València vive de espaldas a la avenida del Puerto. Es fea y ruidosa, sí. Grande y torpe como un gigante, también. Se viene una remodelación. Por eso hay que reivindicarla ahora. Ir a comer al restaurante Namúa es una buena forma de hacerlo.
Víctor Soriano creció con Raúl Aleixandre, Quique Barella, Alejandro Platero o Paco Roig. Abrió Namúa en El Carmen, después un segundo local en el 271 de la avenida del Puerto, la pandemia acabó con la primera ubicación, la segunda sigue en plena forma.
Namúa tiene algo de museo. O de taller creativo. No solo porque la cocina está a la vista y se les vea trabajando. También por sus platos.
El lienzo de ensaladilla rusa (además de generoso en cantidad) engancha tanto por cuestiones estéticas (muy a lo Dabiz Muñoz, hay que mezclar todos los ingredientes como si el soporte fuera una tela en blanco) como por su sabor (una fantasía en la boca).
El buñuelo de bacalao podría catalogarse de obra maestra, la perfección existe.
El ceviche al estilo valencià (con naranja, altramuces, boniato y cacao del collaret) merecería una exposición integral.
La tarta de queso te reconcilia con este postre tan vilipendiado en muchos sitios.
En la carta hay más tentaciones tanto en formato tapa como en arroces, platos de cuchara, pescados y carnes. La avenida del Puerto bien merecía algo así.