Pumuki llegó a nuestros televisores a principios de los años ochenta. Era un duende travieso, una especie de antecedente de Bart Simpson, con voz repelente, al que le gustaba la cerveza y vivía con un carpintero. Pumuky, con y griega, fue una de las canciones incluidas en el primer disco de El Niño Gusano, «Circo Luso (1995). Tal vez el pasaje más Jesus and Mary Chain del grupo zaragozano, con guiño a «You really got me» y aquel requiebro en la letra que decía «El sol de mi cabeza es de muchos colores».
Lejanos al primero y cercanos tangencialmente a los segundos (su propuesta comulga más con la intensidad compositiva de Migala o las nebulosas sónicas de los primeros discos de Señor Chinarro), la década de los dos mil alumbró (tras un afortunado cambio de nombre) a Pumuky en un pequeño pueblo de Santa Cruz de Tenerife. Los hermanos Jaír y Noé Ramírez ya llevan cuatro discos grandes desde entonces. El último, «Justicia poética» (Jabalina, 2015), que ahonda más en la vertiente electrónica que habían empezado a esbozar en anteriores entregas.
Este año publicasteis «Justicia poética», cuatro años después de vuestro trabajo anterior, Plus Ultra». Nunca había transcurrido tanto tiempo entre un disco y otro de Pumuky.
Por el medio hubo una refundación profunda en la formación de la banda y lleva tiempo reclutar nuevos aliados, además de tener que adaptarnos a nuevas herramientas musicales ya que no teníamos a nadie que pudiera ocupar el puesto de baterista, circunstancia de donde viene la vertiente más electrónica de este «Justicia Poética». Por otro lado, no solemos tener prisa por publicar, sólo lo hacemos cuando estamos satisfechos del material que queremos mostrar, y esta colección de canciones nos requirió bastante trabajo y reflexión hasta llegar a ese punto.
Entre ambos discos se editó el EP «Pumuky y el eterno femenino», en el que se incorporaron al grupo Adán Zeus y Daniel Benavides. ¿En qué medida aquellas tres canciones fueron el origen de este disco?
En ese EP justo acabábamos de conocer a Adán Zeus y Daniel, por lo que nos sirvió de ejercicio de comunión para ver cómo nos adaptábamos a trabajar y convivir juntos. La experiencia fue muy positiva, dos años después seguimos juntos, y sus personalidades musicales han impregnado una gran parte de «Justicia Poética», así que visto desde esa perspectiva en ese pequeño 7″ se fraguó mucho de lo que somos ahora.
La principal novedad respecto a «Plus Ultra» es la mayor presencia de sintetizadores y cajas de ritmos y la ausencia de batería. ¿Crees que esa circunstancia os ha permitido crecer de una manera que tal vez no hubiera sido posible (o al menos diferente, igual más continuista) con la formación anterior?
Totalmente. Cada obstáculo en el camino, y en Pumuky han sido frecuentes, te hace buscar nuevas sendas, y así terminas encontrando, incluso por accidente, lugares que de otra manera no hubieras llegado o hubieras tardado más en llegar.
Se suele hacer especial hincapié en vuestra habilidad para generar determinados sonidos o sensaciones (atmosférico, envolvente, oscuro,…), y tal vez se pase por alto vuestra capacidad para componer canciones. ¿Crees que es el formato ideal para contar lo que quieres?
Nos gusta vestir las canciones de tal manera que transmitan una serie de sensaciones, emociones, pero lo que más nos importa es su esencia. Si una canción estando desnuda, voz y guitarra, creemos que no transmite, directamente la descartamos. Si funciona en su mínima expresión entonces ya nos sentimos libres para probar lo que queramos con ella.
Es, posiblemente, el disco en el que mejor cantas y más parece que lo disfrutas. Escuchándote era difícil no recordar aquella maqueta en la que se podía leer «Jaír Ramírez se esconde detrás de Pumuky» porque es algo que hoy en día parece que ya no tendría tanto sentido. ¿Te ha ido costando asumir ese protagonismo que tiene la voz o siempre has estado cómodo?
