desde el Miguelete por el rock valenciano, no los ví. pero es que ni les vi, ni les escuché hablar del ciclo, ni les vi escribir. Y ahora sale el disco de Dwomo que lleva una versión de Esgrima y hay alguno que aplaude. Bueno, cabrón, pues cuando tocaron en directo, que se sabía que eso iba a ser sólo esa noche, no te interesó. Y estas cosas me dan las pautas de como está el asunto. Y es igual que en el año 82. Había camarillas que se reunían en torno a determinados grupos, camarillas que en muchas ocasiones estaban legitimadas para hablar y en otros no. Porque no olvidemos que de esa escena ha salido Cristina Tárrega. Periodistas que hablaban y no sabían distinguir a David Bowie de Lou Reed. Y eso sigue pasando.

¿Y la gente se enfadaba cuándo leía tus críticas?

Sí, pero es que lo hacía para eso. Recuerdo un personaje que, ni siquiera voy a citar su nombre porque no existe, que me llamaba en un periódico «lamentable hortera» por decir la palabra «escena». Yo como soy así de repelente la empleaba ya en el año 84 y a él le debía sonar a horterada. Hoy es un termino totalmente aceptado.

La reciente vuelta de La Resistencia, ¿la incluirías en eso que dices?

La Resistencia me parece un grupo muy respetable que mereció mejor suerte. Por como eran, lo que hacían, … y a mí me parece estupendo que vuelvan. Pero si en su momento no tuvieron impacto, difícilmente lo van a tener ahora. Aunque no me refiero, precisamente, a ellos antes cuando digo estas cosas.

Rafa Cervera. Foto: Miguel Ángel Puerta

Foto: Miguel Ángel Puerta

¿Por qué crees que ni Interterror ni La Resistencia tuvieron el impacto que merecían?

Porque estábamos muy aislados. Lo que molaba era Madrid, algunas cosas de Barcelona, Vigo. Y también una cosa que sigue pasando mucho, que es que no se hace el esfuerzo por darse a conocer. Aquí se vive muy bien y es todo muy fácil y sencillo. Actúas en la sala tal y acuden todos y ya eres el rey del rock and roll. Y claro, coger la furgoneta, pasar la frontera de Cuenca, pasarlo mal, ya cuesta.

Bueno, pero ahí está el ejemplo de La Habitación Roja, ¿no?. Ellos sí dieron ese paso en su día y están recogiendo la recompensa a ese trabajo.

La Habitación Roja son uno de esos grupos que han conseguido romper esa maldición, esa inercia, que arrastran muchos grupos. A ver, también es un grupo con un estilo y unas canciones que facilita eso. Hubiera sido más difícil que eso hubiera pasado con Kindergarten que era un grupo más experimental. No sé. Por ejemplo, a mí me da pena, y es injusto, que un grupo como Una Sonrisa Terrible no haya tenido más repercusión. Porque ha habido injusticias reales. De grupos que merecía otras suerte. A mí me parece bien que se recuerde a gente como Hilario Cortell, pero hay que ser cuidadoso al usar las palabras. Hilario es digno de estudio e hizo cosas interesantes, pero era muy suyo. Creó cosas muy interesantes, pero otras que no lo eran. Pero es que si eso pasa con Reed, Bowie,… ¿cómo no va a pasar con músicos de aquí? Me parecen bien esas ganas de recuperar el pasado, pero no hay que volverse locos.

En Estricnina, te quejabas que aquí se escuchaba más música inglesa que americana.

A mí me gustaba más la música americana. Cuando digo americana me refiero a esos grupos que hasta hace 10 años nadie parecía echar de menos, ni conocer, como los Contortions, Bush Tetras,… todos los de la no wave,… que aquí les tenían mucha manía, incluidos los de Glamour. Yo se los ponía y les parecían horroroso. Les gustaba más Spandau Ballet o Howard Devoto. Lo americano no. Me daba mucha rabia que no les gustase DNA, el grupo de Arto Lindsay, que era inaudible (risas), pero es que les gustaba Killing Joke que era una brasa inmunda.

