Bernardo Carrión. Foto: Santiago Carrión.

Me llamo Bernardo Carrión Rojo. Nací en Valencia y viví mis primeros años en Monteolivete. A los 14 me trasladé a Ruzafa, el que considero mi barrio: allí han vivido mis padres y mis abuelos. Gané mis primeras pesetas, durante los años de universidad, como instalador de cortinas, ya que mi padre tenía una tienda –Tejidos Carrión, Ruzafa 33– y me enseñó a colocar los rieles y demás parafernalia.

Tras acabar la carrera de periodismo trabajé dos años en Mini Diario, hasta que entré como redactor de Ràdio 9 en Alicante. De aquellos seis años de estancia nos trajimos grandes recuerdos personales y profesionales y dos pequeñajos que ahora tienen 19 y 17 años.

Me gusta tanto mi profesión como el primer día, quizás porque he tenido tantos cambios de registro que no me ha dado tiempo a aburrirme. He sido redactor de prensa, de radio, director de periódicos municipales, de revistas corporativas, he organizado eventos, he participado en proyectos audiovisuales, he gestionado redes sociales y he ejercido la dirección de comunicación de diferentes colegios profesionales, casi todos de ingenieros. No sé si es bueno o malo, pero algunos que empezaron siendo clientes ahora son también amigos.

Hay un punto de inflexión en mi trayectoria: inscribirme en dos talleres de escritura en 2009, los de Antonio Penadés y Santiago Posteguillo, porque tenía pendiente conmigo escribir una novela. De allí salimos un grupo de obsesos por los libros que formamos primero el grupo literario El Cuaderno Rojo, algunos de cuyos miembros fundamos el festival Valencia Negra en 2013, que actualmente codirijo junto a Jordi Llobregat y Santiago Álvarez. En 2016, un cúmulo de coincidencias permitió que los tres, junto a Miguel Llopis y José Luis Folgado, creáramos una empresa, Amundsen Estrategia y Comunicación.

Hace un par de años publiqué por fin mi primera novela, Sinpiedad.org (Almuzara), y acabé tan exhausto que aún no me he hecho el ánimo de empezar con la segunda. Pero sigo trabajando en proyectos de fomento de la lectura: además de VLC NEGRA, este año hemos creado Torrent Històrica y XATS. Me sigue emocionando ver una sala llena para escuchar a un escritor. Y os puedo asegurar que a los que no son españoles se les acaban los amazing y los awesome cuando conocen nuestra ciudad.

Un disco:

Imposible quedarse con uno solo. Identifico mi adolescencia con el Alchemy de Dire Straits, que tenía grabado en una cinta a la que salté los cachitos de hierro y cromo. Del autor de esa expresión, Kiko Veneno, me llega mucho Échate un cantecito. Y de la época de Alicante, recuerdo los años de tranquilidad que precedieron a la paternidad a través de las notas de Jazz Samba Encore, de Stan Getz y Luiz Bonfa.

Una película:

Muchas. Me quedo con un director, Billy Wilder. Tiene obras maestras en diferentes géneros y me encanta su forma de mirar la vida. 


Un montaje escénico:

El Cirque du Soleil. Es el espectáculo total. Y soy un asiduo de Arden Producciones. De lo último que han producido, destaco Shakespeare en Berlín.

Un libro:

Muchos, pero si la literatura trata de generar emociones, los finales de Las uvas de la ira y La carretera me llegaron muy adentro. De género negro, 1280 almas.

Una serie de tv:

Muchas. Recientes, Breaking Bad y Los Soprano, y del pasado me trae muy buenos recuerdos a Ally Mc Beal. Estaba muy bien escrita.

Una serie de dibujos de tv:

Mazinger Z. No he vuelto a sentir nada igual delante de la tele.

Una revista:

El País Semanal.

Un icono sexual:

Tengo mucha suerte, vive conmigo.

Una comida:

El arroz en general y el arroz al horno en particular.

Un bar de Valencia:

El Congo, en Reino de Valencia. Forma parte de mi vida. A ver si lo reabren, en Fallas echaron la persiana y no la han vuelto a levantar. Y de mis años de universidad, el desaparecido bar Haro’s, en la calle Burriana. Era el cuartel general de una pandilla que aún conservo.

Una calle de Valencia:

Te diré la que sin duda he recorrido más veces: Pedro III el Grande. Tengo grabadas las puestas de sol que me cegaban de vuelta a casa los días de clase. Y, después, tenía que recorrerla para ir a ver a mi icono sexual.

¿Con quién te tomarías un vermut?

Me hubiera encantado tomarlo con Rafael Chirbes. Le llamé dos veces para invitarle a Valencia Negra. Nadie me ha dicho ‘no’ de una manera tan educada y sincera. Me pareció un tipo encantador.