El club de lectura del final de tu vida (RBA) guarda una estrecha relación con uno de los mejores libros publicados el año pasado, Di su nombre de Francisco Goldman. Ambos nacen de la necesidad de contar la pérdida real de un ser querido, ambos tienen el desenlace marcado de antemano y ambos son un canto de amor declarado hacia la cultura y (aunque pueda parecer contradictorio) la vida.
Will Schwalbe y su madre, Mary Ann, son ávidos y apasionados lectores. Por eso cuando a la segunda le diagnostican un cáncer de páncreas bastante desarrollado, deciden hacer de esa devoción hacia los libros una especie de tratamiento paliativo. Intercambian lecturas y opiniones mientras (la mayoría de las veces) están en la sala de espera del hospital prestos a entrar en una sesión de quimioterapia.
Los diferentes libros (gran idea el apéndice que los recoge al final) marcan el eje de la enfermedad de una mujer fuertemente comprometida social (e incluso políticamente) y de claras convicciones religiosas. Schwalbe comparte con el lector, con admirable entereza y sin caer en la lágrima fácil, el desgaste que la enfermedad provoca en su madre. Más interesado en que perdure el recuerdo de Mary Ann que en tocar la fibra sensible del lector.
Gran observador, Schwalbe (con amplia experiencia en el mundo editorial) despliega habilmente una detallada narración en la que los detalles y las historias paralelas (muchas de ellas terribles historias relacionadas con las vivencias de su madre en labores de ayuda humanitaria internacional) alcanzan el mismo protagonismo que su progenitora.
Son, sin embargo, los libros, los que una y otra vez acaban acaparando la atención del escritor y, por extensión, del lector. Es por eso un libro (que a pesar de ciertos coqueteos, más bien producto de las creencias de la madre de Schwalbe, casi new age) que incita a la lectura desmesurada y entusiasta de cuanto volumen se cruce en nuestro camino. Una invitación al disfrute que provocan las historias en papel. Un banquete en torno a la literatura.