Hormigas trepando montañas de azúcar (Talentura Libros) fue uno de los debuts literarios del 2012. Marta Salvador nos regaló una magnífica novela, sustentada por el protagonismo de cuatro mujeres, generosamente arropadas por una apetitosa galería de secundarios (que no lo son tanto); y por un puñado de historias, en las que una vez se entra, resulta imposible salir.
¿Cuál fue el germen de la novela? ¿Partías de cuatro historias independientes que tenías en la cabeza y viste que podían funcionar uniéndolas o ya de inicio era una historia sobre cuatro amigas?
La idea de hacer una historia de mujeres surgió a partir del relato con el que gané la IX edición del Concurso de Relatos de la Dirección General de la Mujer. Vi que la trama sobre una mujer en primera persona había dado mucho de sí, por el grado de implicación e identificación que siente quien lo lee, y pensé que sería buena idea convertir el punto de vista en novela; en este caso con varias mujeres y relaciones entrecruzadas. Que fueran concretamente cuatro y que cada una de ellas se expresara de forma diferente (monólogo interior, diario personal, diálogo con su propia conciencia…), fue viniendo poco a poco, aunque siempre tuve claro que debía respetar la primera persona en cada una de ellas.
Al ser tu primera novela, ¿te enfrentaste al papel en blanco con miedo, respeto,…? ¿Eres muy perfeccionista y tardaste mucho en dar por concluida la versión definitiva o tenías tan clara la historia que sabías perfectamente cuándo y cómo se acabaría?
Una vez que tracé la historia de cada una, el final era lo que más claro tenía. Se fue complicando la trama a medida que crecían los personajes y las historias de cada una de ellas tomaban forma. La hoja en blanco nunca ha sido un problema para mí aunque sí soy muy perfeccionista y me cuesta mucho poner el punto final. La noche de antes de ir a imprenta todavía le estaba puntualizando al editor alguna que otra coma.
Uno de los grandes aciertos de la novela son los personajes. Se nota que hay un trabajo detrás, de definir cómo se expresan, cómo reaccionan, cómo piensan,… Cada uno tiene una voz propia, pero cuando interactúan no entran en conflicto esos tonos personales, sino todo lo contrario, consigues que fluya el diálogo con rapidez e interés. Además, muestras el mismo cariño tanto con los protagonistas como con los secundarios. ¿Te costó mucho conseguir esas voces? ¿Se convirtió en una obsesión del tipo de sorprenderte pensando cómo reaccionaría alguno de ellos ante una situación que te estuviera tocando vivir a ti?
Lo que más me costó de la novela, precisamente, fue conseguir el tono de cada una de las protagonistas. Ahí sí me esforcé en elaborar un perfil exacto de cada una de ellas, a las que les inventé un pasado, una apariencia física, sus manías, sus gustos, frases hechas favoritas, su tono narrativo y emocional, y una forma concreta de hablar… Después al lector no le ofrecí toda esa información, si no era necesaria para la trama; pero me ayudó a crear una voz peculiar para cada una y, lo que es más difícil a mi parecer, mantener esa voz durante todo el argumento, ya que los personajes van evolucionando pero no pueden perder su voz propia para que sean creíbles.
En algún momento dado de la novela todas me han ido atrapando mañana y noche, hasta el punto de convertirme en ellas sin darme cuenta, según cuál de las cuatro, e incluso algún secundario, estuviera obsesionándome en ese momento. Pero la peor fase de todas fue cuando yo misma veía dos cabezas con tentáculos en cada persona colérica que encontraba a mi paso…
La estructura de la novela también es especialmente interesante. Historias en primer plano que se van entrecruzando, pero que luego vuelven a su soledad narrativa. ¿Te hiciste un esquema previo o ibas solucionando (y arriesgando) a medida que ibas escribiendo?
La verdad es que no soy muy planificadora, lo reconozco. En los talleres de escritura creativa aconsejo a mis alumnos que tengan trazado el argumento y hagan esquemas de cómo se van a ir desarrollando las distintas tramas pero yo no lo cumplo. Tenía claro el tono de cada una, en qué estado estaban al conocerlas los lectores y cómo iban a terminar, pero no los acontecimientos con los que se iban a ir encontrando. Muchas de las situaciones que sorprenden a quien lee a mí también han ido sorprendiéndome mientras las escribía.
Puede parecer que en la novela sólo hay cuatro historias, pero de esas narraciones principales surgen otras tantas igual de interesantes. ¿Tuviste que ponerte algún límite a la hora de desarrollar esas otras historias para que su relevancia no acabara eclipsando a las cuatro protagonistas? ¿Crees que alguna de esas historias podría ser el inicio de una futura novela o has cerrado por ahora el mundo de estas cuatro mujeres?
A la única que tuve que frenar fue a Deli, porque si me descuido se las come a todas, incluida a mí. Las demás se fueron cerrando conforme yo les dejaba hacer. No tenía intención de retomar estas cuatro historias pero desde que hice la presentación, todas las personas que están acabando de leerlo me piden una segunda parte; así que me lo estoy planteando seriamente, aunque no creo que sea a corto plazo.
