Foto: Belén Segarra.

Gener en color. Foto: Belén Segarra.

Gener dejan el blues que bañaba su primer disco, «El temps del llop» (Mésdemil, 2014) para abrazar con vitalismo el soul de aires expansivos y psicodélicos de «Oh, germanes!» (Mésdemil, 2016). Un álbum poliédrico, espiritual, que crece con cada escucha, que sabe donde pisa pero ansía saltar con los brazos abiertos, y que les refuerza como grupo. De todo ello, hablamos con Carles Chiner, voz, guitarra y unas cuantas cosas más de la banda.

Ha habido muchos cambios entre el primer y este segundo disco. Incluso tú hablabas de una nueva etapa. ¿Qué ha pasado para que se produjeran?

Ha pasado un año y medio lleno de experiencias de todo tipo. Nos hemos ido conociendo mejor, como músicos y como personas. En lo bueno y en lo malo, que diría un cura. Podría decirse que la implicación de todos en la relación ha hecho que pasemos del folleteo al matrimonio.

El disco se abre con «Vudú contra el senyors de la guerra», la mejor transición entre el disco anterior y este «Oh, germanes». ¿Fue elegida a propósito por ello?

Absolutamente. El tema fue compuesto expresamente para abrir el álbum. Por un lado, el disco iba tomado la forma de una especie de altar/collage y “Vudú contra els senyors de la guerra” siempre fue en nuestra cabeza la plegaria inicial. Por otro lado, es el único tema del disco en el que puede apreciarse claramente una raíz de blues, que en “El temps del llop” empapaba el disco, así que parecía natural que sirviese de puente a los nuevos temas, más embebidos del soul y la psicodelia pop.

«El temps del llop» fue un disco muy personal, en el que prácticamente tocaste todos los instrumentos. En «Oh, germanes!» el concepto de Gener como grupo tiene más presencia. ¿Fue fácil para ti cambiar la manera de trabajar? Que el disco suene como muy expansivo en muchas ocasiones, ¿es fruto de esa implicación del grupo?

Ahí radica la diferencia: mientras que el disco anterior fue un proceso largo y muy cerebral, en el presente disco hemos podido funcionar de una manera mucho más orgánica, trabajando las canciones desde el sonido directo, no pensando los arreglos en un plano mental. En ese sentido ha habido más ensayo/error y por mi parte no he sentido la necesidad de producir maquetas con un nivel de detalle en los arreglos como las que grabé para “El temps del llop”, lo que ha permitido que cada músico se lleve a su terreno interpretativo las canciones, haciéndolas suyas. Por otro lado, la mano santa de Paco Loco, y su santa intuición en las mezclas, han tenido gran parte de culpa en ese sonido expansivo del que hablas. Era un trabajo complicado, lograr calzar todas esas voces y arreglos en la mezcla, encontrarles el sitio adecuado. Y Paco lo ha hecho de un modo maestro, respetando al máximo las interpretaciones, incluso los errores, todo aquello que hace de un tema una experiencia acústica original e irrepetible.

Para el primer disco, partiste de una preselección de 20 canciones que fuiste cribando, te llevaste 13 al estudio y al final grabaste 11. ¿Has recuperado algo de aquel material que quedó excluido? ¿Para el nuevo disco repetisteis el mismo proceso o no hubo que hacer criba previa y al estudio llegasteis con las once publicadas?

Había olvidado estas cifras y veo que se repiten con exactitud. Lo cierto es que también en este caso compuse una veintena de canciones, también trece de ellas llegaron al estudio y se grabaron, para terminar seleccionando los 11 cortes que han acabado formando “Oh, germanes!”. Del material excluido de “El temps del llop” no recuperamos nada de nada; una vez surgido una especie de hilo conductor daba pereza mirar atrás.

Gener en blanco y negro. Foto: Belén Segarra.

Gener en blanco y negro. Foto: Belén Segarra.

Es un disco muy espiritual, muy negro, muy arraigado a la tierra, ancestral incluso. ¿Era este un punto de partida cuándo empezasteis a componer las canciones?

