Me llamo Sebastià Miralles, soy escultor…mmmm, bueno, eso suena demasiado serio para tomar un vermut. La verdad es que soy muchas cosas, quiero decir que como ya he vivido mucho pues he tenido que bregar en varios frentes, por otra parte, nada del otro mundo. Como cualquier ciudadano que se preste he intentado vivir de la mejor manera posible y puedo asegurar, sin faltar al altísimo, que lo he conseguido en gran parte.
Si me preguntan qué es lo mejor de mí mismo diría que mis amigos, pues eso de sentir los afectos ajenos, aunque a veces nos pierde, es muy saludable. También tengo otras cualidades, y aunque me sé contradictorio, creo que lo bueno está por encima de lo malo, por ejemplo siempre he tenido una gran preocupación por los demás, sí, del prójimo y del que está lejos; de la alteridad como diría un postmoderno. Bueno total que me he dedicado a enseñar lo poco que sé y eso me dio marcha para más de treinta años de docente. Pasé por todos los estadios, niños, adolescentes y finalmente jóvenes. Aunque si lo pienso más que enseñar, que también, he procurado que ellos, los alumnos, descubran que quieren aprender y ayudarles en ese trayecto de su vida lleno de dudas y de inseguridades.
Pero en mi vida no todo es flujo y buen hacer, una inquietud extraña me tiene enrocado y es fuente de desazón y de felicidad a la vez, ya sé que no me pasa solo a mí, pero en mi egoísmo primordial no contemplo aquello de mal de muchos…Creo que en su día, en esa cosa del arte, me puse el listón demasiado alto y, claro, así no vale, siempre esa puñetera insatisfacción de que no llegas no sé a qué lugar en el Olimpo.
Claro que no todo en la vida es trabajo, parte de la energía ha ido a parar a mis mujeres, si mi don de la ubicuidad está estropeado, me acorralan, me riñen, me exigen, a veces me siento incomprendido, pero me quieren tanto…y yo tanto a ellas.
Una de mis hijas me convirtió en defensor de los animales y además de ser anti-torero, pues estoy a favor de los toros y contra los toreros, tengo actualmente gata y perra, no son de raza ni falta que les hace. A Lis, un cruce de schnauzer y coli, le hice un poema, era tan fea como inteligente, peluda, con una oreja caída…una rastafari, ahora nos visita cada primavera, cuando las flores del cerezo en el que yace, asoman.
Bueno aparte de eso (no queda casi espacio) me gusta nadar… y guardar la ropa, pasear si la rodilla me deja, disfrutar de una sobremesa con muchos amigos después de una fideuá hecha a mi manera, ah!, y me lo paso pipa con las cosas pequeñas y gratuitas que la vida nos regala.
Un disco: Suelo escuchar música de forma muy anárquica, me gustan muchas y hasta opuestas clases de música. Por ejemplo, disfruto con la voz áspera de Tom Waits, con el piano persuasivo de Carles Santos, con el dandismo de Franco Battiato, me impresiona la serenidad de Tomas Luis de Victoria, el misterio de Bach me conmueve hasta la médula, iniciar un viaje por carretera con la elocuencia de Miguel Poveda o de Camarón te llena de energía, y en la ducha, pues Quimi Portet o Antònia Font que hacen un rock fresquito y ligero… cada uno tiene su día y su momento.
Una película: Con quince años me emocionó «La noche» de Antonioni, pero con «El maquinista de la general», de Buster Keaton, me tiraba por los suelos, «La batalla de Argel» de Pontercorvo también me estremeció, ¿y qué decir de «Viridiana»? Impresionante, «Saló o los 120 días de Sodoma», de Pasolini tan brutal, «Querelle» de Fassbinder etc. Después ya vinieron, «La mirada de Ulises», «La eternidad y un día», «La cinta blanca», … las he podido gozar con mayor madurez y son admirables obras maestras.
Un libro: Sin duda me quedo con «La montaña mágica» de Thomas Mann, pero cuando leí «Cien años de soledad» el mundo cobró otra dimensión. A García Márquez no se lee, se le vive, como en ese controvertido relato de senectud «Mis putas tristes». También elijo «Opus Nigrum» de Margaret Youcernar por su intensidad narrativa. Creo que algún día me haré el ánimo y leeré «El Quijote».
Una serie de tv: No me gustan las series, solo por curiosidad histórica sigo Isabel
Una serie de dibujos de tv: Irresistible «La Pantera Rosa», que la veía solo y me moría de la risa y «David, el gnomo» que la veíamos en familia los sábados por la tarde convirtiéndonos en una familia ecologista. Ahora mismo no sigo ninguna serie.
Una revista: Contrastes: Revista cultural y Le monde diplomatique.
Un icono sexual: No tengo fijaciones.
Una comida: He de decir que me gusta comer de todo aquello que esté bueno y bien presentado. Me encanta la comida mediterránea, la que hacía mi madre con pocos recursos y yo aprendí de ella bastante, también me gusta la japonesa pero sin pasarse, lo que no soporto son las vísceras: callos, lenguas, riñones, etc. Sin embargo todo lo que cocina mi mujer me encanta, diré unas pocas, la humita, un plato indígena del Norte de Argentina a base de choclo (maíz tierno); unos tortellini caseros, herencia de una abuela siciliana; unos chiles en nogada cuya receta rescató de la película «Como agua para chocolate»; un sorbete de piña con romero de postre aligera una buena comida, pero te quitas el sombrero cuando pruebas unos quinotos al almíbar con queso fresco… Bon apetit.
Un bar de Valencia: Salgo muy poco a bares pero en el Paral·lel/Malvarrosa suelo encontrar colegas y amigos con los que puedes hablar y tomar una buena cerveza.
Una calle de Valencia: Me gusta el centro de la ciudad en las primeras horas de la mañana, la luz, el movimiento de las personas y vehículos, los turistas tomando su paellita en las terrazas, las abuelas cogidas del brazo camino de la Basílica, el ir y venir alrededor del Mercado Central, y yo, siendo ajeno a todo ello, siento que formo parte de la misma fauna y del mismo paisaje.