Lo mismo pasaba con la música disco de Ze Records. Me gustaba mucho, pero como era una moñada aquí no hacía nada de gracia. El chic neoyorquino no, sólo lo inglés lo inglés. Ya fuera Visage, Joy Division, Adam & the Ants, Magazine,…

Rafa Cervera. Foto: Miguel Ángel Puerta

Foto: Miguel Ángel Puerta

¿Cómo conseguiste desde Valencia que colaboraran en Estricnina gente como Diego Manrique, Ignacio Juliá, Jaime Gonzalo,…?

A algunos de ellos los conocía previamente al fanzine. A Jaime Gonzalo e Ignacio Juliá, que escribían siempre sobre personajes que me parecían fascinantes, yo les mandaba cartas con 15-16 años. Era el típico fan pesado. Imagino que como era el único, ellos me contestaban. De ahí pasamos a hablar por teléfono y al final se estableció como un vínculo. Cuando empiezo con Estricnina les pregunto si quieren colaborar y como entonces escribir en un fanzine (como ahora tener un blog o twitter) estaba de moda, les hizo gracia y aceptaron. A Diego también le escribía, pero con menos intensidad que a los otros dos. Ya había una conexión por aquello de Harmony que sacó. Y lo mismo que Juliá y Gonzalo, escribir en un fanzine era lo más «in» y tuve suerte y participó.

Ahora que hablamos de prensa musical, ¿has escrito alguna vez en Rockdelux?

Sí, he escrito dos veces o tres.

¿Y no hubo más por haber escrito en Ruta 66?

En Ruta 66 no querían que yo escribiese en Rockdelux. Y Rockdelux al principio bien, pero luego empezaron a ser competencia chunga, se llevaban muy mal, había una rivalidad y claro, yo estaba en el bando del Ruta. Y luego… la posible química que podría haber con Rockdelux nunca ha surgido. No les debo de gustar. No sé. Porque en el Rockdelux, hoy en día, colabora mucha gente. Por otro lado, mira, se puede vivir de esto y tener un nombre, sin necesidad de haber escrito en Rockdelux. Yo colaboré dos o tres veces, creo que antes de la época de Santi Carrillo. No hay mal rollo. No me llevo mal con nadie, pero eso que notas que no. Esto, como muchas otras cosas, funciona un poco por clubs y yo siempre he ido a mi bola. He pagado mi peaje. Yo, por ejemplo, casi nunca voy a conciertos. Me aburren mucho y me cansan. Son un rollo. A Festivales sólo fui una vez al Espárrago y tuve bastante. Cuando estoy en Madrid o Barcelona salgo poco y aquí menos aún. No pertenezco a ninguna pandilla, ni hago esfuerzos por hacer relaciones que no me apetecen. Bueno, y que también mola ser el que no escribe en Rockdelux (risas).

Rafa Cervera y Pedro Almodóvar

Rafa Cervera y Pedro Almodóvar

Cerramos el paréntesis Rockdelux y volvemos a los 80, ¿Cómo pasas de hacer Estricnina a vivir la Movida en Madrid?

A la Movida llegué con Estricnina. Tener un fanzine te permitía, en el año 82, poder entrevistar a Pedro Almodóvar. Le llamabas a su casa y quedabas con él. O conocías a los de promoción de Hispavox, eran enrollados y te presentaban a los de Radio Futura. Era muy fácil y muy abierto. En muy poco tiempo conocí a mucha gente. No por el afán de trepar, sino porque era gente que me apetecía conocer como Derribos Arias, El Zurdo, Radio Futura, los Pegamoides, Glutamato, Paloma Chamorro, Parálisis Permanente… Les hacía una entrevista y aquello tenía cierta repercusión. Era ridículo porque sólo sacaba 100 ejemplares, pero tenía su repercusión. Ordovás hablaba de él; la gente lo pedía por Correos;…

¿Fue Estricnina el inicio de tu carrera como periodista musical?

