Tail hacían rock and roll en el sentido más amplio del término. Podían sonar enérgicos como The Stooges, melódicos como cualquier combo de power pop, acelerados cultivando las enseñanzas del punk más clásico o desorbitados siguiendo las estelas hard. Dejaron dos adictivos trabajos plastificados, «Acoustic Pollution» (Tumismo Records, 1999) que recopilaba temas de sus dos maquetas y este «Combat Rock», considerado como su primer álbum para ellos, con el que retrocedemos algo más de una década junto a David Garrido, voz y guitarras de la banda.
«Combat Radio», Tail (Criminal Records, 2002)
«Combat Radio» ha sido un disco muy especial para casi todos los que intervenimos en él. Recuerdo que la banda se había rearmado después de un par de maquetas y que tras telonear a The Buzzcocks y dar varios conciertos en Valencia con cierta repercusión, comenzamos a buscar un estudio en el que pudiéramos meternos a grabar todo el material nuevo que estábamos haciendo en aquel momento. Nos costó encontrarlo, pero al final nuestro guitarra, Heri Bueno (RC Druids, Los Pataconas) nos convenció para sentarnos a hablar con Adolfo Barberá, mito de la escena valenciana de los 80 que había tocado en bandas como Glamour, Doble Cero o Parálisis Permanente. Fuimos a su estudio con una cinta grabada en el local y tuvimos una charla con él bastante distendida. Al final, salimos convencidas ambas partes y nos pusimos a grabar aquel mismo verano, durante las dos primeras semanas de agosto.
Al principio la cosa no arrancaba del todo. Las primeras tomas no fueron buenas y el primer día tanto Adolfo como nosotros no acabamos muy contentos. Al día siguiente volvimos a empezar de cero, y la cosa fue muy distinta. La mala hostia habitual del grupo afloró de repente y fue nuestro combustible para el resto de la grabación. Hubo incluso momentos de tensión, por otra parte algo bastante normal tratándose de Tail. Recuerdo, por ejemplo, cuando Fletán se encaró con Adolfo porque quería meter el micrófono totalmente dentro del bombo y éste último se negaba aduciendo que no sonaría bien. Al final, nuestro productor transigió y el resultado fue cojonudo. O cuando Adolfo le tarareó a Heri como debía hacer uno de los solos de «Snake Drive Blues» y el Fletán le espetó: “No, si con la boca es muy fácil… Tú dedícate a lo tuyo y deja que la música la hagamos nosotros”.
Pero a pesar de todas estas cosas, hubo mucho feeling durante la grabación del álbum, y a medida que la cosa iba cogiendo forma, se nos veía a todos más entregados en la faena, en espacial a Adolfo Barberá, que hizo un trabajo memorable en las mezclas y la masterización. Mi relación con él fue muy buena, y me ayudó mucho con la voz, dándome seguridad en todo momento. De hecho, creo que de no haber estado él al otro lado de la pecera, no hubiera cantado esas canciones de la misma forma. No digo que lo hubiera hecho peor, pero desde luego lo hubiera hecho diferente. El último día de la grabación, confabulado con Adolfo y a espaldas de los demás, Fletán metió la nuez en «Wave of Corruption» y llamó a César Campoy para que tocara los pianos y teclados que aparecen en varios temas del disco. Recuerdo que cuando lo oímos por primera vez entero, del tirón y ya masterizado, tuvimos la sensación de que habíamos grabado justo el disco que queríamos grabar. Después pasaron muchas cosas, algunas buenas y otras no tanto, pero aquella sensación ya no nos la quitará nadie.