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Rita Barberá se enfadaba cuando la noche de la cremà tenía que abandonar a sus invitados para atender a Canal 9. También se enfadaba si no se le entrevistaba. Una polaridad que gobernó más de veinte años Valencia y ahora se resguarda del frío y las acusaciones de corrupción, en el tejado del Senado. Ella que tantas veces besó el escudo del PP sigue votando, con lealtad de partido, como si nada hubiera pasado. El día que no lo haga, ¿pedirá perdón a sus excompañeros como esos futbolistas que sienten que traicionan a su exequipo cuando le meten un gol y se disculpan ante la grada juntando las manos? Pablo Casado le dijo que nadie era imprescindible. Bien lo sabe él, que va camino de convertirse en el Carlos de Inglaterra de la política española. La cuenta de twitter de Rita lleva más de un año sin actualizarse. En su perfil sigue diciendo que es senadora del PP. No hay nada mejor que refugiarse en el pasado cuando el presente no te gusta. Aunque Canal 9 ya no exista. Y no te entrevisten.