Al galope Garicope (o un actor que muere una y otra vez) es el título del libro en el que el actor José Soler (València, 1948) comparte sus recuerdos profesionales. Se trata del volumen 101 de la colección Memoria de la Escena Española, publicada por la Fundación AISGE. Un relato, el de Soler, que camina paralelo al del cine y el teatro en el cap i casal durante aquellos primeros años.
Fue en 1984 cuando debutó profesionalmente en El jardín de los cerezos, un Chéjov que Juli Leal puso en pie con producción de Teatros de la Diputación de Valencia y que se estrenó en el Romea de Barcelona. Ese mismo año también rodó su primer largometraje, Pánico en el distrito 18, dirigido por Antonio Aguilar, «que había sido proyeccionista de cine y estaba como un cencerro». Una película en la que fue coprotagonista, especialista de acción, coguionista y ayudante de dirección, además de actor, pero en la que aparece en los créditos como Luck Loman, porque «no quería que asociaran mi nombre con semejante bodrio». La cinta tiene como máximo atractivo actual reconocer los escenarios valencianos en los que fue rodada y poco más.
Aquel fue el doble punto de arranque de una carrera que ya había tenido su prólogo en aventuras previas como la creación de la compañía Teatro Quimera junto a Inma Ripollés representando obras de Woody Allen. Y que después ha seguido acumulando experiencias hasta hoy en día que sigue en activo. Soler ha sido especialista galopando como ni siquiera Gary Cooper lo hizo, ha hecho cine (muy divertido todo lo que cuenta sobre Biba la banda (Ricardo Palacios, 1987)), televisión (de Amar en tiempos revueltos a La que se avecina, por ejemplo), zarzuelas, teatro (interpretó varios personajes en Obrim el somni, de Comediants, con la que se inauguró el Teatro Romano de Sagunto en 1995), publicidad (rodó en Chernóbil un anuncio de Metro Madrid) e incluso fue Jefe de Mantenimiento del Rialto donde la tensión diaria acabó por destrozarle los riñones. A sus setenta y un año sigue luciendo compromiso y humildad con su profesión, como lo demuestra que siga viajando en bus interurbano cuando se desplaza a hacer un casting.