Íñigo Soler. Foto: Arianna Angelini.

Íñigo Soler no es un recién llegado. Ahí están Spheniscidae o Geografies. Pero, de alguna manera, firmando su primer disco con su nombre y apellido, sí es como si volviera a empezar. Ahora que está en blanco (Autoeditado, 2019) derrocha sinceridad, melancolía introspectiva que al mismo tiempo necesita gritar tanto como respirar. Canciones muy orgánicas y que desnudan tanto como una radiografía del corazón o un TAC de la cabeza. Pero nadie mejor que él para hablarnos, una a una, de sus composiciones. Le cedemos la palabra:

Hago muchas muchas canciones, sobre muchas muchas cosas. Son como un diario personal. Lo que me cuesta es elegir qué ideas desarrollar y saber encajar unas canciones con otras para que tengan un sentido narrativo, como lo tienen mis discos favoritos. Tener el concepto es lo que decide qué ideas convertir en canción y qué ideas dejar en el cajón. Cuando tuve Lunes y Viernes lo pensé: “la semana, la puta semana es lo que me tiene aquí atrapado”. Luego vi que tenia varios temas que encajaban en alguno de los días, como Martes. Otros que encajaban con la posición de la semana, como Miércoles. Y otros que tenían el sonido de ese día: Sábado es una canción hecha un sábado y Domingo es una canción hecha un domingo. Parece una tontería, pero creo que las dos canciones recogen totalmente el mood de su día.

El proceso de composición es bastante lineal: siento algo, quiero escuchar una canción que me acompañe en ese momento, no encuentro la que habla de ello, la hago, la grabo en casa, junto unas cuantas, se las enseño a Pau Paredes, “eh! mola”, uno u otro podemos tocar todos los instrumentos que queramos, disfrutamos de esa libertad, las arreglamos, las regrabamos, las mezclamos, ella se encarga de la portada, es mi cumple, estoy contento, voy a enseñarlas.

Grabábamos a partir de las 7, cuando salía del curro. Y teníamos que acabar antes de cenar, antes de derrumbarnos después de todo el día. Fantaseo con esos procesos de grabación en el que la banda viaja a un estudio que está en una casa rural y pasan allí dos semanas. Pero de alguna manera, me realizaba mucho ser tan coherente: grabar un disco sobre la rutina, Madrid y la falta de tiempo al salir del curro y pensando si tenía cena en la nevera. Estaba viviendo lo que estaba cantando y creo que esa energía se queda en el disco. Que sea tan transparente y tan “yo” es lo que me animó a sacar el disco directamente con mi nombre por primera vez, no como Spheniscidae.

Para entender mejor las canciones, os voy a contar la historia de Domingo.

1- Lunes (Madrid)

Hoy le pesa el lunes. Hace 7 meses empezaba feliz en la agencia, pero hoy está cansado; cada vez cree que es más corto el fin de semana; la ducha no se lleva las ojeras y no queda café. Al coger la bici despierta, y de camino al trabajo se propone escribir más, acabar esa canción, coger más la bici y… “Oh, mierda, meditar. Hoy quería meditar antes de salir”.

2- Martes (Todo va antes)

Todo está en marcha, Domingo está motivado. Ha escrito en la pizarra todo lo que quiere hacer; ha hecho 10 flexiones (“mañana 15” dice); ha ordenado rápido el cuarto para que le dé tiempo a acabar la canción antes de quedar con ella; mail del curro; ganas de dormir. “Oye, ¿y si movemos el cine a mañana? ¿No puedes? No sabía que te habías apuntado a cerámica, ¡qué guay! Me tienes que enseñar que vas haciendo. Hablamos para el jueves”.

3- Miércoles (Bonita)

En el medio de la semana Domingo se siente en el medio de la nada. Vive en el centro de Madrid, tiene el mismo trabajo que sus amigos, viste igual de diferente que todo el mundo y se ha dejado crecer un poco más la barba. Se siente un cliché. Al mirar a su pareja, de la que está enamorado, piensa que quizá a ella le valdría cualquier otro igual.

4- Jueves (Manchas)

“Quizá pensarlo demasiado, los problemas que tuvimos en verano o el nuevo curro hayan influido” Le sigue dando vueltas a lo que le dijo el dermatólogo. Tiene psoriasis en las uñas (¡Anda, como yo!) y un cajón en la mesilla con: unas cremas que no sirven de nada, unas inyecciones que fueron una puta tortura y unas pastillas con las que se levanta con nauseas cada mañana. Domingo decide cerrar el cajón y tumbarse con ella un rato.

5- Viernes (No me interesa)

Está sentado en el bar pero no es capaz de decir ni una sola palabra. Sus amigos están hablando de Juego de Tronos. A él le cuesta acabarse la caña, no sabe en qué momento abrirse y decirles que la echa de menos. “Hey, ¿todo bien?”, “De cine”. Hoy todavía mira si ha escrito.

6- Sábado (Volver a rescatarnos)

–Estamos bien, ¿verdad?
–Estamos bien.

7- Domingo (Todos tus gruñidos)

Acaba la semana y piensa que lo entiende, piensa que se entiende. Está tranquilo, ya no piensa si es feliz, piensa en si está contento. Ha dejado de ver las noticias y el fútbol, deja discutir a los demás, da la razón a los los egocéntricos y se despide. Han ido a comprar una planta nueva al Rastro. Hoy hay más luz, una luz bonita.