En la novela, a pesar de que trata temas bastante duros, hay espacio para un humor disparatado, especialmente en lo que atañe al personaje de Deli. ¿Estaba previsto así de un inicio o fue surgiendo a medida que escribías?
Yo soy optimista por naturaleza y creo que uno escribe conforme es. Si analizo los textos que he ido escribiendo a lo largo de mi trayectoria todos tienen un punto de optimismo, aunque no siempre el final sea feliz. El tono humorístico me sale sin querer. No tengo que esforzarme; creo que es la traducción en papel de mi tono optimista y mi afán de no tomarme a mí misma demasiado en serio y reírme de mis propias equivocaciones. Me tengo que esforzar más, en cambio, para hacer textos pesimistas, de terror o catastróficos.
Se trata de una novela comprometida (con los maltratos a la mujer, las desigualdades no sólo laborales, el colectivo homosexual,…), pero en ningún momento resulta panfletaria.
Una de las premisas que se da en todos los talleres de escritura creativa, y no sólo en los míos, es “mostrar sin decir”. Es un consejo que sí sigo a rajatabla. Yo no obligo a los lectores y lectoras a que sepan, concluyan u opinen como yo lo hago. Creo que quien escribe debe mostrar, para que quien lee sea libre de extraer sus propias conclusiones.
En el libro juega un papel muy importante un paralelismo que se establece entre Las olas de Virginia Woolf y la vida de una de las protagonistas. ¿Cómo surgió esa idea? ¿Cómo la llevaste a cabo para conseguir que no resultara pedante y no chirriara en el desarrollo narrativo?
Esa es una de las partes de la novela con la que más disfruté escribiendo, aunque no precisamente fue un trabajo fácil. Las olas y Virginia Woolf han sido un referente a lo largo del desarrollo de mi novela desde la primera línea, de ahí la cita del principio. Hacerlo de forma expresa en los últimos capítulos fue un homenaje modesto que le rendí a mi maestra de la construcción de voces narrativas. La única forma que encontré para que no resultara pedante era que algún personaje la citara, y la relectura de Las olas desde el punto de vista de la madre de Amparo, enferma y mayor, fue muy constructiva para mí porque no era yo quien leía y citaba, sino un personaje, y además, me sirvió para ir haciendo crecer la trama.
Imagino que ese libro y la obra de Virginia Woolf se debe encontrar entre tus favoritos, pero, ¿qué escritores y escritoras hacen que disfrutes de la lectura? ¿Qué le pides a un libro?
Lo cierto es que no tengo autores favoritos, sino obras favoritas. Por ejemplo, me encanta Camus en La peste; Benedetti en Primavera con una esquina rota, otro magistral ejemplo de voces narrativas; Alberto Méndez, en Los girasoles ciegos; o Arthur Solmssen en Una princesa en Berlín (ambos autores de una sola obra); también Clarice Lispector en la mayoría de sus relatos cortos. Me gusta que se me transmitan emociones, y no sólo que se me cuenten historias; pero lo que necesito, por encima de todo, es que no me lo digan todo. Como lectora, me encanta deducir.
¿Cómo surgió el contacto con la editorial Talentura?
Conocí a Mariano Vegas porque mi madre y su compañera publicaron con él Una brecha en medio de la rutina, una colección de relatos de ámbito hospitalario. Una vez que acabé de escribir Hormigas trepando montañas de azúcar me invadió una especie de impaciencia por verla editada inmediatamente y el camino más rápido era Talentura. Es cierto que es una editorial pequeña y que en algunos momentos echo de menos tener una distribución mayor pero creo que ha sido una buena forma de empezar a publicar.
Al margen de escribir, también realizas diversos talleres relacionados con la cultura. ¿Qué intentas transmitir en ellos?
En Fábrica de Cultura imparto los talleres de escritura creativa de los que ya he ido comentando algo, y también realizo otras actividades culturas, como animación a la lectura con personas adultas y también con niños y niñas; lectura en voz alta; y conferencias sobre lenguaje sexista y cómo evitarlo. Intento transmitir el cariño por la lectura y la escritura, y no sólo inculcando sino reivindicando la expresión escrita como forma de vida.
¿Qué nos puedes adelantar de tu segunda novela?
Acabé la novela en septiembre de 2011 y en octubre ya tenía el tema de la siguiente. Y se me hizo uno de los meses más largos de mi vida. Creo que quien es creativo necesita tener siempre la mente en un proyecto. Vuelvo al punto de vista femenino, porque creo que el punto de vista masculino está suficientemente expresado, pero cambio de ubicación; nos vamos a la España de la república. En estos momentos tengo el tema y el argumento completamente trazados y estoy trabajando en la trama. Saber quién cuenta la historia, desde dónde, el hilo cronológico… Es la parte que más me cuesta siempre, porque es donde me esfuerzo en no escribir lo que ya está escrito. No me gustan las historias lineales donde un narrador tipo Dios nos cuenta todo lo que pasa, lo que sienten los personajes, lo que ha ocurrido ya y lo que va a ocurrir. Quiero hacer historias diferentes; aunque me compliquen la vida.