Agradezco tus palabras, soy consciente de mis carencias a la hora de cantar, de hecho nunca me he sentido cantante, pero no veo a otra persona cantando mis canciones, así que prefiero hacerlo yo, a mi manera. Es uno de los discos en los que más he trabajado la voz en la intimidad, porque quería llegar tranquilo al estudio de grabación y que ni los nervios ni la presión me jugaran una mala pasada, como muchas otras veces. Creo que la estrategia me funcionó, así que estoy contento por ello.
Habéis contado con la ayuda de José A. López en la grabación. Curiosamente, un músico que ha sido en ocasiones vuestro batería para vuestro disco con menor protagonismo de ese instrumento. Más allá de la anécdota, ¿que aportó al resultado final? ¿Pensáis que es positivo contar siempre con una visión externa al grupo a la hora de entrar en el estudio?
José A. López ha sido nuestro ultimo batería titular, así que fue una suerte poder ir a grabar a su estudio, La Caterva Grabaciones, porque nos conoce bien, lo que permitió que nos sintiéramos cómodos registrando el disco y que todo fuera fluido. Llegamos con las ideas claras de lo que queríamos, pero siempre es una ventaja que alguien de confianza y con buen hacer te oriente cuando lo necesitas para llegar a ese sonido que tienes en la cabeza y se te resiste.
Tercera portada de Xavier Jalón. ¿Cómo trabajáis con él? ¿Le dais total libertad? ¿Escucha el disco antes? ¿Creéis que con los cuidados videoclips que hacéis ayudan a configurar una imagen concreta de Pumuky?
Le damos especial importancia a las portadas de nuestros discos, como si fueran la traslación visual de lo que queremos contar con las canciones, entonces nos gustar dirigir todo el proceso. Solemos imaginar las portadas, momento en el que nos reunimos con Xavier Jalón para contarle nuestras ideas, al tiempo que le enseñamos las canciones. Tenemos la suerte de contar con su genio desde hace años. Tiene una sensibilidad muy especial y consigue plasmar en el papel con facilidad lo que buscamos, lo que nunca deja de sorprendernos. Seguimos un proceder similar con los vídeos y demás material visual. Lo estético, aunque no es lo más importante para nosotros, también habla por ti, por lo que nos gusta cuidarlo y que tenga una coherencia con respecto a nuestra música.
¿En qué medida afecta a las canciones el hecho de vivir en Tenerife?
Tu entorno, los paisajes y gentes que te rodean, te moldean la personalidad, así que indirectamente también termina influyendo en tu obra.
¿Y al grupo el hecho de que seáis dos hermanos los que lleváis el peso del mismo?
Una banda que puede discutir sin miedo a resquebrajarse es una banda que disfruta de buena salud, y el tener a tu hermano en la banda es una ventaja en ese sentido, porque podemos tener acaloradas discusiones musicales entre nosotros y luego estar como si nada.
En febrero del 2014 hicisteis una gira por México. ¿En qué medida ha marcado al grupo posteriormente?
Recibimos mucho cariño, lo que nos aportó una confianza y ánimo que nos hacía falta para afrontar esta nueva aventura. Fue llegar de México y encerrarnos a trabajar en «Justicia Poética».
En varias ocasiones has contado que para ti y tu hermano acceder a determinadas músicas desde vuestro pueblo, Icod de los Vinos, en la era preinternet era casi pura arqueología. ¿Crees que el sonido de Pumuky sería distinto de haber existido las facilidades de hoy en día para escuchar cualquier disco de cualquier época?
En pleno 2015, con la explosión de internet, suena ridículo, pero sí, cuando éramos adolescentes conseguir la música que nos gustaba era un acto de romántica arqueología. No sé si nuestro proyecto hubiera sido diferente si hubiéramos vivido otra época; lo que sí tengo claro es que lo que vivimos nos sirvió para fortalecer una militancia y un amor por la música que ahora nos ayuda a plantearnos el proyecto de la manera en lo que lo hacemos.