Cuando no pasa nada, todo pasa. Keiler Roberts lo sabe muy bien y sus viñetas aciertan con la vitalidad de una canasta triple al reflejar esa vida cotidiana que sería como la cara b de la otra, la hedonista (hasta en las quejas) que lucimos en la redes. No hay nada extraordinario en el hecho de capear los días, aunque nos empeñemos en hinchar la realidad como un acto de consumo sin fin: lugares, comidas, viajes, productos culturales… Cuando lo añadido a lo ordinario es lo que está escrito (en este caso dibujado) en letra pequeña.

Hablemos de la protagonista de su cómic Isolada (Alpha Cómic/Alpha Decay), es decir de ella misma: ilustradora, profesora de arte en Chicago, diagnosticado con trastorno bipolar, madre de Xia, con adversión al sujetador y tacaña al decir de su marido, Scott. ¿Imperfecta? No, muy real como todo hijo de vecino. Capaz de disfrutar del olor de su perro Crooky y desear que esa sensación dure para siempre, o de luchar por quedarse con la última tortita aunque tenga que pasar por encima de su familia.

Isolada te atrapa porque representa esa sucesión de sucesos inertes, inconexos, sin aparente relación más que el devenir de los días con paradas en el pasado que sin embargo componen un buen puzzle de lo que es existir. Con profundidad no pretendida y un sentido del humor, por momentos sus dibujos desprenden nostalgia y encuentran en la narrativa de las viñetas su vehículo idóneo. El medio es en Isolada el mensaje. Las buenas ideas también pueden venir limpiando el water. O no. Por un momento dejemos de ser productivos y flotemos.