Un festival que es capaz de juntar en su programación a Mike Leigh, Federico Fellini, James Franco, Chema García Ibarra, Kung Fury, Clara Pueyo Jornet o Adeel Akhtar tiene todos los visos de no defraudar a sus espectadores. Si además, une a ello la particularidad de la extensión de las películas que se proyectan, la personalidad de la convocatoria suma más enteros. Ocho ediciones cumple La Cabina (5-15 de noviembre), el festival de mediometrajes (cintas de 30 a 60 minutos de duración), que en tiempos de saturación de certámenes fílmicos ha sabido apostar por un hecho diferenciador que revaloriza (y justifica) su existencia. Siempre, por supuesto, sin dejar de lado la calidad del material seleccionado que, al fin y al cabo, es lo verdaderamente importante.
Veinticinco películas configuran una Sección Oficial con un menú tan variopinto como interesante. Desde comedias con argumentos tan apetecibles como los de «El último franchute», «Para los que siempre es complicado» o «Superman no es judío (…y yo, un poco)», todas ellas con capital francés, hasta «Keeping up with the Joneses» o «Carrera de obstáculos» del mencionado Mike Leigh.
Mención aparte merece «Interior. Leather Bar», dirigida al alimón por James Franco y Travis Mathews, cinta en la que se recrean los cuarenta minutos censurados (calificados como pornográficos) de la película «A la caza» (William Friedkin, 1980), para reflexionar sobre la homosexualidad en el cine.
Tres cintas con producción española compiten por el principal galardón. «Uranes» o la particularidad habilidad para la ciencia ficción casera con toques de humor de Chema García Ibarra; «H», una historia de época que narra la lucha por la Corona española en el siglo XVIII; y «A serious comedy» (con dinero iraquí), cine dentro del cine en un intento de mejorar la imagen del país asiático a golpe de carcajada. Las películas que llegan con denominación de origen alemana comparten ciertos rasgos de inquietud en sus sinopsis: «Intermezzo», «Todo irá bien», «¿En tu casa?» o el thriller «Nocebo». Capítulo al que podría añadirse la británica «Cocoons», nada que ver con aquellos abuelitos de la cinta de Ron Howard.
La pulsión sexual marca el devenir de algunas de las cintas. Es el caso de la arriesgada película noruega «Solo me deseas a mí», un monólogo en plano fijo de más de cincuenta minutos, a modo de confesión por parte de una profesora enamorada de un alumno suyo de 15 años. La pedofilia y los abusos están presente en la sueca «Hot nasty teen». No son los únicos films que retratan las relaciones entre mayores y menores de edad. Es el caso, también, de «Wasted» o de «Lobos solitarios en modo pasivo». Con cierto aroma más clásico se presenta la francodanesa «Lulu» con un triángulo más que amoroso, ardiente.
La programación se completa con unos cuantos films difíciles de reagrupar, aunque precisamente esa condición puede ser la excusa para hacerlo. «La isla a mediodía», basada en un relato de Cortazar; «Terremere» y su denuncia social; o «Hambre», una nueva ración de costumbrismo familiar a cargo del director chileno Carlos Leiva (busquen sus cortos anteriores en vimeo). De igual manera, los argumentos excéntricos de «Kung Fury» (un poli de Miami viaja al pasado para acabar con Hitler y termina en la época vikinga) o «Teenlad» (adolescentes recluidos en una institución para que les traten sus poderes sobrenaturales como si fueran enfermedades mentales); y el eje central (los jockeys) sobre el que gravita la historia de la suiza «Petit Home».
En esta edición (en la que siguen s Inèdits y el Panorama Francés), además, suma dos nuevas secciones más. Por un lado, Amalgama (guiño directo a Iván Zulueta), en la que la no ficción será la absoluta protagonista; y por el otro, Díptico Rock, con la música como eje argumental y que a la larga debería brindarnos suculentas sorpresas e incluso actuar como complemento al Festival In-Edit que aterriza la semana que viene en Valencia, esperemos que por muchos años.