Con el fanzine me fui haciendo un pequeño nombre y gracias a amigos como Jaime e Ignacio doy el salto a la revista Rock Espezial. Y a partir de ahi el Ruta; en Valencia hice un programa de radio, Los bailes de Marte, en Intervalencia, que la dirigía Esteban Leiva (productor de Glamour), con Jorge Albi; trabajé haciendo promoción en Plataforma, que era el sello discográfico de Miguel Jiménez , futuro manager de Seguridad Social; monté una tienda de discos con mi hermana, en la calle Pintor Salvador Abril, que se llamaba Deplástico; monté un grupo, los Bongos Atómicos, en el que yo no tocaba nada, sólo hacía las letras y les puse el nombre, con el que ganamos el Concurso de Maquetas de Rockdelux (risas); escribía dónde podía y me dejaban; escribí un libro sobre Lou Reed, otro sobre Nirvana y otro sobre Sonic Youth; entré en Canal 9 a trabajar en el programa Grafiti hasta el año 93 que me marché a Madrid y empecé a colaborar con el Tentaciones de El País y a partir de ahí fui escribiendo en más sitios hasta hoy.

Retrocediendo, otra vez a la Movida, ¿por qué crees que algunos de los que participaron de aquellos años, como Alaska o Nacho Canut, reniegan de ella?

Por una cuestión de sentido común y honestidad. Ellos renegar no reniegan, pero no quieren hablar más de eso y yo les entiendo. A mí, a mi modestísimo nivel, me pasa lo mismo. Hablamos de aquellos años si vosotros queréis, y yo encantado, pero tenerlo como discurso no. La vida sigue y no tiene sentido vivir estancado en el pasado y ser tú el que estas todo el rato echándote flores a ti mismo. La Movida no fue algo que nació rollo «Somos la Movida». No, la Movida era algo que pasaba y alguien empezó a llamarlo así. Nacho y Olvido saben que son parte de esto, no reniegan de esto, pero ya está.

Pero resulta curioso que ellos que son tan dados a idolatrar épocas y personas, no les guste su papel de ídolos de aquellos años.

Claro, es que ellos son fans de los otros. Y ellos lo entienden, pero no les interesa hablar de todo eso porque ya lo han dicho todo con su obra…

O con tu libro («Alaska y otras historias de la Movida»).

O con mi libro. Alaska dice que está muy agradecida a mi libro porque así ya no tiene que explicar nada de aquellos años. Es una actitud muy sana. A mí me dan cagalera esos que están siempre con «Nosotros éramos…». Erais, pero lo que me importa es lo que sois ahora y lo que vais a ser mañana. Ellos son muy radicales con el tema, aunque luego no lo son tanto porque acaban haciendo un disco de versiones de sus canciones antiguas, pero me identifico con esa actitud, no se puede vivir de las rentas.

Tu libro es algo así como la obra definitiva sobre la Movida, ¿cómo conseguiste encajar todas las piezas de las que hablas?

No fue tan complicado como parece. Se dan varios factores. Primero, yo la historia la conocía porque la había vivido por el Estricnina, que aunque en total sumando todos los encuentros pasaría unas 8 horas con ellos (risas), pero cuando era joven absorbía todo con mucha intensidad. Recuerdo, perfectamente, la primera vez que vi en directo a Alaska y los Pegamoides con Glamour en un pueblo de Valencia. Y la actitud y las pintas eran impactantes. Segundo, tuve la suerte de que ellos confiaran en mí y me abrieran los canales de comunicación, porque ellos fueron muy sinceros y ayudaron a que el libro tuviera mucha fuerza. Y también me ayudó mucho haber recibido clases de escritura creativa durante años en Madrid. Porque premié ese lado creativo al periodístico.

