Entrar en Hikari Yakitori Bar es como hacerlo en un nuevo planeta. Los ojos escudriñan cada centímetro de este hermano pequeño de Nozomi (comparten propietarios) intentando saciar una curiosidad infinita. ¿Sabéis esa sensación de acceder a una plataforma de streaming y pasar minutos navegando por pelis y series sin encontrar nada que te atraiga lo suficiente como para detenerte? Aquí ocurre todo lo contrario. El local, la carta, los cocineros en acción… Una taberna japonesa en la que todo parece diseñado para el disfrute, para la comodidad, un aislante impermeable a las prisas y los ritmos locos que nos acompañan en el día a día. Una experiencia gastronómica en la que el estupendo oficio en la atención a las mesas también suma mucho.
¿Y la comida? Sobresaliente. Ostras, gyozas, takoyakis…pero sobre todo la doble b, brochetas y brasas. Nada que ver con lo que puede estar acostumbrado nuestro paladar. El sabor se multiplica, entre la melosidad y la explosión, forzando la paradinha antes de acabar de tragarlo, una excusa para retener el instante y no para engañar como en el fútbol. Pura fantasía llena de matices que incita a repetir, con el mismo efecto que provoca una buena canción en cada escucha, el descubrimiento de detalles que aumentan la satisfacción. Los mochis del postre merecen su propio artículo aparte.