Me llamo Elisa Matallín. Intentar presentarme diciendo mi oficio pone en evidencia que siempre estoy pensando en el trabajo. Me cuesta mucho separar mi vida profesional de lo personal. Más bien diría que no es que no tenga vida personal, lo que tengo es un oficio que forma parte de mí, va ligado a todo lo que hago. Me gusta leer, ir al teatro, conciertos, exposiciones, estar con mis hijos y todo tiene de alguna forma una relación con mi trabajo, es inevitable.
Hace poco me enteré que todo lo que hago se engloba dentro de lo que llaman mediación cultural. No me acaba de convencer la etiqueta pero la prefiero a otras donde predomina el concepto de animación. En todo caso, prefiero no buscar una palabra y simplemente explicar que me dedico a la transmisión de la cultura y el arte en bibliotecas, museos, teatros u otros espacios. Me he especializado en público infantil, juvenil y familiar aunque yo trabajo sin discriminar por edad, raza o sexo. Actualmente, estoy trabajando en proyectos relacionados con la educación artística, tan necesaria en una sociedad donde lo visual tiene una presencia absoluta. Proyectos como los talleres escolares que se realizan en la Fundación Bancaja con la que llevo colaborando en varias exposiciones, son herramientas fundamentales para transmitir el arte y crear una sociedad crítica ante esa cultura visual.
Además, soy titiritera. Heredé de mi abuelo, maestro y titiritero la afición por escuchar y contar historias. Mis estudios universitarios me enseñaron que todo estaba en los libros pero que había que saber buscar. A través de ellos comencé a estudiar literatura, arte, didáctica, teatro, poesía, investigué los juegos tradicionales y leía y releía todo aquello que quería transformar en historias para ser contadas. Pero con los que de verdad aprendí a contar cuentos fue con mis hijos quienes le dieron un ritmo nuevo a todo lo que venía haciendo. Ellos me enseñaron el respeto por la vida, la importancia de la mirada, aprendí a no enjuiciar, a valorar los sentimientos. Mis hijos fueron los primeros niños que de verdad sentí que me escuchaban, con ellos aprendí que el secreto para contar historias era hacerlo con amor.
Para terminar mi presentación hablaré algo sobre mi personalidad. Diré que tuve una adolescencia rebelde e inconformista, algo que se ha quedado en mi forma de ser. Sin embargo, aunque tenga ese espíritu punk ya no voy a morir joven y dejar un bello cadáver, así pues prefiero soñar con la vejez e imaginarme retirada en algún pueblo de Mallorca, ser una de esas viejecitas sentada en sillita de mimbre en la puerta de casa viendo la vida pasar… pero tal y como están las cosas supongo que tendré que seguir trabajando hasta que me muera. Vaya, ya he vuelto a pensar en el trabajo.
Un disco: Vale, tengo claro que tiene que ser uno de los Pixies… y creo que de todos sus álbumes elegiría «Surfer Rosa», por contener la primera canción que toqué con el bajo, «Gigantic», además de porque me influyó musical y personalmente.
Una película: Si me hubieran preguntado hace un mes puede que hubiera dicho “Una habitación con vistas” de James Ivory , “Muerte en Venecia” de Visconti o “Remando al viento” de Gonzalo Suarez, pero acabo de ver “Langosta” de Yorgos Lanthimos, me ha impactado y me demuestra que mis intereses estéticos están cambiando mucho pero no sé todavía si forma parte de mí, tendrá que pasar la prueba del tiempo.
Un libro: Por mi trabajo leo mucha literatura infantil y también mucho ensayo sobre arte y pedagogía. Pero quiero pensar en un título, al igual que he hecho con el disco y la película, que me represente, con el que me sienta identificada de forma personal, no tanto en un libro que me parezca sublime literariamente sino que por alguna razón forma parte de mi. “Hojas de hierba” de Walt Whitman.
Una serie de tv: Las series son ahora mucho mejores incluso que las películas y podría decir una gran cantidad de títulos actuales, pero necesito que pase el tiempo para ver si efectivamente me identifico con alguna de ellas, necesito digerirlas. Sin duda me quedo con “Retorno a Brideshead”, porque forma parte de un pasado y de unos recuerdos que no quiero olvidar y por eso no permito que se desplace en mis gustos, soy una nostálgica que ama la decadencia. (Pero también voy a poner entre paréntesis una serie que me marcó en la infancia, en mi profesión y en la crianza de mis hijos: «Pippi Calzaslargas»).
Una serie de dibujos de tv: Me gusta mucho que en el título no hayáis puesto “una serie infantil” y aún así creo que a muchas personas les resulta inevitable asociar dibujos con el mundo infantil, ocurre algo parecido con los álbumes ilustrados. Como lleva dibujos pues es para niños y resulta que con esa forma de pensar, muchos adultos se pierden una fantástica literatura. Pero vamos al grano, una de mis series preferidas es La Pantera Rosa, sin duda, por su sutileza, ingenio o por la cantidad de simbologías de las comedias del cine mudo propias de la pantomima.
Una revista: Ahora mismo no sigo ninguna revista en concreto. A través de las redes sociales es muy fácil que me lleguen artículos determinados sin necesidad de estar subscrita a ninguna en particular. Pero sí que hubo un tiempo en el que iba a la biblioteca a leer revistas como los cuadernos CLIJ, Ajoblanco, o me compraba en el kiosco El Jueves. Incluso recuerdo una época en la que iba al rastro con unos amigos muy aficionados a comprar revistas de moda de los años 70 u 80. Lo que si que hago es buscar artículos sobre temas concretos que me interesen. Hay muy buenas redes académicas donde puedes tener artículos de investigación de fácil acceso.
Un icono sexual: Hoy en día no tengo ninguno. (Bueeeno, vale, el Fauno de Barberini).
Una comida: Cualquier postre con mucho chocolate
Un bar de Valencia: Últimamente frecuento La Tavernaire y Cracovia. Pero si de nuevo busco aquello con lo que me sienta identificada, entonces sería El café de las Horas.
Una calle de Valencia: Viciana.