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Nombre: Alejandro Zahínos Cañero. Edad: 27 años. Lugar de nacimiento: Valencia. Lugar de residencia: Valencia. ¿Cómo definirías tu actividad? Soy periodista.[/su_note]
No corren buenos tiempos para el periodismo. Por eso, encontrarse con profesionales como Alejandro Zahínos es una puerta abierta a la esperanza. No sólo por su compromiso narrativo con el oficio, sino por su juventud y su margen de crecimiento. En Verlanga solemos apostar por el talento y el suyo lo podéis tastar en el diario Levante. Alejandro, también, es uno de los coautores de «Créixer sense Maradona», un libro con el que sacudirse la caspa de la información deportiva. En él, hay un magnífico artículo suyo titulado «Els xiquets estan bé», en el que menciona a sus admirados Besa, Jabois, González o Chilet. Un cuarteto del que está más cerca de lo que él cree. En Las Naves encontramos el acogedor silencio para hablar del pasado y presente del periodismo.
¿Por qué periodismo?
Cuando estábamos terminando la carrera, se hizo un vídeo recopilatorio sobre nuestra promoción y, precisamente, hacían esa pregunta. Muchos nos descojábamos porque no sabíamos muy bien qué contestar. Es como cuando te tiran un penalti que no sabes muy bien para qué lado tirarte (risas). Yo de pequeño quería ser Indiana Jones, quería ser aventurero. Luego me di cuenta que lo que me gustaba de todo aquello era la forma como estaba contado, narrar las aventuras más que vivirlas.
¿Cómo llegas al periodismo deportivo?
No es una elección definitiva, ni que tuviera muy arraigada. Yo quería ser periodista. Eso sí, a mí me gusta mucho el fútbol. Mientras estudiábamos, unos cuantos amigos decidimos intentar poner en marcha un programa de radio para hablar de ello. Empezó como una broma, ayudando en «El Murciélago» (97.7), luego en «Fora de Joc» (Radio Aldaya) y acabé haciendo prácticas en Punto Radio Valencia. Después empecé escribiendo en El informatiu sobre televisión, cine y fútbol. Y me llegó la llamada del Levante porque se «lesionó» una redactora de deportes, Amparo Barbeta, para sustituirla. Lo encadené con Superdeporte y ahora he vuelto a llí. Como digo, no fue una elección, simplemente empecé de una manera y es un hilo como del que te van estirando los medios.
¿Qué diferencias encuentras entre la visión que se tiene del mundo laboral cuando ya formas parte de él y cuando estabas estudiando?
El mundo profesional es muy jodido. A nosotros ya nos hablaban, en la carrera, de la crisis del medio por internet, y luego estalló la otra, la económica. Es verdad que idealizas la profesión, ves a los de The Wire y quieres ser ese tipo que acaba bebiendo whisky por la noche en un bar, solo, y contando unas historias tremendas, y luego es otra cosa. Dice Enrique Ballester en su libro «Infrafútbol» que, realmente, tiene más que ver con acabar cerrando la redacción de madrugada e irte a casa dándole vueltas a la cabeza, torturándote por si habrás puesto bien un resultado.
Has contado que estudiaste la carrera de Periodismo. ¿Se puede enseñar a ser periodista?
Uno va descubriendo por el camino si quiere ser periodista y qué es ser periodista. Yo llevo muy poco recorrido, así que tampoco puedo hablar con mucha experiencia. Las rutinas, las pequeñas derrotas, los fracasos en el trabajo te van forjando. No sé si se puede enseñar a ser periodista, pero sí es cierto que la carrera te ayuda a abrir mucho el foco. Luego es cierto que ser periodista es otra cosa, es un oficio. Se aprende día a día.
¿Cómo ves el periodismo deportivo actual?
Bueno … (suspira), creo que … (risas). Por un lado se ha convertido en un espectáculo que no comparto. No voy a tirar piedras contra compañeros, porque cada uno hace lo que puede, pero creo que cierto sector del periodismo deportivo se dedica a agitar bufandas y eso no está bien. Apelando a las vísceras de la audiencia intentan crear bandos. Pero también es cierto que no hay que olvidar que el mundo del periodismo deportivo, del periodismo en general, es muy precario. Las redacciones se han reducido y parece que andamos dando palos de ciego para ver qué conecta con la gente. A mí el periodismo deportivo que me gusta es el que le leo a Vicent Chilet, que son las grandes historias, lo que se ha hecho siempre.
¿Cuándo descubres que te interesa ese periodismo narrativo que acabas de mencionar?
Siempre me ha gustado mucho leer y escribir. En algún momento descubrí que hablando de deportes también se podían contar las grandes historias. En mi casa siempre estaba El País y crecí leyendo las Historias del Calcio de Enric González. En el Levante estaba Chilet. Y te quieres ir acercando a los que te gusta como escriben. No hace mucho leí «Fiebre en las gradas», de Nick Hornby, y eso es lo por lo que me gustaría escribir de fútbol, para llegar a algo similar.
¿Crees que esa forma de escribir está mas asentada hoy en día?
