“Electroshock taronger” supuso la prueba definitiva de que aunque Dwomo no fueran valencianos de adn, han adquirido un compromiso con la ciudad en la que viven. Un estupendo álbum de versiones en el que lejos de explotar el lado exótico que supone escoger temas de Francisco o Vídeo, opta por redibujar ambas y convertir “Latino” en un ejercicio crooner que haría las delicias de los fans del mejor Jay-Jay Johanson y “La noche no es para mí” en una pieza (con letra en inglés) que cabalga en el folk más vibrante. No se detienen en los nombres más conocidos, sino que excavan en el underground valenciano y recuperan a Esgrima, R.C.Druids, Amor Sucio o Felón y su Mierdofón. Una auténtica lección, en todos los sentidos, que se suman a las que ya habían editado anteriormente. Porque Dwomo entienden la música como un acto de amor hacia ella. Por eso les resulta imposible quedarse quietos, decantarse por un sólo estilo y dejar de sorprender con cada paso que dan.
¿En qué momento se encuentran Dwomo?
Estamos inmersos en una trilogía que se abrió con «Electroshock taronger» el año pasado y que se completa con un disco digital de recopilación de caras B y rarezas especial XV aniversario, además de un peculiar disco en directo en el que una banda con carácter de romería galáctica (Orquesta Pinha) toca nuestros temas y así nos entregamos a las voces, con intervenciones escénicas, más de teatro aunque es un concierto que cabe en cualquier sala. Este directo grabado en un teatro saldrá esta primavera con el sello Granja Beat y la recopilación digital en algún momento de este año. Paralelo a esto preparamos en la sombra nuevo material.
Vuestro último trabajado hasta la fecha es «Electroshock taronger» en el que Dwomo cantaba a Valencia, haciendo versiones de unas cuantas canciones de grupos y músicos de aquí. ¿Cómo surgió la idea?
El periodista Rafa Cervera organizó el ciclo «Intercanvis» en el que grupos locales reinterpretaban artistas también valencianos sin límite de estilos ni épocas. Nos invitaron, como fills adoptius, y nació un repertorio con una selección curiosa, pero que tras ese show se quedó en el congelador. Un tiempo después quisimos reenfocarlo en estudio y publicar este beso sonoro a modo de homenaje a la ciudad que nos acogió y sus raíces. Un proceso muy revelador que ayuda a ubicarse, conocer el subsuelo y la historia musical del sitio en que vives. Ejercicio muy recomendable.
El disco lo editó el sello Hall of Fame y no PIAS, con quien habíais editado vuestros últimos trabajos hasta ese, ¿fue por que se había terminado el contrato con ellos o porque una lectura superficial podría pensar que sólo interesaría a un sello valenciano?
PIAS nunca nos ha exigido una exclusividad férrea. Este era un disco aparte, especial, más localista quizá, pero no hubo ningún impedimento, al contrario. Por otro lado siempre queríamos haber hecho algo con Luis G. (Caballero Reynaldo) y al ver que editó en su sello (Hall of Fame) un disco con el repertorio del ciclo «Intercanvis», en el que también participó, entonces lo vimos claro. Rescataríamos esos temas y los lanzaríamos al espacio. Le propusimos la idea, le gustó y adelante. Energía cítrica.
El disco tiene mucho de arqueología musical. ¿Hubo mucho de documentación por vuestra parte? Teniendo en cuenta que no habéis vivido aquí siempre, ¿tuvisteis algún tipo de ayuda?
El proceso fue fascinante. Por lógica queríamos conocer y escoger con criterio y riesgo por tanto consultamos a amigos con documentación, conocimos a eruditos de la música valenciana, de los que controlan detalles y publicaciones valiosas y desconocidas, coleccionistas, especialistas en décadas, periodistas musicales, gente de la calle muy motivados y curiosos por nuestro experimento, freaks estilísticos…Nos cayó mucha información y fue difícil decidir, pero nos ayudó a reubicarnos, a saber el suelo que pisas y el subsuelo también. Ves conexiones, te encajan piezas, te descolocan otras, sorpresas, historia…en fin, como digo es un ejercicio que invito a hacer. En algunos estilos buceamos más, en el underground de los ochenta y noventa más que en la canción protesta más setentera o el folk más local…El abanico abarca varios estilos, dispares en épocas y géneros pero que por diferentes razones con convencieron para jugar. La selección del disco es un arco iris que se produce cuando coinciden el sol mediterráneo y la lluvia cítrica. Vitamina C desde el suelo esta vez.
No era la primera vez que editabais un disco de versiones, ¿qué efecto producen en vosotros para que os interese tanto recrear (o más bien, dotar a esas canciones de una vida paralela) temas ajenos?
