No hay medio de comunicación al que no se le llene la boca con la dichosa ciclogénesis. Es como cuando un niño aprende una nueva palabra y no la para de repetir. Como vivimos en un país en el que siempre aprovechamos estos fenómenos (los lingüísticos, no los metereológicos) para sacarlos de contexto, hemos decidido ser pioneros y «originales» titulando así las reseñas de unos cuantos discos cuya escucha nos sacude (no necesariamente con espasmos), antes de que los periodistas deportivos se lo apliquen al próximo partido de Messi o Cristiano Ronaldo.
«Lesiones cerebrales» (Autoeditado, 2010) ya puso sobre la mesa que Ed Wood Lovers, aún con cosas por pulir, tenían buena materia prima para hacer canciones pop con tintes tecno, siguiendo más la estela de Ellos que de Family. En su contra, cierto humor en las letras que acababa lastrando algunos temas. Elefant rescató cuatro de aquellas canciones (añadiendo la colaboración de La Bien Querida en «Ciencias exactas») para uno de sus coquetos singles. El año pasado, Discos de Paseo publicó «Albricias», un álbum en el que han crecido exponencialmente, abrazando sin concesiones el tecnopop, filtrando bien su comicidad, regalando hits como «No puedes», compartiendo su universo particular con Astrud, OMD, los grupos Spicnic, los Ultravox más «estribilleros», Franco Battiato o la familia Alaska, y sobre todo, regalando un disco que crece inexorable con cada escucha.
The Rosquettes no esconden sus influencias, es más, para fortuna de todos, las airean. En su primera demo versioneaban a The Kinks, The Seeds, Yo la Tengo, Del Shannon y Love. Un espíritu sonoro que permanece intacto en su debut, «We could have been bigger than…» (guiño a Television Personalities en el título), en el que reducen los covers al «Suspicion» que popularizó Elvis Presley, pero en el que las composiciones propias transitan por ese camino abierto. Reducir su álbum a la etiqueta sixties, sería tan injusto como incompleto. Porque The Rosquettes sin perder de vista el orígen de la música que practican, ni se quedan en meras fotocopias, ni militan en el talibanismo nostálgico. En ello algo habrá influido, también, que tras los mandos estuviera Josema Dalton y así por cada acorde que nos retrotrae, por ejemplo, al merseybeat o al garage primigenio de The Trashmen, encontramos una dosis de Pixies o Hefner.
A Don Rogelio J. habrá que ir pensando en ponerle una calle por su proselitismo en pro de la difusión del rock and roll, así, sin sufijos, ni nomenclaturas raras. Bien por sus maravillosas ilustraciones o por los diversos combos musicales en los que ha estado o sigue involucrado. En Aullido Atómico le acompañan el gran Rolando Bruno (aunque el álbum lo grabó dr. Galbis) y Quique Medianoche, de los tristemente extintos Midnight Shots. «Asalto al corral» (Discos Calamidad) es su primer disco grande y en él no falta absolutamente de nada: puro rock and roll y diversión, demoledores estribillos, contagiosas melodías que incitan al baile descocado, instrumentales trotones, coros que parecen aullidos, letras sobre chicas, aires surf, blues pantanoso, retazos punk, actitud y un puñados de buenas canciones que debían haber sido el trampolín para lanzarlo a las primeras posiciones en las listas con lo mejor del año (pasado). Pero nadie es perfecto. O sí.