Sí que hubo desde el principio una fuerza de atracción que nos empujaba de un modo inconcreto hacia lo soul. Pero fuera de eso, en términos de dirección compositiva yo no tenía nada claro. Mi proceso de composición es desde hace algunos años más o menos el mismo. Una persona sabia me enseñó que el vacío puede ser una cosa fértil, así que desde entonces no fuerzo la búsqueda. Apunto una frase, grabo una nota de voz… y las dejo que vayan formando poso. Tarde o pronto dos ideas se cruzan y encuentras un cabo del que tirar. En esta ocasión, sin querer me encontré con tres canciones que hablaban sobre mujeres, y a partir de ahí nos pareció inevitable seguir obsesivamente por ese caminito hasta el final.

Como indicas es un disco muy soul, bailable, vitalista. ¿Esto fue intencionado? ¿El cambio viene determinado por algún otro cambio en tu vida, en tu realidad, en tu entorno? ¿Afectan esos elementos extramusicales a la hora de componer?

No es algo intencionado, en el sentido en el que, como te decía antes, no parte de una búsqueda, sino de un ir encontrándose cosas. Pero sí que es cierto que siempre hay un mecanismo psicológico detrás: compuse la mayor parte de los temas del disco anterior bajo la amenaza de la paternidad inminente. En este disco ya soy un padre asimilado y tontamente feliz. Estoy aprendiendo a volver a enamorarme de las cosas y empiezo a aborrecer la queja constante y la autocompasión. Además, tengo a cuatro personas a mi alrededor donando su sangre al proyecto, lo que da lugar a menos momentos de soledad. Cuando estás solo, la vida transcurre en tu cabeza. Cinco personas bailan, ríen y lloran juntas.

En el disco anterior ya se filtraban sonoridades mediterráneas (por ejemplo en «Sargantana balear»), pero en este su presencia es mayor. También el factor psicodélico aumenta e incluso muta, como si lo que antes remitía a, por ejemplo, Tame Impala, ahora lo hiciera a Pep Laguarda & Tapinería.

Nuestra sensación es que hay mucho más sonido mediterráneo en el disco anterior que en éste, que ha terminado por ser más eléctrico. Más expansivo y menos oscuro y profundo en términos acústicos y de producción. En todo caso no somos de llevar discos al estudio para decirle al productor: “queremos sonar así”.

Todo en el disco (las canciones, los arreglos, la portada, el título, las letras, …) apunta hacia un camino liberador. ¿Ha de entenderse como un exorcismo al anterior Gener? ¿Hubo algo de asfixia en esa etapa anterior?

No, para nada. Creo que, simplemente, el entusiasmo del proyecto ha terminado contagiándonos a todos y de ese entusiasmo han nacido las nuevas canciones.

Es un disco que, por todo lo que comentamos en la pregunta anterior, tentaba a invitar a otros músicos a colaborar, sin embargo más allá de Las Reinas Magas no participa nadie más. ¿Necesitabáis que fuera solo un disco de Gener? ¿Crees que gracias a eso, a no invitar nadie, habéis conseguido esa rotundez que tiene el disco?

La verdad es que en ningún momento se nos ocurrió plantear colaboraciones. De hecho, la idea de incorporar a las Reinas Magas llegó relativamente tarde en la fase de composición. Pero de pronto casaba todo: la formación de soul clásico con voces femeninas, el concepto del disco, la idoneidad de las personas implicadas…

Sylvia Plath, Nina Simone, Marlene Dietrich, Kim Novak, Rosa Luxemburgo, La Pasionaria, Rosa Parks,… son algunas de las mujeres que, de una manera u otra, aparecen en el disco. ¿Qué importancia tiene en el mismo la reivindicación de todas ellas?

Algunas, como Sylvia Plath o Nina Simone, son parte del contenido del disco, de las canciones. Amores platónicos. Otras son simplemente figuras importantes, en nuestra mitología particular o en la cultura universal. Nos apetecía situar a todas esas mujeres importantes junto a nuestras madres, hermanas y amadas. Ver el mapa diverso y plural, no la imagen estática y sublimada de la Mujer con mayúscula. Cada vez que veas a alguien poner una idea o una visión sobre la realidad en mayúsculas, échate a temblar, porque la cosa terminará en robarle su libertad a alguien. Por eso era importante poner a mujeres muy diferentes y no todas ellas necesariamente personas ejemplares.

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¿Cómo surge la portada de Alberto Beltrán? ¿Le disteis muchas indicaciones? ¿De quién fue la idea de este pequeño Sergeant Pepper’s?

