Los discos de Mazoni son como aquellas asistencias sin mirar de Michael Laudrup. Siempre sorprenden y siempre hacen pleno. Y sigan la senda sonora que sigan y utilicen el idioma que utilicen, invitan a mover el cuerpo como si no existiera la Ley de la Gravedad. El ejemplo más reciente es «7 songs for an endless night» (Bankrobber, 2016), un buffet libre en el que en lugar de platos hay pistas de baile. Para conocerle un poco mejor, le sometemos a nuestro 3 en 1.
Una canción:
«Everybody’s Talkin'» (Harry Nilsson, 1969).
Todo en esta canción me parece perfecto. El arreglo con las guitarras en arpegio, la bateria con escobillas, la voz impressionante de Nilsson y la composición de Fred Neil. Siempre que la escucho me viene una ola de calidez indescriptible. Un día soleado.
Un disco:
«Pet Sounds» (The Beach Boys, 1966).
Brian Wilson llegó a su zénit creativo con solo veinticuatro años. Su progresiva mejoría en la composición y la producción (sobre todo a base de estudiar muy bien a Phil Spector) le llevan a componer un álbum en el que puedes descubrir cosas nuevas aun habiéndolo escuchado montones de veces. El arreglo vocal de «Wouldn’t it be nice» es immejorable, «God only knows» es belleza pura y todo el disco es un portento de inventiva y audacia.
Un concierto:
Radiohead (Teatro Tívoli – Barcelona, 2000).
Una increíble banda en su mejor momento. Ya tenían grabados «Kid A» y «Amnesiac», pero todavía no habían salido a la luz. Venian de hacer el «Ok Computer» y el repertorio osciló entre éste álbum que todos conocíamos y las nuevas canciones que escuchábamos por primera vez. Algunas como «Knives out», «Everything in it’s right place» o «Pyramid song» se me quedarían lo suficientemente en la cabeza como para reconocerlas cuando meses más tarde salieron los discos. Todo esto en un auditorio con solo 2000 personas. Tuvimos mucha suerte de estar allí.