Ha querido la casualidad que hoy, y el próximo jueves, coincidan dos presentaciones de libros igualmente interesantes a la misma hora. No es de extrañar teniendo en cuenta la efervescencia librera que está viviendo la ciudad. No hay semana en Valencia que no se celebre un evento de estas características. Unas apuestas que ayudan a la difusión libresca y que se convierten en prolongación social del acto solitario de la lectura.
Víctor Lenore y Marta Sanz son los protagonistas de este martes. El primero conversará con el periodista Eduardo Guillot sobre su libro «Indies, hipsters y gafapastas. Crónica de una dominación cultural», en La Nau. Mientras que la segunda charlará con la escritora Bárbara Blasco sobre la nueva versión de su novela «La lección de anatomía» y del resto de su obra, en la Llibrería Ramon Llull.
Estas actividades permiten al lector conocer más al autor e incluso intercatuar con él. Pero, realmente, ¿son importantes para una editorial?. Daniel Moreno, de Capitán Swing, sello que ha publicado el libro de Lenore, lo tiene claro: «Todo depende de qué es lo que se presente. Yo no soy muy partidario de presentar por presentar, es una inercia que hay que desterrar… no siempre merece la pena y es un desgaste, sobre todo para el editor que suele ser el que se curra el evento la gran mayoría de las veces. En casos como el de Víctor o de gente de acá, sí que creo necesario que salgan a la palestra a defender o explicar públicamente su trabajo. Suelen ser obras que tienen interpelación y es la mejor manera de entablar un debate o lo que surja».
Para las librerías son parte de su filosofía, de la manera que tienen de entender un negocio que no se reduce a la venta de libros. Generar espacios donde la cultura y el pensamiento tengan cabida son tan importantes como lo primero. «Las presentaciones forman parte de una línea de trabajo y de una forma de entender la librería. Hay muchos tipos de presentaciones, que se fraguan, se gestan y se gestionan de diferentes maneras y, por tanto, por diferentes motivos, pero el factor común sería, como digo, una forma de entender la librería como espacio de encuentro, de disfrute, de intercambio, de diálogo, de discusión, de conocimiento de otras cosas que hacen otras personas. Forman, en fin, parte de una programación global y de una idea, para mí, fundamental: la librería como propuesta», explica Almudena Amador de la Ramon Llull.
Ambos coinciden en que la rentabilidad económica no es lo que les anima a organizar estos actos. «Absolutamente no», asegura Almudena, «prima esa idea de propuesta y de programación que uno tiene en la cabeza. Esa hoja de ruta que, pienso, debe inspirar lo que haces y lo que ofreces. Esa vocación de ser lo que consideras que debe ser una librería y el tipo de librería que escoges ser. Tanto en cuestión de presentaciones como en lo que al fondo se refiere, o a los especiales temáticos que también hacemos. Si ha de primar algo en todo esto, me gustaría pensar que es la calidad y el interés, el rigor, la profundidad, el gozo de la literatura y del encuentro. Esas cosas me gustaría que primasen. Creo que no se pueden «cuantificar» las presentaciones de una en una, como actos aislados, considerando la rentabilidad inmediata de un día en concreto. Evidentemente, la librería tiene que ser sostenible y eso no se te puede olvidar, pero no pienso en términos inmediatos de un acto particular. Por otro lado, sería difícil. Sabes lo que vas a invertir pero no sabes cómo va a resultar a ese nivel. Hay presentaciones donde haces un esfuerzo mayor y pierdes dinero, y otras en las que sucede todo lo contrario. Y en cualquier caso, si es algo que considerabas coherente con tu línea de trabajo, algo valioso que has querido ofrecer, pienso que ha merecido la pena igualmente».
«Las presentaciones un 99% de las veces no son rentables, sino todo lo contrario», apunta Daniel. «Antes había más costumbre de que los eventos estuvieran «financiados» de alguna manera, pero ahora resulta que incluso en algunos sitios hay que pagar para presentar y organizar. Algo insólito, pero que en Madrid y en Barcelona se está poniendo muy de moda. Se paga una cuota que ronda los 180 euros y eso sí, te ponen luego un vino o unas cervezas. Y por supuesto, ellos se quedan con el porcentaje de venta de los libros, como no puede ser de otra manera. Vamos, un negocio redondo. También hay que decir que hay excepcionales excepciones, como por ejemplo, en Valencia, la Llibrería Ramon Llull, que cuando hace presentaciones se lo curra muy bien».
Allí acudirá el jueves, Marcos Giralt Torrente a hablar, entre otras cosas, sobre su emotiva autobiografía «Tiempo de vida». El mismo día y casi a la misma hora, otro libro de memorias en La Edad de Oro, una cita ineludible para el valencianismo (y más con los tiempos que corren) con la puesta de largo de «La balada del bar Torino» de Rafa Lahuerta, editado por Llibres de la Drassana.
Seguramente, las dos visitas de esta semana en la Llibrería Ramon Llull pasarán a formar parte de ese álbum de recuerdos inolvidables en el que Almudena ya guarda «la de Rafael Chirbes. Grandísimo autor, que nos dejó a todos boquiabiertos con su discurso impecable, su sabiduría, su autoridad moral, su vastísima cultura, su visión de la literatura. En fin, fue un gozo absoluto, creo que para todos. Para mí, por diferentes cuestiones, fue un día muy emocionante como librera». Y en el que también se incluyen el dúo que formaron Isaac Rosa y Alfons Cervera en la presentación de «La habitacion oscura»; el doblete del editor Juan Casamayor («uno de los editores que más se implica en este tipo de actos, en acercar los libros y los autores a los lectores, contando siempre con los libreros, cuidándolos mucho y esto es muy de agradecer»), de Páginas de Espuma, con Eloy Tizón y Andrés Neuman; el también editor Javier Jiménez (Fórcola); la pareja formada por Manuel Vilas («Tan estupendo y divertidísimo ese libro como la propia presentación y la celebración posterior. ¡¡¡Un día glorioso!!! Y Vilas es un grandísimo poeta, además de hablar con Dios y ser merecidamente el «Gran Vilas») y Carlos Marzal conversando sobre «Listen to me» del primero; el tándem Agustín Fernández Mallo – Néstor Mir; o el llenazo de un Juan Carlos Monedero pre-Podemos («Yo jamás he visto tantísima gente junta en mi librería. No sé cuántas personas había, pero la librería tiene 250 m2 y no cabía un alfiler. Mucha, mucha gente joven, gente más mayor, todo tipo de personas y muchísimo interés en escucharle»).