Tenía una estructura previa en la que yo veía la historia como un círculo cerrado. De esa niña que viene de México, que es una rara, y que vuelve a su país, 10 años después, convertida en una estrella, igual de rara o más. Reforzado con ese elenco fantástico de personajes que tiene a su alrededor y que todos, todos, todos, eran increíbles y una fuente inagotable de información. Era una historia que no era fácil contar, pero yo tenía ventaja. Y no sé cómo, pero creo que conseguí el punto de equilibrio entre lo profesional y lo pasional.

Rafa Cervera en La Edad de Oro

Rafa Cervera en La Edad de Oro

En aquellos años de la Movida, ¿qué opinión se tenía en Madrid de lo que ocurría en Valencia?

A Alaska y los Pegamoides, sobre todo a Ana Curra y Eduardo Benavente les gustaba mucho un grupo que se llamaba Ceremonia, que eran el guitarra de Glamour con Xavi Morant, de La Morgue. Adolfo (Barberá) tocaba la guitarra de puta madre, cosa que no le pasaba a casi nadie en aquellos grupos, porque la mayoría tocaba de manera deficiente. Venía del heavy metal y del rock duro, pero no era el típico que hacía solos para lucirse. Decía voy a tocar como Marc Bolan y lo clavaba, decía voy a tocar como Mick Ronson y lo clavaba,… y eso a estos les fascinaba. De hecho, Adolfo estuvo a punto de ser guitarra de Dinarama. Y Radio Futura tenían mucho respeto por La Banda de Gaal y por Glamour.

Eso era por un lado. Y luego estaba la parte lúdica. Valencia tenía una cosa que no tenía Madrid: el mar. Las drogas fluían con muchísima facilidad y, sobre todo, las drogas más recreativas. Entonces, claro, aquí venían los grupos y se ponían hasta las trancas. Y en determinadas discotecas y determinados bares si encima venían los de Madrid, se sacaba lo mejor de lo mejor. Las noches eran larguísimas, pero no era como en Madrid, en el asfalto, eran a la orilla del Mediterráneo. Las resacas las pasaban en la playa. Eso allí gustaba mucho, pero era como un paraíso recreativo, al margen de los grupos que hubiera aquí. Porque musicalmente teníamos a Glamour, que duraron poco … ¿y después?… después, uf (resopla), venían Vídeo, Betty Troupe o Platino.

El estigma del tecno-pop.

Sí, pero tecno-pop blando y chungo que durante muchos años fue como el gran estigma de la ciudad e hizo que se ignorara a grupos muy valiosos como, por ejemplo, Seguridad Social. A Seguridad Social se les ignoró durante muchos años y quizás en su etapa más potente. Tenían un directo que era una barbaridad y José Manuel Casany no tenía nada que envidiar a ningún frontman de ningún grupo de Madrid o de ningún sitio.

¿Y crees que hay algún paralelismo entre ese paraíso recreativo en que se convirtió Valencia en esos años con la famosa Ruta del Bakalao que llegaría después?

Lo que era malo se hizo peor. La Ruta del Bakalao lo que hizo fue oficializar el lado lúdico de Valencia. Valencia era como una especie de Las Vegas de la noche, donde se venía a pasárselo bomba y a perder totalmente la cabeza. Todo lo demás era accesorio. Y con un tipo de música que en su momento hizo bastante daño, pero con el tiempo te das cuenta que no era solamente mala, que tenía su gracia. Sobre todo cuando ves que, con los años, hay determinadas cosas que ahora son como «ah, que maravilla» y entonces ya lo hacía Chimo Bayo.

El resto de músicas quedaron relegadas totalmente, era todo como muy underground. Pregúntale a Caballero Reynaldo por Amor Sucio, y eso que ellos lo tenían mejor porque tenía conexiones madrileñas con Corcobado, que algo ayudaba. Pero montar en aquella época un grupo como Amor Sucio, yo lo pienso ahora, era de valientes.

La explosión indie de los 90 te pilla en Madrid. Te pregunto lo mismo que cuando hemos hablado de la Movida. ¿Qué repercusión tenían los grupos valencianos allí?

Es que no existían.

¿Ni siquiera lo de la Explosión Naranja?

