Lo mejor del libro La Tierra inundada (ilustraciones de Elisa Ancori, guion de Alberto Haller, edita Barlin Libros) es que pese a lo que cuenta no hay alarmismo gratuito. Lo peor, que lo narrado va camino de convertirse en real. A partir de una certeza como la del calentamiento global, se pregunta ¿cómo sería nuestro mundo si el nivel del mar no dejara de subir y subir?
Las primeras páginas reflejan la indiferencia e irresponsabilidad con la que el ser humano se enfrenta a los avisos que la Naturaleza le manda («Cuando las aguas comenzaron a subir, la gente no lo tomó en serio», se puede leer). El zoom apunta a la anteposición de la comodidad, al egoísmo y la simpleza, a eludir problemas mientras no nos afecten, «hasta el día en que las gaviotas fueron las nuevas palomas».
Es, precisamente, esa doble página en la que se puede leer la frase anterior, donde comienzan, con cierto humor, los efectos de la subida del agua. Recurrir a esa pátina cómica, la transición moderada de una situación a otra, el reconocimiento geográfico de los lugares donde sucede la tragedia y el impacto visual de las ilustraciones, aumenta la (necesaria) concienciación durante su lectura. Además, y este es otro acierto y no menos importante, el tono (narrativo y visual) adoptado permite sensibilizar y mostrar la gravedad de la situación a personas de todas las franjas de edad, en definitiva a todas las afectadas.