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Me llamo Ana Gea. Crecí en el Cabañal y cuando buceo en mis recuerdos paseo por esas calles limpias llenas de vida, el horno de la Marina donde comprábamos las lenguas de gato, el bar París en el que recuerdo unas acogedoras mesas, Ramonet donde cocinaban tapas recién salidas del mar, la churrería junto al mercado donde mi padre iba a por las porras los domingos por la mañana, la papelería Gadea de la que aún recuerdo el aroma a cuadernos por estrenar, la biblioteca a la que iba a por cómics de Tintín y mis primeras lecturas, los cines Merp e Imperial donde vi mis primeras películas en gran pantalla y un Guillermo y una Casa Montaña del barrio, los buñuelos del Crespo, el bar Reina y la parada de artesanía que mi madre tenía en la parte exterior del mercado…

Por la mañana, la calle estaba llena de personas que salían a barrer y fregar su “trozo” de acera y por las tardes las sillas se agolpaban en las puertas en las que se sucedían conversaciones hasta bien entrada la noche. Mientras, un señor tejía sus redes a diario y los niños jugábamos a la goma, la comba y el sambori, a churro va y al pollito inglés.

Mi casa contaba con diferentes mosaicos en cada habitación. Me entretenía contando las baldosas de flores y el laberinto de formas geométricas que se dibujaban a cada paso, el resto era madera y puertas rosa palo. Aún me acompaña el aroma de mi abuela.

Fui a un colegio público con un gran patio y tengo la suerte de conservar amigos de aquellos tiempos. Cuando dejé el Cabañal me fui a vivir a Barcelona, más tarde regresé a Valencia, pasé un tiempo en Londres y regresé de nuevo al centro de Valencia, aunque casi siempre trabajo entre Barcelona y Madrid.

Creo que las personas somos una mixtura de los recuerdos que tenemos junto a nuestros pensamientos y las experiencias que vivimos, lo demás es circunstancial o más bien nuestros pensamientos y lo que vivimos va cambiando por las circunstancias, no estoy muy segura.

Hoy cuando alguien me hace la típica pregunta de «¿Y tú que eres?», siempre respondo lo mismo: Persona.

En la actualidad, dedico gran parte de mi tiempo a lo que llaman “vida laboral” desde PalauGea, el paraguas que da soporte a Gràffica y a Universo de Emociones. Nos dedicamos a diferentes cosas relacionadas con lo editorial y el diseño. En definitiva me dedico a acumular experiencias  y sobre todo a pensar en diferentes ideas y proyectos que el tiempo de la vida y los recursos no nos permiten llevar a cabo, claro que son demasiados los que se nos ocurren, pero no nos quejamos que vamos haciendo muchas cosas.

 

Un disco: 
¿Solo uno?. No entiendo la vida sin música. Creo que la música es lo más parecido a una máquina del tiempo y también un excelente catalizador de emociones. Por suerte la mayoría de mis días convivo con unas 8 horas de música. Si me tengo que quedar solo con uno, aunque me parece harto difícil, me quedo con «Lágrimas Negras», de Bebo y El Cigala. Me ha costado mucho, eh.

Una película: 
«Con la Muerte en los Talones», de Hitchcock. La primera vez que la vi recuerdo que me impresionaron mucho esas esculturas del Monte Rushmore, la intriga y esas persecuciones con traje y corbata impolutos. Por suerte, a veces, con el tiempo se me olvidan las películas y así puedo verlas como si fuese la primera. Dicen que Eva Marie Saint se impresionó al comprobar que tras el rodaje de la escena en el Monte Rushmore Cary Grant cobraba los autógrafos a sus fans, esto me desconcertó un poco aunque cierto o no, sus razones tendría.

Un libro: Benedetti, Kureishi, Tabucchi, Bolaño, Moravia. Sea la hora que sea soy incapaz de dormir sin leer antes, es muy complicado quedarse solo con uno. Quizá “La insoportable levedad del ser”, de Kundera, por no haberlo acabado. Me he leído varios de él, pero ese, a pesar de haberlo comenzado en varias ocasiones de mi vida nunca he logrado acabarlo ya que me sumía en una profunda tristeza. Lo volveré a intentar.

Una serie de tv: «
Breaking Bad», «Misfits», «The Get Down», «Juego de Tronos», «Mad Men», «Los Soprano»… Lo confieso y me da cierto apuro decir que no he visto ninguna de ellas aunque conozco la estética de todas y sé de que van. La última serie que vi y me gustó fue la de «Black Mirror», cada uno de sus capítulos me parecieron estupendas metáforas de la vida y un reflejo muy fiel de la sociedad en la que vivimos… Ahora me he propuesto ver «Stranger Things». Y «Dallas» la recuerdo con cariño, será por la edad.

Una serie de dibujos de tv:
 Los «Barbapapá», me parecían sencillos, entrañables y con superpoderes. Los tendría que volver a ver para averiguar si coincide con la realidad.

Una revista: 
Gràffica, como no. Pero de verdad que aunque se predica que el papel ha muerto pienso que hay muchas que valen la pena tanto por su diseño como por su contenido: Eñe, Vein, Cereal, Monocle, Jot Down, Esquire y Vanity Fair en verano para la playa.

Un icono sexual: 
Lo siento, no tengo. En todo caso serían unos ojos, una voz o un ser que habitase un momento determinado.

Una comida: Encuentro en la comida una fuente de placer innagotable, me cuesta mucho decidirme por una sola. Me gusta casi todo, pero por escoger… Los huevos pasados por agua me encantan y también el arroz al horno.

Un bar de Valencia: 
Alguno que no fuese excesivamente ruidoso en el que sonase jazz, fuese acogedor y tuviese una estupenda ensaladilla rusa y una buena tortilla de patata de las que ya cuesta encontrar. La verdad es que no sé si existe. La tetería Mata Hari la recuerdo acogedora, aunque la última vez que fui no sonaba jazz y nunca han tenido ensaladilla y de la Bodega la Pascuala recuerdo unos estupendos bocatas.

Una calle de Valencia: Cualquiera que sea estrecha.