Ahora se hace demasiada literatura sobre fútbol. Diría que hemos pasado incluso la frontera. Y se convierte cualquier cosa en un poema épico. Un poco como reacción a lo que estaba pasando. Y ahora, cualquier equipo, de cualquier ciudad, cuanto más modesto sea mejor, se convierte en una gran historia. A veces, cuando escribo, sé que corro ese peligro y me pregunto si estaré siendo un pedante de narices y a un personaje normal le estoy dando más matices de los que, en realidad, tiene.
¿Tienes algún género periodístico preferido?
La crónica. Me encanta. En mi casa no teníamos Canal + y sí, lo escuchaba por la radio, pero luego me gustaba leer lo que contaban sobre el partido. Recuerdo las crónicas del Athletic de Bilbao, de Eduardo Rodrigálvarez, en El País. Eran una pasada. Te hablaba de la lluvia en San Mamés y te transportaba. No paraba de preguntarme cómo conseguían sacarse esos recursos mientras estaban viendo el partido y ponían el punto final justo en el minuto noventa y enviaban la crónica. Cuando me ha tocado hacer eso a mí, lo he disfrutado un montón. Te sube la adrenalina. No puedes contarle a la gente lo que ya ha visto y lo que verá, mil veces, en los resúmenes. Hay que dar un motivo para que te lean, porque la información de lo ocurrido ya la tienen. Tiene que haber algo que valga la pena.
¿En qué medida debe el periodista aportar vivencias o recuerdos personales a una crónica?
Es inevitable hacerlo si quieres ir más allá de lo que está pasando. Un amigo me decía el otro día que a veces me paso y tengo que tener en cuenta que la gente que me lee no tiene porqué compartir ni mis referentes ni mis aficiones. Pero como digo, es inevitable, porque una sensación que me transmite el partido me lleva a otra, a un recuerdo. Aunque, en ocasiones, tengo la sensación de que lo hago porque con eso tapo carencias a la hora de escribir. Recursos que me faltan los escondo con estas referencias cercanas.
Eres uno de los cuatro autores del libro «Créixer sense Maradona» que recoge artículos en torno al fútbol escritos por una nueva generación de periodistas. ¿Cómo surgió el proyecto?
Albert Asunción, Antonio Mateo y yo habíamos coincidido en clase cuando estudiábamos. Y Carles Fenollosa escribía en fullquatre, que fue un diario digital que montamos entre compañeros de la facultad. Carles fue quien llevó adelante la iniciativa. Confiaba mucho en que lo que escribíamos sobre fútbol podía interesar a alguien. Nosotros nos lo tomábamos a broma (risas). Él colaboraba con Saó y nosotros escribimos algunos artículos para la revista. Él cada vez estaba más convencido y se lo acabó proponiendo a la editorial Drassana. La idea les gustó, yo conocía a Felip Bens y me había leído, nos conocían más o menos, y nos pideron que les mandáramos algo de prueba. Y salió el proyecto adelante. La gran mayoría de textos están escritos para el libro. También rescatamos algunos otros. Por ejemplo, de un blog que teníamos Albert, Antonio y yo. Se llamaba Via Filadelfia, como la calle en la que estaba el antiguo estadio del Torino. Es que éramos muy pretenciosos (risas). Todo giraba en torno a la tragedia, estábamos hasta la coronilla de literatura (risas). Carles conocía a Víctor Visa y le pedimos que hiciera algunas ilustraciones.
El título del libro es un bofetón en toda la cara a una generación anterior a la vuestra.
(Risas) El título sale de una frase, de un artículo de Fenollosa incluido en el libro. Dice que somos miembros de una generación politeísta. No teníamos un referente claro. Ahora están Messi y Cristiano, pero a nosotros nos han pillado un poco mayores. Es en la adolescencia donde se forjan esas pasiones y esas adhesiones a los futbolistas y en la nuestra estaban Zidane, Figo, … el Valencia tenía al Piojo, Baraja,… que eran todos muy buenos, pero crecimos sin ningún tío que dominara el escenario mundial tan claramente como Maradona. No sé si es un bofetón, pero Chilet lo cuenta muy bien en el prólogo. Él vivió sin Kempes. Te das cuenta que el fútbol tiene ese mecanismo regenerador. El título era, también, una manera de hacer autoparodia. Con nosotros y con vuestra generación. Los mayores siempre nos han puesto comparaciones tan elevadas que… uf, que si «es que tú no has visto a Maradona», … y claro, es que con su retirada se cambió el tomo de la historia del fútbol, se acabó la época de las grandes estrellas y de una manera de entender el fútbol.
¿Tienes algún proceso de escritura concreto, algunos trucos previos, cuando tienes que redactar una crónica de un partido?
No. Sale todo muy de golpe. Voy tomando notas durante el primer tiempo. En el descanso aprovecho para darle forma a lo que ya se ha jugado. Y a partir de ahí es como que te enciendes, empiezas a carburar y el texto va saliendo. Encuentras un hilo conductor del que tirar. Siempre con el riesgo de que en los últimos minutos cambie todo. Pero la sensación del partido que prevalecerá será la que ya tenías. Sin olvidar que en el fútbol casi todo es el resultado y eso se tiene que reflejar.