Si bordeas las Torres de Quart del lado de intramuros, un olor a café tostado ralentizará tu paso con la intención de absorberlo hasta lo más profundo, porque pocos aromas se pueden comparar. Si además cuentas con algo de tiempo valdrá la pena interrumpir la caminata, a cualquier hora, para tomarte solo un café en Mayan Coffees. Elijas la técnica que elijas (café con filtro manual o de máquina), encontrarás la pericia de un barista profesional, Óscar Martínez que en su local a estilo guatemalteco, Guatemala es su país, ofrece un café 100% arábica de procedencia centroamericana, en una mezcla que va cambiando en la carta. Un capuchino 50% Nicaragua (Finca Monteverde) y 50% Costa Rica (Finca Montecarmelo) corrobora que la máquina para tostar el grano que tiene en su cafetería, y que parece una pequeña locomotora negra y dorada, la niña de sus ojos, es un gran invento.
Pese a que Óscar vivía en uno de los principales países productores de café y a escasos metros de fincas cafetaleras, tuvo que ser en una estancia en la fría Oslo (eligió la ciudad por ofrecerle el vuelo más barato a 6 €) con otros derroteros laborales en el punto de mira como consecuencia de la crisis económica, donde entrara en contacto con la cultura, la presentación y la manipulación de esta bebida despertador de conciencias. La suya se vio pero que muy tocada cuando pensó en todo el camino (miles de kilómetros) que había tenido que recorrer para descubrir por dónde seguiría su futuro profesional, porque fue en la ciudad noruega donde un buen día el olor le atrajo hacia un café, Tim Wendelboe, que promocionaba un grano de una zona, Acatenango, muy cerca de su casa en Guatemala. A partir de ese momento, su viaje iniciático consistió en acercarse muchos sábados al caer la tarde para descubrir los secretos del oro negro.
E ideó un plan, y lo más importante, lo llevó a cabo. Dibujó una vuelta a su país para estudiar en La Escuela del Café (Asociación Nacional del Café), y más viajes a España, Barcelona y finalmente Valencia guiado por los menores costes de los alquileres para materializar el proyecto. En este tiempo Mayan Coffees ha atraído a una clientela fiel compuesta por gente del barrio, por clientes de mayor edad que le siguen pidiendo «un café de esos sin cafeína que preparas» (y eso que no sirve descafeinado por el proceso químico que implica, pero el empleo de granos arábica con menor índice de cafeína a diferencia de los de robusta se aprecia en la taza), por extranjeros a la búsqueda de un buen producto que valorar, y por todo transeúnte atrapado por el aroma.
Y no sabemos si por dedicarse al cuidado de esta bebida estimulante su mente no para de maquinar, el próximo reto en unos pocos años le llevará con suerte y mucho trabajo de vuelta al origen, allá donde la gente está abandonando las pequeñas fincas por las enfermedades de los cafetales o las exigencias de una vida dura, para montar una cooperativa vecinal y exportar el grano de café de un pequeño terreno que la abuela les cedió en propiedad. El nombre de la finca, «La Morenita», las semillas ya se plantaron, en dos años los frutos podrían estar listos, de café arábica por supuesto. Uno de denominación propia que explique todas las vueltas que ha tenido que dar hasta encontrar un destino que estaba escrito en los posos. La vida a veces nos lo sirve así.
Mayan Coffees. C/Murillo, 54. El Pilar.