Agonizaban, musicalmente, los años ochenta y en Valencia otro grupo volvía a adelantarse en el tiempo. Terminal Sur apostaban por fusionar el pop, la rumba o los ritmos magrebíes en un disco al que no le sobraba ni un arreglo ni una estrofa. Escuchado casi treinta años después (fue reeditado este mismo 2015 por el sello Picap, solo en soporte digital) cuesta entender que canciones como «Vampiro» o «Piel de lana» (que tan frescas han aguantado el paso del tiempo) no tuvieran una proyección masiva. Pepe Cantó, miembro del combo en cuestión, rememora aquellos años:
Viajero, Terminal Sur (PDI, 1988)
En 1986 y a propuesta del músico Vicente Alonso, ex componente de la banda mítica folk Al Tall, y producido por la Trobada Dels Pobles Del Mediterrani, dirigida por Albert García, se formó el grupo de folk Mar Internum, en el que coincidimos entre otros músicos: Miquel Gil a la voz, Vicente Sabater a los teclados, Maribel Crespo al laud, y yo, Pepe Cantó, a la percusión.
Tras esa experiencia, Miquel nos propuso a Vicente, Maribel y a mí, acompañarle al Encuentro Nacional De Canción De Autor de 1986, ese año celebrado en Jaén. Miquel Gil ganó el primer premio, ex aequo con Javier Bergia. Como la experiencia fue realmente buena, tanto musical como personal, Miquel nos propuso participar en la grabación del disco, resultado del premio, y funcionar como grupo. El grupo, decisión tomada por consenso, se llamaría Terminal Sur, contando con las colaboraciones de Lucho Aguilar al bajo y Salva Ortiz a la batería.
Una primera grabación realizada en los estudios de TVE, aunque editada, nunca vería la luz. No nos gustó el resultado. En esos momentos Vicente y Miquel, estaban montando un estudio de grabación, y aprovechamos la ocasión para grabar el disco que queríamos, «Viajero», bajo la producción de Vicente. Incorporamos al grupo a Joso Godofredo a la guitarra, buscando un sonido más eléctrico y rock. La personalidad del grupo quedaba constituida así, en una mezcla de visiones musicales diferentes, que no nacía solo de la búsqueda, sino también de los diferentes estilos que teníamos.
Se juntaron el folk, el rock, el pop, tradiciones magrebíes, la rumba y todo aquello que sabíamos hacer cada uno de nosotros. Buscando el entendimiento rítmico entre percusiones afro y baterías rock, entre guitarras duras y laudes con aromas mediterráneos, entre teclados popis y bajos jazzys. Todo ello siempre, bajo la atenta mirada de la voz de Miquel.
El grupo gustó, tuvo buenas críticas, teníamos un contrato discográfico. Llegamos a tocar en Francia e Italia. Generamos bastante interés en un país, todavía un poco atrasado en aquellos 80, donde en la industria musical aún no habían calado los productos más de fusión o world music. Pero ese interés no tuvo la suficiente consistencia, materialmente hablando, como para poder seguir caminando. Todos nos dedicábamos a la música, de un modo u otro, de forma profesional y teníamos otros compromisos. Así que el proyecto se dejó aparcado, en una especie de año sabático, que se transformó en un adiós en el tiempo.