Me llamo Víctor López Heras. Mis abuelos paternos llegaron a Poblats Marítims desde Burjassot a principios de los años 50 buscando trabajo en los Astilleros de València. Mis abuelos maternos llegaron a la Avenida del Cid desde Saelices (Cuenca) a mitad de los años 60 buscando cualquier cosa que no fuera seguir trabajando la tierra. Los valencianomanchegos, como los francmasones, los adventistas del séptimo día o los místicos new age de la pachamama, conocemos el secreto: vino tinto, baños en La Malvarrosa desde abril a octubre, queso curado de oveja con unos cacaos y unas olivas y largos paseos de la ermita a la era.

Me licencié en Historia, que no es exactamente una carrera universitaria al uso sino una vasta acumulación de conocimiento con el que puedes ganar todos los concursos de televisión excepto el Grand Prix. Trabajé en el Museo Príncipe Felipe mientras cursaba un máster en edición y ponía copas en un bar los fines de semana. Luego fundé un fanzine musical, llamado Beat Valencia, para divertirme y en cuanto se profesionalizó dejó de ser tan divertido pero empezó a pagar el alquiler y la gasolina. Llevo más de diez años trabajando como editor. Los colaboradores han escrito sobre más de 1.000 grupos valencianos de diferentes estilos en los 102 números publicados. Es un trabajo mejor que picar piedra en la mina pero peor que ser extremo izquierdo del Liverpool FC, como prácticamente todos los oficios del mundo.


Un disco:
No puedo decir uno solo así que haré un tótum revolútum. Es un disco con canciones compuestas por Cole Porter, Aznavour, Bola de Nieve, Tom Jobim, Buddy Holly, Quintero-León-Quiroga, McCartney, Carole King y Serrat, e interpretadas por Mina, Elis Regina, Sam Cooke, Karen Carpenter, Sinatra, Ella Fitzgerald, Johnny Cash y Patsy Cline.

Una película: Es imposible elegir una. Centauros del desierto y El hombre que mató a Liberty Valance de John Ford, La gran ilusión de Jean Renoir, Senderos de gloria de Kubrick, Perdición de Billy Wilder, ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra, El Padrino I y II de Coppola, Annie Hall de Woody Allen, La ley del silencio de Elia Kazan y Cantando bajo la lluvia de Stanley Donen y Gene Kelly.

Un libro: Eichmann en Jerusalén de Hannah Arendt. La banalización de la política que sufre el orden mundial tras la Gran Recesión de 2008 ha traído de vuelta algunos discursos políticos que parecían enterrados desde 1945. La Unión Europea, con su imperfección y sus miserias, es el único proyecto político que ha conseguido que dejemos de matarnos durante 72 años, esto es algo inédito en más de 2000 años de historia europea. Eichmann, teniente coronel de las SS nazis secuestrado por el Mossad en Argentina y trasladado a Israel en 1960, no era un psicópata, los hombres y mujeres que aplicaron la Solución Final a los judíos europeos cumplían órdenes y leyes, un cuerpo legal creado para deshumanizar a otros hombres y mujeres. Xenofobia, rearme, supremacismo, ultranacionalismo, estos planteamientos no deberían volver a la política europea jamás y, tristemente, olemos a años 30 hasta las trancas.

Una serie de tv: Mad Men, Monty Python’s Flying Circus, La Hora Chanante (¡chanante!) y The Leftovers. He disfrutado con Los Soprano, Frasier, Veep, Boardwalk Empire, Juego de Tronos, Narcos, Master of None, Black Mirror, House of Cards, Little Britain, The Night Of, Muchachada Nui o Lost. De la infancia me quedo con V, El gran héroe americano, Falcon Crest, Dinastia, Twin Peaks, M.A.S.H., Fama, Luz de luna, Cheers y Canción triste de Hill Street. Ah, y los documentales de monos de National Geographic que ponen en La2, no me canso de ver ese de los macacos japoneses que están en las aguas termales rodeados de nieve.

Una serie de dibujos de tv: Los Simpson. “Señoría, deseo representarme a mí mismo: Ebrios patanes del jurado”.

Una revista: Compro Jot Down, Rockdelux, Política Exterior, Panenka, Ruta 66 y Ajoblanco. De las valencianas leo Canibaal, Bostezo, Lletraferit, Turia y Plaza. Digitales podría decir hasta el hartazgo así que nombraré las dos culturales valencianas que visito diariamente: Verlanga y Culturplaza. Entre las clásicas españolas tengo números de Vibraciones y Star, y de las americanas me quedo con la Rolling Stone en tiempos de Jann Wenner con Lester Bangs, Greil Marcus y Hunter S. Thompson, además de las imprescindibles The New Yorker, Time y Life.

Un icono sexual: De niño quedé embobado viendo a Verónica Mengod (El Kiosko), a Amparo Larrañaga (Media Naranja) y a Daryl Hannah (Splash) pero, por lo que fuera, no cuajó. Se me pasó cuando vi a Julie Christie en Doctor Zhivago y a Anita Ekberg en La Dolce Vita siendo un adolescente.

Una comida: Las lentejas de madre, el arroz negro de mi padre y la lasaña de verduras con jamón ibérico y queso manchego de oveja de Frau Roth.

Un bar de Valencia: Diré dos que ya no existen y uno que sí. Las Tres Cepas en la Avenida del Puerto esquina con calle del Barco: era un crío que se aupaba a la mesa para ver las partidas de dominó de mi padre con sus amigos, el olor a bocadillo de calamares con alioli y a pescado frito, y las partidas al Ghost ‘n’ Goblins y al Kick Off. Trabajé poniendo copas y pinchando música en La Huella, bar de la calle Bélgica, desde 2003 a 2006 todos los fines de semana y víspera de festivo, agoté toda mi sociabilidad aquellos años. El bar que existe es el Kraken (Plaza Honduras, 37), Beat Valencia prácticamente nació allí en 2006, las primeras entrevistas a músicos valencianos fueron en sus mesas. Noches interminables hablando de música con Pablo, actual dueño en solitario, y Pepe, ahora en 16 Toneladas Club (académicos del rock), descubriendo grupos, pinchando discos, entregas de premios, cenas, conciertos, teatrillos varios, fiestas de cumpleaños… Excepto declaraciones unilaterales de independencia y sacrificio de gorrino pachón hemos hecho de todo en Kraken, y seguiremos haciéndolo, pero con mesura.

Una calle de Valencia: La Avenida del Puerto y todo lo que hay a su derecha hasta el carrer de Les Moreres y a su izquierda hasta el Camí de Vera. En los 80 y los 90 no éramos la ciudad sino lo que le sobraba a ésta. En el s.XXI la avenida se hizo unidireccional, había que llegar rápido a la regata y ponérnoslo difícil a nosotros para llegar a València. Hay quien la critica por fea, ¡cómo puede ser fea una avenida que empieza en un río y acaba en un mar!