Joan Miquel Oliver podría ser el nombre de un planeta y a nadie le sorprendería. Seguramente a mucha gente le gustaría vivir en él. A lo largo de su carrera (literaria o musical) bajo su nombre, el cantautor galáctico ha construido un mundo personal que muchas veces partiendo de lo más cercano alcanza más allá de cualquier límite.
En esa trayectoria, el disco Surfistes en càmera lenta (2005) fue una de sus primeras piedras. Suponía su debut en solitario mientras continuaba en paralelo con Antònia Font. Diez canciones mágicas, de melodías y estrofas contagiosas, letras entre el costumbrismo más marciano y la psicodelia más cercana, hits de butxaca con cierto aroma a pertenencia no se sabe bien a qué. Resumiendo, un discazo.
Cuando el álbum cumplió los quince años, se reeditó en vinilo (en su día solo se publicó en cd) y Oliver comenzó una gira para celebrar el aniversario. Conciertos que se han ido extendiendo en el tiempo y que hacen parada en València el próximo domingo, 27 de noviembre, a las 19h, en el Teatre El Musical.
Cuando se le pregunta a Joan Miquel Oliver por el disco repite en varias ocasiones el término «doméstico» para definirlo. «El proceso de producción y grabación de Surfistes en càmera lenta fue muy doméstico en muchos sentidos. Primero porque lo hice en casa. Y segundo porque todo lo que utilicé fueron juguetes, sintetizadores, guitarra acústica, percusiones que tocaba yo mismo, hay panderetas, darbuka… fue todo muy muy hecho en casa, muy rudimentario, muy cercano, muy físico. Las voces femeninas que se escuchan son las de mi pareja de entonces, grabadas en batín, por las tardes, con los cascos, sentada en una butaca, cantando «La mujer que mordió un piano». Todo muy cercano, sobre todo muy doméstico».
Pasados los años y mirando hacia atrás Oliver afirma que el álbum le dio «algunas alegrías y algún disgusto, la verdad es que como primer disco fue difícil». En el apartado de alegrías destaca que Surfistes en càmera lenta supuso «demostrarme a mí mismo que podía hacerlo solo. Sobre todo cantar. Yo, en aquella época, estaba un poco cerrado en mí mismo, muy solitario, no hablaba prácticamente con nadie (ríe), y el hecho de cantar fue una manera de ponerme en un lugar importante». Sobre el disgusto, «que en realidad no fue tal, es que comprobé que estar encima de un escenario y ser el centro de atención y tocar la guitarra y cantar bien es muy muy muy difícil. Ahora estoy contento, pero en aquel momento algunas veces lo pasaba mal».
Más de quince años después de su publicación, Oliver confiesa que «ahora sí me siento preparado para estar en un escenario. Desde Surfistes en càmera lenta he hecho cinco discos más en solitario y unos cuantos con Antònia Font. Y la reedición del disco y estos conciertos es como darle una segunda oportunidad a este álbum. Porque después de centenares de conciertos con Charly Oliver y Jaume Manresa, ahora me siento muy bien encima del escenario, me siento mucho más capacitado para defender Surfistes en càmera lenta». Joan Miquel sabe que le entendemos.