Hola, soy Javier Sahuquillo y me recordarán ustedes por mis post de Facebook, por no haber ganado nunca un premio Carri, pese a estar varias veces nominado, o por haberles dado un espadazo de kendo capaz de partir en dos uno de los leones del Congreso.
Pero, ¿quién es, realmente, Javier Sahuquillo? Esta es una de las preguntas más habituales de nuestra sociedad, al menos en la imaginación del propio Sahuquillo. Es difícil descifrar a este hermético personaje de la ¿escena? valenciana. Sólo se le conoce una gran virtud y es que se deja invitar tanto a vino como a whisky, la cerveza ya le sienta algo mal, y al pacharán no le hace ascos. ¿Es, por tanto, un borracho profesional? Todavía no, porque no gana dinero con ello, es más de hincar el codo desde lo amateur. Le gusta sentarse en la barra del Fata Morgana, o en la mesa del fondo de la Bodega Valero y reír en el desierto etílico. Carcajea como un trueno y sus mofletes parecen una forja en cuanto se achispa.
Es un personaje inquietante, uno de esos especímenes que tienen mirada de mus; pero detrás de esa apatía, de ese pesimismo beckettiano, se esconde un ser que reclama amor por su piel porosa y poca hidratada. A algunos nos recuerda a Ignatius J. Reilly, protagonista de La conjura de los necios, a otros a Pereira, ese periodista viudo y cardiópata, de Sostiene Pereira, pero los sabios del Botànic indican que se asemeja más a Joaquín Costa, de malnom el “Uro”, un animal tan enorme como extinto. Dicen que en el alma es lopesco y calderoniano en el cuerpo. Pero lo único que se sabe a ciencia cierta es que es feo, católico y sentimental.
A continuación, recogemos aquí algunas de las tribulaciones de esta rara avis de nuestro mediocre ecosistema:
Un disco: ¿Existen todavía? Sí, supongo que sí… recuerdo un tocadiscos en casa de mi abuela… nunca me dejaron enchufarlo. Había discos de Perales, de Julio Iglesias, de Miguel Bosé, alguno de pasodobles… nunca los escuché. Me conformaba con leer los títulos de las canciones. Luego las imaginaba. Pero si tengo que recomendar un disco, sin duda, De Madrid al suelo, de Mundo Chillón. Porque Pedro Chillón es un gran músico, un showman, un catalizador de locuras y un huracán de estilos, pero también porque el título es una linda metáfora de mi propia vida.
Una película: Es muy difícil… te diría desde Sólo ante el peligro hasta La juventud… pero me voy a quedar con Tres anuncios a las afueras, de Martin McDonagh que demuestra lo importante que es una historia, un diálogo y unos personajes. Porque a McDonagh le interesa contar esa historia y lo hace, y esto que parece una perogrullada está absolutamente ausente de la escena valenciana y española. Con gloriosas excepciones, claro está, y que este no es el lugar para citar, pero si me invitan a un vino…
Un libro: Sin duda, Borges. Todo Borges. Maestro Borges. Era un ser de otro planeta. Lo leí por primera vez en la playa de Gandía. Con diecisiete años. Mis amigos estaban preocupados de ligar, yo pastaba plácidamente a Borges. Sí, así me ha ido en la vida…
Y para como recomendaciones teatrales, por aquello de ser del ramo, Furiosa Escandinavia, de Antonio Rojano, y Teatro de la Conspiración, de Ignacio García May, ambos editados por Antígona y ojito con Javier Durán, que viene pisando fuerte, un dramaturgo andaluz muy interesante. Y en cuanto a las autoras diré Canícula, de Lola Blasco, que no sé si ha sido editada en España, seguro que ella me corrige si me equivoco, pero sino siempre podéis leer Fuegos, editado por Ediciones Invasoras; Sin venir a cuento de Eva Redondo, que se puede encontrar en la web de la Muestra de Autores de Alicante y Cor de xiquet, de Laura Sanchis, que aunque aún no se ha estrenado auguro va a ser una pieza fundamental del teatro valenciano y en valenciano.
Una serie de tv: Últimamente es de lo que más me nutro. Series y teatro. Una de mis favoritas es The Young Pope, de Paolo Sorrentino. Es una auténtica bestialidad. También me quedo con Peaky Blinders, así como más mainstream, y como absoluta rareza exquisita y delicada, Endeavour, producción de la BBC.
Una serie de dibujos de tv: En mi nostalgia infantil me quedo con Dragones y Mazmorras. Y ahora mismo, sin duda, con Rick y Morty.
Una revista: La Guía Marca de la temporada, no, era una broma, aunque hubo un momento en que era un elemento indispensable en mi vida, pero ya casi lo he dejado. Primer Acto, que es una maravilla, una absoluta referencia en nuestro país. Espero que me permitas recomendar, también, la joya, que ya no se edita, de Teatra y la Cartelera Turia.
Un icono sexual: Shirley MacLaine, una actriz enigmática, tiene algo en su mirada… ese algo que necesitan tener los intérpretes… Margarita Piñero lo definiría como teatralidad. Y en el equipo de los hombres, Natale (Juan de Vera), el personaje de La capilla de los niños. Juan ha sido capaz de crear un personaje digno del Tadzio de Thomas Mann.
Una comida: En este asunto soy muy galdosiano, no hay nada como un buen cocido, aunque se me indigeste el realismo garbancero.
Un bar de Valencia: Fata Morgana, en Salas Quiroga. Es uno de los lugares míticos y sabes que Inma y Edu siempre te van a recibir con una sonrisa. Y siempre sueles encontrarte allí grata compañía. ¿Qué sería de un escritor sin los bares?
Una calle de Valencia: La calle Universitat, tanto por lo que fue en el pasado, ese antro de goliardos y demás ralea, como porque allí se esconde la Sala Matilde Salvador, en la que Josep Valero y Pep Sanchis hicieron que me interesara por el teatro. Así que cualquier queja ya sabéis a dónde dirigiros.