Gran bola de fuego
Todos los discos deberían ser como el debut de Nikki Hill. Directos, frescos y tremendamente sensuales. Al fin y al cabo, eso era el rock and roll. Si ya después tienen su prodigio vocal y un acompañamiento instrumental que, como una apisonadora, se lleva por delante hasta al más inmovil de los talibanes, la alegría sería triple.