Marilyn Monroe en «Something’s Got to Give».

El 1 de junio de 1962 Marilyn Monroe cumplió 36 años. Fue su último día en un rodaje. Acabó despedida y la película cancelada. Dos meses después apareció muerta en su casa de Los Ángeles.

Pero aquel día nadie sabía que todo aquello iba a ocurrir, aunque la película y la vida de Marilyn eran dos montañas rusas con muchas similitudes. Evelyn Moriarty, la actriz que hacía de doble de Marilyn, consiguió recaudar 50 dolares entre sus compañeros, compró una tarta grande en Humphrey’s Bakery y puso unas bengalas a modo de velas. La idea era celebrarlo a las 17.30h, pero George Cukor, que dirigía la película, se negó. El plan de rodaje terminaba a las 18h, fue entonces cuando se sacó el pastel.

Se ve feliz a la actriz en unas fotografías de Peter Sneyder. Junto a la tarta hay una tarjeta gigante con dedicatorias. Marilyn ríe, posa con Cukor que le ha regalado dos figuritas mexicanas, también con algunos ejecutivos de la Fox, corta y reparte la tarta, brinda con Dean Martin, se sienta en las rodillas del actor Wally Cox, sigue riendo, se le sigue viendo feliz. Media hora después todos se han ido y termina la celebración.

Something’s Got to Give tenía que haber sido la película que relanzara la carrera de Marilyn. Llevaba más de un año ausente de las pantallas. Su último film, Vidas rebeldes (John Huston, 1961), había sido un rotundo fracaso de taquilla. La Fox también se lo jugaba todo a este film. El agujero económico que le estaba ocasionando Cleopatra (Joseph L. Mankiewicz, 1963) amenazaba con empujarla a la bancarrota. La película era un remake de Mi mujer favorita, una cinta de 1940 dirigida por Garson Kanin, con Irene Dunne y Cary Grant como protagonistas. En Something’s Go to Give, Marilyn estaba acompañada de Dean Martin y Cyd Charisse.

Cukor y Marilyn, que ya habían coincidido en El millonario (1960), llegaron al film por obligaciones contractuales. Ambos iban a trabajar en Adiós, Charlie, la adaptación de una obra que en Broadway había interpretado Lauren Bacall (y que acabaría rodando Vincente Minnelli en 1964 con Debbie Reynolds), pero finalmente se pospuso. Los dos le debían, pues, una película a la Fox.

Cukor, según cuenta Patrick McGilligan en su biografía Una doble vida (T&B Editores, 2001) , intuyó desde el principio que Something’s Got to Give sería un desastre. A Marilyn, recién separada de Arthur Miller y con depresiones y crisis de pánico tratadas a base de barbitúricos, tampoco le entusiasmaba. Su caché era de 100.000 dolares, Dean Martin y el director cobraban tres veces más.

El 23 de abril arrancó el rodaje en el plató 14 de la Fox, con más de cien personas trabajando en el film. El guión aún no se había acabado y Dean Martin estaba terminando otra película. Marilyn no apareció el primer día. Intenso dolor de cabeza, afonía y problemas para respirar, diagnóstico: sinusitis aguda.

Durante una semana estuvo guardando reposo en su casa por prescripción facultativa. Mientras, Cukor iba rodando aquellas escenas en las que no aparecía la actriz. El 30 de abril volvió al plató, tenía fiebre, pero aún así actuó. Al día siguiente, y en contra de la opinión del médico del estudio, empezó a rodar a las siete de la mañana. Se desmayó. Siete días más sin Marilyn. El director pedía paciencia, también un Dean Martin que aprovechaba los infinitos parones para practicar su swing con unos palos de golf que se llevó al rodaje.

La película, que fue cambiando de guionistas, de productores y hasta de ejecutivos de la Fox, llegó un momento en que no podía continuar su rodaje sin Marilyn. Ya se habían grabado el resto de secuencias. En el estudio se encendieron todas las alarmas, había que estrenar sí o sí en octubre.

A mitad de mayo, la actriz volvió al rodaje, pero no lo hizo sola. Le acompañaba Paula Strasberg, su instructora de interpretación. Marilyn necesitaba su aprobación en cada escena. Era a ella a quien consultaba dudas y no a Cukor. Este, por supuesto, la odiaba. Así rodaron tres días seguidos hasta que estalló la bomba.