Este es el segundo de versiones, antaño hicimos «Rapsodia de frutas». El mundo de la versión es un terreno al que nos asomamos de vez en cuando con buenos resultados hasta ahora. No creemos en la versión como tal. Para tocar el tema igual, o mejor, ya está el autor o la Orquestra Platería. El reto está en adaptarlas, llevarla a tu terreno y que mantenga el nivel, incluso que aporte algo, ahí están el reto y el mensaje. Que el verdadero autor te aplauda o te odie pero que le sorprenda. El descontextualizar ayuda a ver las cosas de otro modo, aportar una nueva visión y ahí empieza un proceso muy divertido. Luego entran a jugar la acidez, los anacronismos, otros instrumentos, otros idiomas (como instrumentos que son), el riesgo, el gusto, la ironía, el respeto, el desprejuicio…Todo es más sencillo, de repente lo ves claro y pruebas. Para nosotros es un terreno paralelo de creación, no sólo de recreación y le hemos ido pillando el punto de cocción como a un arroz negre.
Dwomo es un grupo que da la sensación que está en continuo movimiento. Por los distintos formatos a los que os adaptáis a la hora de actuar, por vuestras colaboraciones con otros músicos o por vuestra batidora sonora donde cabe (ajenos a modas) casi todos los sonidos que uno pueda imaginar.
El movimiento te hace sentir vivo, también el esbozar o ultimar los detalles del próximo plan…Es cuestión de inquietud más que supervivencia, que también influye, claro. Tenemos nuestro grupo con diferentes formatos para nuestro disfrute y expresión, desarrollo de las ideas y disfrute del público. Cantamos a los miniterrestres, nos desdoblamos como bajista y batería en nuestra faceta más experimental (Parmesans) y en nuestro grupo paralelo instrumental de música jamaicana y surf (Le Grand Miércoles, a punto de salir el segundo album). Nos autogestionamos y por extensión dinamizamos un poco el asunto con ciclos, con traer grupos de fuera, minifestivales, eventos, es bueno para el grupo ampliar la agitación un mínimo…Por otro lado nos gusta colaborar en proyectos que nos resulten interesantes y lleven otra dinámica. Amantes sanos que nos seducen, aportan y a los que procuramos aportar. Ambos tocamos en estudio y en directo con el gran Gilbertástico. Coque saca ahora un disco en solitario con el nombre (y apellido) de Fabiani, también toca con Mono33 y Antonio colabora con Cándida. Todas son propuestas no casadas con un único estilo, eso lo hace sugerente. La actividad y sus frutos reafirman el viaje. Pero no todo vale, estamos abiertos a experimentar y a ver las cosas desde distintos puntos, frescura… pero no nos seduce cualquier cosa, el punto de riesgo lo hace más interesante. Además hay que dosificar tiempo y energía, de hecho hay proyectos en el cajón en cuenta atrás…
¿Qué importancia tiene el sentido del humor en Dwomo?
Dwomo es un grupo muy serio, de ahí que el humor sea un ingrediente de peso. La transgresión de ciertas normas, la pérdida de respeto a clichés establecidos, el prisma desde el que vemos las cosas, una ironía más encubierta y la antietiqueta son factores importantes en nuestra filosofía, pero todo está bajo la carpa de la frescura, no todo vale. Buscamos la reflexión y lo colorista, no la risa fácil. Dwomo no es un grupo de llorones, ya hay demasiados creo, incluso alguno lo hace con arte, pero tenemos nuestro propio sentido del melodrama. Tampoco somos un grupo de humor ni chiste fácil, nos limitamos a transmitir nuestro mensaje y ahí está implícita una actitud a veces algo irreverente. Además el humor es una fuente de inspiración, no sólo un chiste de sobremesa. A veces veo grupos haciendo algo muy serio, aparentemente dignos, en posesión de un mensaje de alta melancolía y provocan más risa que un episodio de «Museo Coconut». Supongo que habrá quien piense lo mismo de nosotros. Hay que saber escuchar.
¿Ha colmado Valencia las expectativas que pudierais tener cuando os trasladasteis aquí a vivir?
Son ya siete años… Las expectativas de aterrizaje sí, desde luego. Las de mantener la base aquí han zozobrado en algún momento. Pero somos consecuentes con lo que hay, la consabida crisis que ya venía haciendo sangre desde antes de que muchos se echaran las manos a la cabeza, el golpe de timón en el mundo del disco, la crisis de valores…Valencia es buena para cambiar el ritmo, replantearse estrategia, madurar y aguantar el temporal. Madurar el punto de vista. En estos momentos, pese a las fallas, tenemos buenos aliados y razones de peso por las que seguir cumpliendo desde el Levante nuestra misión. Seguiremos informando.
¿Cómo veis la Valencia musical?
Variopinta. En una ciudad de un millón de personas tienen que pasar cosas y haber tendencias variadas, la música es una disciplina que aporta mucho al pulso artístico de la ciudad. Hay bandas muy interesantes y una evolución clara. Valencia irregular y efervescente underground. Por otro lado veo menos empuje en exportar las ideas, en que las cosas trasciendan. Lo diré siempre: El clima condiciona para lo bueno y para lo no tan bueno.