Salvador Vendrell (Fortaleny, València, 1958) ha hecho doblete este año, como ya ocurrió en el anterior, en cuanto a novedades librescas. A casa de Joan Fuster. Les tertúlies de Sueca se publicó en abril y Exhumació en septiembre. Los dos en Onada Edicions.
En el primero comparte los recuerdos de sus visitas a la casa de Fuster. El segundo es una novela donde la ficción sobre un periodista, Pere Centelles (que ya había aparecido en su primera novela Quan truquen de matinada) convive con la realidad (el adelanto de las elecciones a cargo de Ximo Puig) que le toca vivir, y con una segunda historia que discurre paralela, pero que ocurrió durante la Guerra Civil y los años represivos posteriores.
Vendrell presentará ambos libros, acompañado de Joan Baldoví (a quien biografió en otro volumen) en la Plaça del Llibre de València el próximo sábado, 29 de octubre, a las 11.40h.
Has publicado dos libros este año (A casa de Joan Fuster. Les tertúlies de Sueca y Exhumació), el año pasado también hiciste doblete. ¿Cómo eres tan prolífico?
Siempre he escrito mucho. Empecé elaborando material didáctico y con adaptaciones de clásicos, como por ejemplo Curial i Güelfa, Alí Babà i els quaranta lladres, l’Espill, Tirant lo Blanc….. Después, desde el 2002, escribo una columna semanal en diarios valencianos. Veinte años en el Levante y ahora en el Diari La Veu. Finalmente, después de explicar muchos años a clase las obras de escritores, clásicos o no tan clásicos, me decidí a escribir mi primera novela. Y ya no he parado, incluso, he escrito un libro, Spaccanapoli, que es un dietario sobre un viaje a Nápoles que publiqué el año pasado, igual que Torna amb mi, una novela juvenil que ganó el premio Benvingut Oliver de Narrativa Juvenil organizado por el Ayuntamiento de Catarroja. Y, este año, he publicado A casa Joan Fuster. Les tertúlies de Sueca y Exhumació. ¿Por qué escribo tanto? No lo sé. Supongo que lo necesito del mismo modo que necesitaba correr o, ahora, andar. La diferencia fundamental es que escribir es un trabajo que, a veces, es muy duro.
Centrándonos en los dos libros de 2022, ¿crees que de alguna manera interactúan entre sí?
Tanto como interactuar no lo sé. Pero sí que hay una relación. Exhumació, aunque es una novela independiente, es una obra construida con los mismos personajes que Quan truquen de matinada, que es mi primera novela. Y Quan truquen de matinada, aunque es una novela actual, tuvo su génesis en casa de Fuster hace muchos años, en una de las tertulias. En A casa Joan Fuster. Les tertúlies de Sueca explico cómo Fuster me encargó editar el libro de Matilde Gras sobre el anarquista Camil Albert, que es uno de los protagonistas de la primera novela. Por lo tanto, alguna relación sí que tienen. La casualidad está en que durante el Año Fuster, Antoni Furió me encargó hacer un artículo para L’Espill, una revista que fundó Joan Fuster, sobre las tertulias de Sueca. Lo hice y me di cuenta que me daba para mucho más y escribí el libro. Mientras, también estaba acabando Exhumació. Por lo tanto, también es una coincidencia.
Hablemos primero de Exhumació. Como dices, recuperas personajes de tu novela Quan truquen de matinada, pero el libro se puede leer sin necesidad de conocer el anterior. ¿Por qué quisiste recuperarlos?
Pensé que los personajes de Quan truquen de matinada podían explicar muchas más cosas, de ellos mismos, pero también de la realidad en la que viven. También quería hacerlos evolucionar un poco en la edad. No había ninguna necesidad, pero tuve ganas de hacerlo así. También he procurado que la novela sea independiente y que se pueda leer sin ningún problema aunque no conozcas el anterior. Pero ahora los personajes tienen otros problemas, propios de la edad y del momento político en que viven. Se ve cómo ha evolucionado la sociedad desde la crisis, que era el tiempo histórico en que está situada Quan truquen de matinada, y también cómo lo han hecho los personajes. Algunos lectores me han pedido que continúe contando más cosas de los protagonistas. Quieren ver cómo viven en la realidad de ahora, porque Exhumació es también una novela histórica, puesto que está situada en las elecciones autonómicas anteriores. Ahora ya se han producido cambios importantes en la política y la sociedad valenciana que pueden dar juego a los personajes.
En la novela aparecen personajes y situaciones reales, que quedan integradas en la ficción. ¿Qué te aportaba desde el punto de vista literario hacerlo?
Una de las ventajas que tiene la novela es que no tiene autocensura. Cuando escribes una columna en un diario no lo puedes contar todo. Te tienes que frenar un poco porque no puedes decir todo lo que piensas. En una novela no pasa esto porque puedes disfrazar la realidad en la ficción. Además, para escribir hay que conocer de qué hablas. Y la realidad, de una manera u otra, siempre está presente en la literatura. Aunque sea literatura fantástica o histórica. Nuestra realidad es lo que más conocemos y, por lo tanto, acabamos escribiendo sobre ella porque es lo que vivimos.