Lo de la Explosión Naranja … es que eso de quedar y decir «vamos a ser tú, tú y tú;  y nos vamos a llamar la Explosión Naranja»… ¿qué quieres que te diga?. Cuando estas fuera y escuchas ese nombre dices «ay, ay,…no, por favor, no». Son esas cosas que pasan y bueno. Es que quedaron y dijeron nos vamos a llamar así. No es que salió un crítico y acuñó el nombre. Se ve que levantaron acta. «Somos la Explosión Naranja». Como el Cabaret Voltaire, como los dadaístas.

Hubo cd de la Explosión Naranja con la revista Factory (del grupo editorial del Rockdelux).

Sí, sí, sí, lo hubo.

Y algún grupo sacó disco con Subterfuge.

Sí, bueno, ¿quién no ha grabado con Subterfuge? (risas). Es que no tuvo trascendencia alguna. De la Explosión Naranja sólo queda La Habitación Roja. El otro día, con Jorge (Martí, voz y guitarra de LHR) en una charla en la Universidad, lo comentó. Lo que sí que es cierto es que por el camino se perdieron grupos tan maravillosos como Los Magnéticos. Otro caso imperdonable de grupo que no tuvo la trascendencia ni el éxito que merecían. Tenían canciones como la copa de un pino; hacían unos vídeos maravillosos; el concepto de grupo era genial;…

En el 2005 dejas tu residencia en Madrid y vuelves a Valencia, ¿qué ciudad te encuentras musicalmente hablando?

Nunca había perdido el contacto con Valencia, solía venir a menudo. Pero bueno, ¿cuál me encuentro? La de Ciudadano. Un grupo que estaba muy bien y que espero que el tiempo ponga en su sitio. El último disco era muy bueno.

Rafa Cervera y Pixies

Rafa Cervera y Pixies

¿Y qué Valencia te hubieras encontrado si hubieras regresado este año?

La de Gilbertástico, la de Senior, la de Néstor Mir. También están Polock, que me parece muy importante lo que han hecho. Ese planteamiento de mirar hacia fuera, intentar ir más allá.

Aprovechando que, en la conversación, hemos llegado al presente, ¿cómo ves el estado actual del periodismo musical?

Ha cambiado mucho, a una velocidad brutal. Ya nada es lo que era. Es una anarquía en el reino virtual. Ha cambiado desde el momento en que cualquiera puede escribir sobre música, que sí, que yo también era cualquiera cuando empecé, pero yo tenía unos códigos y un respeto hacia los temas, aunque fuera irreverente. No escribía sobre temas que no controlaba. Hoy en día, te vas a AllMusic y si te gusta Nick Drake, buscas artistas que se le parecen y te marcas un artículo brutal. Se ha desvirtuado mucho la profesión, pero por otro lado, tampoco es una profesión tan necesaria porque la gente ya descubre discos por sí mismos. Hay una generación a la que le importa un bledo lo que yo escriba. No me necesitan a mí ni a ninguno de mis colegas. Porque ya lo analizan ellos y lo escriben directamente en su blog. Pero sigue habiendo un poso de historia, que es necesario saber contextualizar, que eso no pueden hacerlo ellos y ahí si es importante nuestro trabajo. Si yo ahora tengo que escribir sobre los Strokes, que ya tienen 10 años, yo escribo pero tengo la sensación que lo que yo tenga que decir sobre ellos ya no es si es relevante, aunque lo sea. Porque los que me están escuchando son gente de mi edad, yo tengo 50 años, e igual ese grupo no les interesa. Llegan hasta Stones Roses, Pixies o Nirvana. Entonces, mis lectores piensan que eso no les va, y los jóvenes no saben ni quién soy, ni les interesa. Pero vamos, que yo escribo sobre los Strokes, Vaccines y quien sea. Me sigue interesando la música y escucho de todo.

Una de las cosas que más llaman la atención cuando se leen tus artículos o críticas de discos es que no intentas adoctrinar. ¿Es intencionado?

