Pasan los años, pasan las generaciones y el arte sigue teniendo un aire elitista. Algo se habrá hecho mal cuando el aburrimiento se asocia a los museos y hay gente que piensa que los galeristas se comen a los que visitan sus salas y no compran. El rictus serio de la cultura continua siendo su peor enemigo. Desacralizar todo ello, sin por ello caer en la superficialidad, debería ser un objetivo inmediato. Perderle el miedo a palabras como «arte» o «cultura». Al fin y al cabo, entre Eduardo Rosales y Kurt Cobain hay más puntos en común de lo que se pensaría a primera vista.
«E-19» no es el nombre de ninguna exposición, pero podría serlo. Tampoco le hace falta. Eso que ganamos en comodidad. Se trata del título del primer cómic que firma Mayte Alvarado. Edita, como siempre con un buen gusto impecable, el Verano del Cohete. Cuenta la historia de un solitario granjero que intenta sobrevivir a sus rutinas diarias y a la ausencia de un ser querido, construyendo un androide con el que compartir lo perdido. La melancolía como herramienta literaria y no como recurso facilón. La fragilidad de la vida, de las relaciones sentimentales, de la propia Naturaleza. La imposibilidad de controlar, ni mecanizar, los impulsos del corazón. Un canto a la vida sin moralina, con la elegancia que siempre proporciona la lectura contemplativa.
Como ya ocurría en «Miss Marjorie», Alvarado vuelve a situar la soledad y una historia de amor poco convencional como ejes centrales de su narración. En esta ocasión, prescindiendo por completo de texto alguno. Apostando por la expresividad emocional de sus ilustraciones. Dando un paso más adelante, si cabe, en su pericia narrativa. Dominando la distribución de cada página. Jugando con los detalles cuando es preciso. Optando por la grandiosidad cuando el ritmo lo demanda. Flexibilizando el tamaño de viñetas según lo exige la historia. Consiguiendo que cada ilustración hable por ella misma. No necesita palabras para llenar su libro de frases cortas, subordinadas, descriptivas o de diálogos. El lenguaje es universal. Como ocurre con el arte o la cultura. Imprescindible.