Sergio F. Fernández. Foto: Rocío Tuset.

Miento si digo que me gusta describirme. No por timidez, sino por miedo a cansar al respetable, por lo que siguiendo los consejos de la vieja escuela empezaré por el principio: Soy Sergio F. Fernández, y actualmente me conocerás por movidas como Redacción Atómica, Obleas Djs o el Atomic Art. Nací en mayo del 87 (unas semanas antes del ascenso del Valencia CF), en plena fiebre del Music for the Masses de Depeche Mode, pero en mi casa por aquella época se escuchaba a Batiatto, El Último de la Fila y The Christians.

Desde julio del 2014 dirijo Redacción Atómica y aunque en mi archivo de momentos estos tres años y medio parecen treinta antes también había un Sergio (y una F): tras vender videojuegos en varias multinacionales le serví a la Reina (Sofía), Mourinho me miró a los ojos (550 mediante) en Stamford Bridge, escribí guiones para aventureros en prime time y como todo hijo pródigo que siempre vuelve a casa ahora tenemos la dependencia atómica entre la huerta y los locales de ensayo de Alboraya.

Seguro que llegados a este punto ya les he aburrido, así que vamos al lío.

Un disco: Midnight Boom, de The Kills. No es el Nevermind, ni el Neon Bible, ni el White Album, pero es uno de los pocos discos a los que siempre regreso. El tercer disco de The Kills tiene todo lo que debe ofrecer un disco de rock en el siglo XXI: tiene pegada, transpira sexo, adicciones, alcohol y por supuesto secretos inconfesables.

Una película: Hijos de los hombres, de Alfonso Cuarón. Creo que fue la última película que me agarró por la pechera desde el primer minuto hasta el último. Una obra maestra sin paliativos.

Un libro: Manual revisado del Boy Scout, de William Burroughs. El bueno de Burroughs era brillante en muchos aspectos, uno de ellos en la explicación en blanco sobre negro de como destruir el sistema sin apenas despeinarse.

Una serie de tv: Los Soprano, de David Chase. Mi alfa y mi omega. La génesis de todo lo que se sigue consumiendo a día de hoy a nivel televisivo.

Una serie de dibujos de tv: Dragon Ball, de Akira Toriyama. Aún no se ha hecho nada igual, y aunque Evangelion y Futurama están muy próximos en este ránking, para los que nacimos en la segunda mitad de los 80 Dragon Ball es indispensable por los valores que nos transmitió, su función educadora en el descanso del cole en la época de Primaria y porque gracias a ella aprendimos valenciano.

Una revista: Panenka. Es la revista que más consumo los últimos cuatro años y casi un objeto de culto para aquellos que entendemos el fútbol como el cruce de caminos entre diferentes filosofías urbanas.

Un icono sexual: Alexandra Daddario. Podría enumerar una docena de actrices fetiche pre-internet, pero los ojazos de la neoyorquina ya tienen un trocito de mi corazón.

Una comida: Quien me conoce sabe que soy buen comensal, así que por poner uno de mis platos preferidos, el arroz con costra de mi abuela.

Un bar de Valencia: Cervecería Millares, al lado de la Mezquita de Valencia. Ideal para hacerse las tapas previas antes de acudir a Mestalla.


Una calle de Valencia: La calle de la Paz. Soy el típico que en Fallas siempre ha disfrutado de la fiesta y punto, pero el año pasado me vestí por primera vez (gracias a que una de mis mejores amigas era Fallera Mayor) y pasar por la calle de la Paz al atardecer con los claroscuros de València en todo su esplendor fue de película.