FelixRomeo

Foto: Eva M. Rosúa.

 

Félix Romeo soñó, varias veces, que le mataban en un atraco en México D.F. Por si acaso, nunca visitó aquel país. La muerte, sin embargo, no entendió de geografía y se lo llevó un 7 de octubre de 2011, en Madrid. En casa de la escritora Aloma Rodríguez, como si morir rodeado de libros pudiera aplacar el dolor. Se acostó la noche anterior y ya no despertó. La culpa fue de un ataque al corazón. Aquel que tantas veces declaró su amor por la literatura.

Tener la sana costumbre de leer quién firma cualquier tipo de texto (un artículo, un reportaje, un chiste, una novela,…) provoca que cuando le sobreviene una desgracia, a alguien de ellos, se sienta como algo cercano, aunque jamás en la vida se cruzarán nuestras miradas o compartiéramos camarero en un bar. En el caso de Romeo, podría decirse que no fue exactamente así. Hablámos una vez (no más de tres minutos) por teléfono y le vi en un FIB, todo vestido de negro, cuando los termómetros amenzaban con hacer saltar el mercurio con la misma intensidad que el aire casi se llevó por delante a Urusei Yatsura en el verano de 1997.

«Me encantan los libros. Vivo de los libros. Con los libros. Entre libros. Entre montañas de libros. Libros nuevos y libros viejos. Entre escritores. Con escritores. Vivos y muertos. Me vuelven loco los libros, aunque a veces me desharía de todos», escribió Romeo, en una ocasión en El Heraldo de Aragón. Romeo era aragonés. Muy aragonés. Muy aragonés y muy de los libros. Por eso, que la fantástica editorial Xordica (de Zaragoza) publicara, póstumamente, «Por qué escribo», un volumen que recopilaba varias de sus colaboraciones en prensa, era el mejor homenaje que podría recibir.

En las casi trescientas páginas (que hay que leer en pequeñas dosis para no ser arrasado por el ímpetu narrativo del escritor), se mezclan los recuerdos, la ausencias, la presencia dolorosa de la muerte, los cambios sociales y personales, la vida propia, Bohumil Hrabal y cientos de escritores más, títulos y títulos de libros, películas, restaurantes, amigos, … en un cóctel a mitad camino entre el costumbrismo y la cultura pop que, puede que en otras manos derivara en un trasunto de vedettismo, pero que en este caso contagia su pasión.

Félix Romeo despedía el 2006, de nuevo desde El Heraldo, con un artículo en el que declaraba su amor por la vida y sus pequeños (y grandes) placeres. Era un texto casi naïf por lo ingenuo de algunos de sus deseos para el año que empezaba. Pero lleno del entusiasmo que caracterizaba a todos sus escritos, incluidos aquellos en los que era tremendamente crítico consigo mismo, como el titulado «Volver a prisión», en el que recordaba sus días entre rejas por haberse declarado insumiso.

Cuando falleció, Jorge Martínez Lucena nunca había oído hablar de él. Menos de tres años después firmaba un libro, «Negro. Desde que te fuiste se nota el silencio» (Libros del K.O.) dedicado, íntegramente, a su figura. Y es precisamente esa obsesión repentina y excesiva, casi lindando en ocasiones la suplantación de personalidad (por momentos parece querer apropiarse de sus amigos e incluso de su estilo, empleando el mismo registro que Romeo en «Amarillo», su tercer libro), lo más atractivo del proyecto. Cierto es que descubre algunos detalles del escritor aragonés que ayudan a comprender mejor su escritura, pero se pierde por vericuetos impregados de puro cotilleo que, al menos al que esto escribe, no le interesan lo más mínimo. Pertenezcan a la intimidad de Félix Romeo o de cualquier otro ser del planeta. Y no deja de ser una lástima que teniendo acceso como tiene a su círculo más cercano (familiar, de amistad y laboral), no dedique su esfuerzo y esas páginas a indagar en los procesos creativos de sus obras y trabajos.

Félix Romeo escribió, en una ocasión, y así se recoge en el título editado por Xordica, que la vida que llevaba y la que le gustaría llevar se parecían mucho. Leyendo el libro de Martínez Lucena, tal vez, haya que ponerlo en cuarentena. La ventaja de ser un mero lector de ambos es que eso no interferirá nunca en el recuerdo sabatino propio, devorando su sección en el suplemento cultural del ABC o leyendo «Discothèque», la novela que nunca conseguirán escribir algunos de esos escritores que tuercen el morro en las fotos promocionales. Y eso, al fin y al cabo, es lo que cuenta en un escritor.


«Por qué escribo», de Félix Romeo. Edición de Ismael Grasa y Eva Puyó (Xordica Editorial, 2013)

«Negro. Desde que te fuiste se nota el silencio», de Jorge Martínez Lucena (Libros del K.O., 2014)