Mis primeros años fueron justo lo contrario. Sobre todo en el Ruta. Allí te incitaban mucho a la yihad. «Mudhoney son lo mejor del mundo y han venido a salvar el mundo y todo lo demás es una mierda» (risas). Todo eso está muy bien hasta que satura y dices, «ya vale, corta el rollo». En mi caso, «corta el rollo» es cuando en pleno subidón de que Nirvana han cambiado el mundo, llega el cantante y se pega un tiro. Dices, ostias, yo estoy interpretando la historia a mi manera y buscándole el lado positivo, que lo tiene, pero es que este hombre se ha matado. Y me dio mucho que pensar. Mucho Beat Happening, mucho Velocity Girl,… pero el tío se ha pegado un tiro. Me impactó mucho.

 

Rafa Cervera. Foto: Miguel Ángel Puerta

Foto: Miguel Ángel Puerta

Y, además, el hecho de escribir en el Tentaciones de El País, que han sido casi 20 años, te obliga a adoptar otro estilo. Tú tienes que explicarle a un lector general, que no es el del Ruta ni el del RDL, por qué el disco de Luna mola; por qué un tipo que acaba de sacar un disco y se llama Beck mola,… eso te lo piden. Hacerlo inteligible. Después de 50.000 críticas aprendes. Eso, que a mí me gusta, y agradezco tu comentario, porque yo más que crítico me considero divulgador, hace que parezcas menos crítico musical. En mi caso no creo que sea así. Pero es que sacar la artillería pesada y apabullar… ya lo he hecho, reconozco que lo hice, pero ahora no soy así. No me interesa. Me aburre.

Después de tantos años escribiendo, ¿para cuándo una novela?

Yo tengo una novela escrita que nunca llegó a publicarse porque nadie la quiso publicar. Y ahora que la he vuelto a leer, después de unos años, entiendo porqué no la quisieron publicar. Aunque hay gente que la ha leído y dice que está muy bien, yo personalmente le cambiaría muchas cosas y estoy en ello. Se llama «En otro mundo», como la canción de Fangoria, y tiene ese punto de conexión entre mi mundo, que es este, y ese mundo imaginario que representan David Bowie, Nueva York, Andy Warhol,…Mezclar los escenarios de mi niñez y adolescencia con todas esas cosas con las que yo soñaba cuando tenía 17 ó 18 años.

Te voy a decir algunos nombres propios relacionados con Valencia y me dices qué opinas. 

Vicente Fabuel.

Sabe mucho y de muchas cosas, pero la diferencia con otros es que también sabe mucho acerca de lo que pasó en la música valenciana en épocas en las que la información era escasa y la repercusión, poca o ninguna. Vicente escribe y colabora en medios muy importantes desde hace años, pero a veces tengo la sensación de que se no se le ensalza como merece. Tanto si me equivoco en esto último como si no, creo que es un nombre que debe ser citado continuamente, por una cuestión de calidad y de respeto.

Jorge Albi.

Ante todo un gran comunicador. Una persona de la que yo aprendí mucho en su día, por su manera de comunicar y entender la música y el pop. Un amigo que tiene un ego inmenso, pero al que yo tengo un gran cariño.

Eduardo Guillot.

Alguien necesario en Valencia porque digamos ha sido el crítico de referencia tanto a nivel local como a la hora de explicar lo que venía de fuera. Una labor de largo recorrido y que a veces, como está ahí siempre presente, semana a semana, se convierte en parte del paisaje y claro parece que eso es como un servicio público. Y hay que reivindicar su trabajo. Durar tanto, hacerlo con coherencia y, sobre todo, desde un periódico generalista si hablamos de su tribuna en Valencia, le convierte en un referente imprescindible.

Juan Vitoria.

Tiene una manera de entender la música que a mí me parece muy interesante porque tiene esa capacidad enciclopédica. Y luego tiene una manera de manifestarla que, a mí a veces, me produce cierto rechazo porque se recurre a la agresividad, al insulto, por ejemplo eso de «yo pincho con vinilos y los que son idiotas pinchan con mp3», pues bueno. Respeto mucho su cultura musical. Además nos conocemos desde pequeños. Pero a veces la vehemencia que utiliza hace que no me llegue el mensaje.