John Fitzgerald Kennedy celebraba su cumpleaños el 19 de mayo en el Madison Square Garden (casi dos semanas antes de la fecha real)  y Marilyn estaba invitada a actuar. Tenía un permiso de la Fox para ausentarse durante cuatro días. Pero el estudio le indicó que se habían perdido muchas sesiones de rodaje y no podía irse. La actriz voló hasta Nueva York y acabó cantándole «Happy Birthday» en el escenario al entonces presidente. Cukor se indignó. Los productores también. Según cuenta Donald Spoto en la biografía que escribió sobre la actriz, los abogados de la Fox presentaron una notificación de incumplimiento de contrato incluyendo una advertencia de las consecuencias que podría acarrear.

Marilyn regresó y se incorporó al rodaje pidiéndole a Cukor que prescindiera de los primeros planos (el cineasta recurrió a varios filtros para disimular su cansancio) y negándose a trabajar con Dean Martin que tenía gripe. El 23 de mayo sorprendió a todos proponiendo (como ya hizo en Vidas rebeldes, aunque Huston acabó desechando la secuencia) aparecer desnuda en una escena en la que salía de una piscina y se ponía un albornoz. La Fox vio en el asunto una posibilidad publicitaria inmensa para una película que era como un salvavidas para ellos, le dijo que sí, se citó a varios fotógrafos para que captaran el momento, la revista Life le dio una portada.

Marilyn completó su primera semana trabajando desde que había empezado el rodaje. Pero el fin de semana, que tenía libre, desapareció, nadie sabía donde estaba. El lunes llamó al estudio y dijo que se encontraba enferma, el martes rodó con muchas dificultades para concentrarse, el jueves se mostró muy nerviosa. El viernes fue su cumpleaños y lo celebró en el plató. Por la noche fue a un acto benéfico y cogió frío. De nuevo, la sinusitis, de nuevo un lunes llamando para decir que no iba a trabajar. Era la decimoséptima vez que lo hacía en poco más de mes y medio.

Cukor no aguantó más y pidió que la sustituyeran. El 8 de junio fue despedida oficialmente por «absentismo espectacular». El estudio empezó a buscar recambio. Kim Novak les dijo no. Shirley MacLaine les dijo no. Lee Remick aceptó. Pero entonces fue Dean Martin quien abandonó la película. Por contrato podía hacerlo si Marilyn dejaba el film. Además tenían que contar con su visto bueno para la sustituta.

Lee Remick pidió 80.000 dolares, Cukor al menos quince días más de rodaje, y faltaba el sueldo de quien fuera el sustituto de Martin. A la Fox casi le salía más rentable hacer una película nueva. El 11 de junio el estudio despidió a todo el mundo que trabajaba en Something’s Got to Give y paralizó el rodaje. Empezó entonces una campaña de difamación y desprestigio hacia la actriz con la intención de poder agarrarse desesperadamente a alguna cláusula del seguro de la película.

Sin embargo, los caminos de la Fox y Marilyn Monroe no tardaron en volver a cruzarse. Se enfriaron los ánimos, se retiraron las acusaciones y se decidió retomar el proyecto. Todos cedían. Marilyn entregaba la cabeza de Paula Strasberg, la Fox la de George Cukor. Jean Negulesco, con quien la actriz había trabajado en Cómo casarse con un millonario (1953) sería el nuevo director. El rodaje se reanudaría en octubre. Pero el 4 de agosto Marilyn apareció muerta en su casa por una sobredosis de barbitúricos.

La Fox no renunció al proyecto, aunque lo reseteó por completo, y dos años después estrenó Apártate, cariño, dirigida por Michael Gordon, con Doris Day y James Garner como protagonistas. El material grabado por Cukor estuvo en un almacén del estudio hasta que casualmente en 1982 fue descubierto. Ocho cajas con el material descolorido. En 1999 empezó a restaurarse con la colaboración de la Fundación Marilyn Monroe. Se recuperaron nueve horas en su cinemascope original. A partir de los guiones y de notas de la Fox se realizó un montaje que dio como resultado los 37 minutos que se podrán ver dentro de la programación de La Cabina (en su sección Inèdits) el martes, 15 de noviembre, a las 18h, en la Filmoteca.