En el libro hay como una suerte de memoria sobre una generación, la de la transición, y como algunos fueron renunciando a sus ideales. Un poco en la línea de València sic transit, de Francesc Bayarri o Los viejos amigos, de Rafael Chirbes, porque pone el foco (y analiza, que no juzga) a una serie de personas que lucharon por las libertades y parte de ellos «se rindieron».
Sí, en mis libros, incluso, en alguna biografía, he procurado hablar de una generación, la mía, que vivió unos hechos históricos muy concretos que nos condicionaron. Cada cual lo ha vivido de una manera y todos hemos evolucionado como hemos sabido o podido. En la gran mayoría de casos que conozco no puedo hablar de ningún tipo de rendición, pero sí que nos han obligado a chafar tierra. Piensa que nosotros nos pensábamos que haríamos una revolución que sería la hostia… Hay mucha gente que se ha decepcionado, pero la mayoría chafa tierra y… esto es el que intento contar. La mayoría somos más escépticos, pero sabemos de dónde venimos y quiénes, a pesar de todo, son los nuestros.
¿Cuánto hay de nostalgia, cuánto de documentar y cuanto de justicia en el libro A casa de Joan Fuster. Les tertúlies de Sueca?
No sé si estas cosas se pueden medir. Este libro siempre lo he tenido en la cabeza. Sabía que antes o después lo escribiría. Ahora ha venido el Año Fuster y el encargo de Antoni Furió en la revista L’Espill y he visto el momento. Había que contar a la gente que hay un Fuster más que no está en los libros. El Fuster en su casa que recibía personal y que organizaba, proponía y actuaba. Fuster era también un activista como intento demostrar en el libro. Bien es verdad que no me he documentado demasiado. Es un libro de recuerdos y no pretende contar todo lo que pasaba en aquella casa. Solo lo que yo he vivido y recuerdo. Evidentemente, que hay muchos acontecimientos importantes para la historia del país y he tenido que echar mano de la hemeroteca en algunas ocasiones y, sobre todo, hablar con muchos de los personajes que venían por aquella casa, pero el propósito no es hacer un libro de historia exhaustivo y científico… Más bien es un libro de memorias.
Consigues trasladar directamente al lector a la casa de la calle Sant Josep de Sueca donde vivía Fuster. Se escuchan las conversaciones, se huele el whisky, se nota el humo, incluso la ilusión o emoción de estar allí en ese momento.
Es muy difícil reproducir por escrito aquellas situaciones, pero he intentado hacerlo así. Explicar el privilegio que fue para unos jóvenes de Sueca poder conversar durante mucho años con una persona como Fuster y con las personas que pasaron por aquella casa. Sí, se bebía, se fumaba y, sobre todo, se charlaba, muy libremente, de todo. Por allí pasaban todos los líderes de prácticamente todas las comarcas del país de la izquierda e, incluso, algunos de la derecha.
Dices en el prólogo que quieres contar tus recuerdos de tus visitas a casa de Fuster, ¿has utilizado solo la memoria (al margen de consultar a algún amigo por algún hecho concreto) o en su tiempo ibas apuntando ya algunos de esos recuerdos?
No, en aquel tiempo no apuntaba nada. Es verdad que después he escrito muchas cosas que recordaban algún hecho, alguna situación o alguna conversación. Escarbando en mis escritos he encontrado muchas cosas que me han servido para escribir el libro.
Perfilas un Joan Fuster conversador, excelente anfitrión (con la casa siempre abierta para quien fuera), curioso, hedonista (en algunas ocasiones parece que el verdadero objetivo de algunos encuentros era poder comer bien), activo participante de la vida política y cultural, y trabajador incansable. ¿Qué es lo que más admirabas de él y qué es lo que más echas de menos?
Lo que más admiro de él, todavía en presente, es su capacidad de hablar con todos. Y más en un mundo tan polarizado como el que vivimos hoy. Todo el mundo era bienvenido y escuchado en aquella casa. Y se iba con la opinión o, simplemente, con el consejo del anfitrión. Si algo aprendí es el respecto a las ideas de los otros. A no estar tan seguro de tener la verdad. A dudar. Fuster era una vacuna contra el fanatismo. Ningún partido político se puede apropiar de la figura de Fuster porque él escuchaba a todos los dirigentes. Incluso era amigo de la mayoría de los que le visitaban. Lo único que le preocupaba era lo que podíamos hacer entre todos por nuestro país. Si decía que “el País Valenciano será de izquierdas o no será” era por puro pragmatismo. No era porque él fuera más o menos de izquierdas, sino porque veía que la derecha había renunciado a reconstruir nada. Y la prueba es evidente. No se equivocó. Solo hay que ver qué papel juega la derecha hoy todavía. A él le hubiera gustado tener en el País Valenciano una derecha que respetara la lengua y la cultura del país, le hubiera gustado tener una derecha democrática. Lo que añoro son las largas conversaciones. No te dabas cuenta de cómo pasaban las horas.