Me llamo Alfons Garcia Giner. Nací en mayo de 1969 en Burjassot. Allí viví hasta que tuve un trabajo más o menos estable. De eso hace casi veinte años. Fui el típico niño tímido que podéis encontrar hoy en cualquier aula. Dicen que era más de números. Se me quedó la fama de listillo porque un día un profesor de Matemáticas me pidió disculpas al entrar en clase: el día anterior había resuelto mejor que él una operación, pero me había abroncado. Para mí, el episodio demuestra otras cosas de mí, pero eso es materia para el diván del psicoanalista. El caso es que en el instituto, por adaptación social y porque las profesoras de letras eran mucho más interesantes y combativas, viré hacia libros, ideas e historias. Así acabé en Filología, subrayando y devorando el «Amadís de Gaula», riéndome a carcajadas con el Estebanillo González (no es ningún político, ojo) o con Plaerdemavida y soñando con doña Ana Ozores. Al acabar, con pocas expectativas laborales y porque el periodismo siempre me había atraído, me inscribí (y completé) en el Máster de Comunicación que organizaban la Universitat de València y Levante-EMV. En el transcurso, hice unas prácticas en el Diario de Mallorca, del mismo grupo editorial que Levante-EMV, y al poco de regresar de la isla, mientras unos amigos poníamos a funcionar una agencia de comunicación, me llamaron de Levante-EMV. Empecé el día de Todos los Santos de 1994 y allí sigo. He hecho de casi todo, como casi todos los periodistas. Ahora soy jefe de la sección de Cultura. El día que firmaba mi primer contrato indefinido, el director, al que veteranos y jóvenes temíamos e idolatrábamos, me preguntó qué quería ser de mayor. Buena persona, respondí sin haber leído aún a Kapuscinski. Continúo intentándolo.
Un disco: «Born in the USA», porque es uno de los primeros vinilos que adoré, cuando casi niños aún los comprábamos entre varios amigos. Sirva de homenaje por los cuatro conciertos en directo que he podido disfrutar de Bruce Springsteen. Inolvidables. Si tuviera que decir algún autor español, quien mejor me acompaña desde hace bastantes años es Quique González.
Una película: «Vértigo». Ahí va mi historia con esta peli: la vi de niño, sin hacer caso del título ni del director, claro. Pero años después se movían en mi cabeza los intensos colores de aquellos planos, James Stewart por los tejados… Cuando empezó a interesarme el cine y Truffaut me hizo saber que Hitchcock era un genio, descubrí que aquel filme que rondaba mis sueños era «Vértigo», que luego además me tocó diseccionar para unas clases en la facultad. El hecho es que tengo vértigo y a veces pienso que es por la influencia de esta película.
Un libro: «Suite francesa». Me fascina como Irène Némirovsky observa el horror que le rodea y que estaba llevándose su vida por delante en el momento que escribía con una mirada lúcida, imparcial y sin rabia. Incluso tierna a veces hacia “los otros”, los soldados y oficiales nazis en la Francia ocupada. Una lección de humanidad en los peores momentos de la vida.
Una serie de tv: «Friends», un icono de mi generación. Sigo soltando el mando cuando me la encuentro zapeando. Y me sigo riendo. Y emocionando. Por nostalgia de mi adolescencia, debería confesar también que me lo pasaba bomba con «Alf».
Una serie de dibujos de tv: Nunca he sido muy de animación. Debo de ser muy antiguo. De pequeño, diría «Mazinger Z»; de mayor, lo he pasado bien con «Los Simpson», pero ya digo, no almaceno capítulos en la estantería o en un disco duro.
Una revista: La Turia (cartelera). Aprendí a ver cine con ella. Luego aprendí a discrepar de ella. Pero siempre es un referente que no puedo dejar de leer cuando cae entre mis manos.
Un icono sexual: Han ido cambiando con el paso de los tiempos: la Juliette Binoche de «Azul» y «Les Amants de Pont Neuf», la Rachel Weisz de «El jardinero fiel»… Hoy diría la Scarlett Johansson de «Match Point». Me temo que no soy muy original…
Una comida: El arròs al forn de mi madre. Los miércoles toca. Ya lo sabéis.
Un bar de Valencia: ¡Uf! Me he pasado muchas noches de fines de semana disfrutando con los bocatas y las patatas con mojo picón de Capitán Morgan, en la zona de Xúquer, pero ahora hace bastante tiempo que no voy. ¡Me hago viejo!
Una calle de Valencia: La plaza de la Iglesia de Campanar, un espectro (por lo extraño) de vida rural a unos metros del centro de la ciudad.