Ramón Palomar.

Es un señor con el que trabajé en su momento, en Grafiti (Canal 9),  y pasamos muy buenas noches juntos en aquella época.

Juan Carlos Mataix .

Otro personaje fundamental. Su programa, Toxicosmos, acaba de cumplir 15 años y como dj me parece un fuera de serie. Esa perseverancia, esa pasión, esa tenacidad como motor de comunicación de una determinada música y unos determinados artistas tiene mucho mérito. Más cuando operas desde aquí. Sobre todo porque aunque está en Valencia ha conseguido difusión por todos los lados y sale a pinchar a muchos sitios. Y hay que reconocérselo.

Carlos Pérez de Ziriza.

Hace fantásticamente bien una cosa, que a mí me parece dificilísimo, que son las crónicas de los conciertos. Es un maestro. Me gusta mucho su capacidad de análisis. Escribe muy bien, que eso no siempre es habitual. Me gusta la mirada que tiene sobre las cosas.

Quique Medina.

Me parece que tiene un gran mérito lo que hace y es lo que podríamos llamar, porque no se me ocurre algo mejor, un agitador cultural. Tiene ese entusiasmo de la gente joven cuando empieza, esas ganas de hacer cosas e involucrarse en ellas. Ha conseguido crear una plataforma de comunicación, la Redacción Atómica. E intentar construir en un momento tan difícil iniciativas como el Festival Deleste me parece admirable. Y no se cansa de descubrir nuevos talentos y apoyarlos.

¿Por qué vives en El Saler y no en Valencia ciudad?

Hace años que me di cuenta de que el sitio en el que quería estar era en el que vivo ahora, en la playa de El Saler. No es algo que decidiera, sólo tuve que asumir que ese es mi lugar en el mundo. Da igual donde viaje, el tiempo que pase en Madrid o en cualquier otra ciudad, tarde o temprano me apetece volver a mi casa en El Saler. Me cuesta más trabajo añorar Valencia, no sé porqué. Posiblemente haya quedado saturado y también desencantado. Saturado porque en muy poco tiempo escribí mucho sobre ella. Y desencantado porque me produce tristeza que entre todos la hayan convertido en lo que es actualmente. Es el gran mérito de nuestros políticos, de casi todos ellos, por no decir de todos ellos.

El Saler es el gran refugio, local y universal. Tiene lo que más me gusta de esta tierra; el mar, la luz, el hedonismo. Contiene toda esa tradición de El Palmar y los pueblos de L’Albufera. Y el sosiego. Ver Valencia a 10 kms desde mi casa es una sensación curiosa. Una de mis grandes ambiciones es pasar el mayor tiempo posible sin hacer nada, sólo mirando y pensando. Me gusta mucho observar y contemplar. Este sitio es idóneo para eso. No hay dos días en los que permanezca igual. Sobre todo en el lago. El cielo, el agua, las nubes, los silencios, los sonidos, los aromas. Toda esa zona tiene una mística propia. Es un sitio extraño. Toda esa naturaleza sin ninguna belleza espectacular y al final, esas explanadas y esas zonas a las que llegan los coches con gente dispuesta a tener sexo al aire libre. Lo comparo mucho con Twin Peaks.

Cada momento del año tiene algo especial. Los inviernos, las primaveras. Todo es una especie de escenario cambiante donde los cambios de estación son decisivos. Todo es parte de los mecanismo propios de la naturaleza y sin embargo, todo es extraño. Uno de mis pasatiempos es pasear por El Saler escuchando Warszawa de Bowie. Y pensar qué gran película habría hecho Andy Warhol filmando todo este gran vacío, la inmensa nada que es El Saler. El día que sólo sea cenizas, espero que nadie olvide que deben esparcirlas allí.

Rafa Cervera en El Saler

Agradecimientos: Fernando Sala.