La idea inicial de hacer un mapa, una especie de altar o aquelarre con muchas mujeres la tuve muy al principio de dar con una línea clara de trabajo. También, desde el principio, supe que tenía que ser Alberto quien la hiciese. Como pintor es excepcional, personal y obsesivo. Es músico y un compositor de canciones con olfato e intuición. Tiene una visión global del asunto y cuando se compromete con algo que le gusta lo hace suyo, elevando las exigencias al máximo. El resultado es que, desde aquella idea tosca inicial a la visión clara y luminosa de Alberto, existe un abismo. El que hay entre una portada pretenciosa y una portada deliciosa. Nosotros sólo le facilitamos un listado de nombres y un par de referencias de akelarres de Goya y de tablas de El Bosco. Él escuchó el disco concienzudamente, se pasó por el forro la oscuridad que le proponíamos y le puso al disco la cara soleada que se merecía.

El disco está producido por Paco Loco. ¿Por qué le elegisteis? ¿Hubo algún disco concreto que os hizo decantaros por él?

Más que discos concretos, de Paco nos emociona el concepto de grabación y el respeto por la interpretación de los músicos y la toma directa. Era lo que buscábamos desde el principio: sacarnos la espina de no haber podido grabar juntos el primer disco y hacer un segundo como una banda, en directo, o con los menos overdubs posibles dentro de las limitaciones técnicas, que en los estudios de Paco se reducían al mínimo.

¿Cómo fue el trabajo con él? ¿Llevasteis las canciones muy trabajadas? ¿Estuvisteis muy abiertos a sus sugerencias? ¿Qué importancia tuvo en el resultado final?

Paco ha sido decisivo. No tanto en la estructuración de los temas, que ya venían muy trabajados desde el local de ensayo –aunque también metió su zarpa de modo brillante en algunos detalles-, como en el modo de encajar todo lo que traíamos en la cabeza en una mezcla de un modo coherente. El tío es pura intuición y desconfía por lo general de la técnica y los virtuosismos. Eso, sumado al equipamiento y al trato humano, produce un estado de relajación y predisposición al trabajo que hace que todo fluya sin tensiones.

Tu voz ha ganado en registros, incluso en dramatismo cuando hace falta (por ejemplo en «El meu amor es diu Dolors», algo así como vuestro «I put spell on you») sin caer en la exageración. ¿En qué medida ha podido ser por tus experiencias teatrales?

Intento aprender de cada experiencia que se presenta. No creo merecer la honra de ser considerada una persona de teatro, pero mis pocas incursiones en este campo, a través de la escritura o la interpretación, me han abierto los ojos respecto a la importancia de los matices, de las modulaciones, de los cambios de ritmo o registro repentinos, de las pausas y los silencios. Cantar no es muy diferente a interiorizar un texto y vivirlo en presente.

El disco termina con «La reina del oceà», una canción que cuenta una historia muy dura con una melodía muy acogedora, casi una nana. ¿Por qué crees que ese contraste entre letra y música puede despertar más fácilmente las conciencias?

No me atrevo a imponer una visión del mundo y me viene grande eso de tratar de despertar las conciencias. Además, la realidad es siempre más compleja y efectiva que cualquier artefacto artístico. Basta mirar cualquiera de esas fotos de niñas y niños muertos en la orilla para que la conciencia vomite y el alma quiera apearse del mundo. La canción surgió así, con esa pena profunda y a la vez con esa necesidad de retorno a la ingenuidad del sueño, que siempre es mágico y sencillo, en oposición a la complejidad de la puta realidad. Por eso debía ser una nana, porque no hay modo adulto de hablar de ello sin lanzar un gañido de rabia o vomitar heces.

¿Sufren muchas transformaciones las canciones? ¿Cuándo las dais por cerradas?

En algunos casos, como “Les dones”, “A Eunice” o “Qui t’estima”, desde el primer ensayo se ve claro que la canción está como debe estar y que sólo falta trabajar las partes, pulir los matices, encontrar las texturas. En otros, como “Pel jardí de les espines”, “Convencionals” o “Aleluia”, el trabajo con la banda ha sido fundamental para detectar las partes que no terminaban de funcionar y darles las vueltas de tuerca necesarias.

¿Habéis puesto muchas expectativas en el disco?

Las expectativas no son de fiar. Hemos vertido toda nuestra sangre a fondo perdido.