Amparo Pons. Foto: Iván Navarro.

Me llamo Amparo Pons y voy a desconfinar esta entrevista que desde Verlanga me lanzaron en el mes de marzo y que todavía no sé si el Covid-19 va a modificar… vamos a verlo.

Me tengo que morder la lengua para no decir “soy bibliotecaria”, y es que estamos tan acostumbrados a definirnos por nuestro trabajo que ni lo pensamos. Volveré a empezar. Soy una persona inquieta y comboianta (bendita palabra), a la que le encanta conectar personas porque de las conexiones siempre salen proyectos interesantes. Antes del 13 de marzo era una urbanita convencida, ahora ya no lo sé, necesito reencontrarme con mi ciudad y no echar tanto de menos la montaña. Soy una malamadre que envidia a sus hijos por poder aprender a leer con maravillas como el cómic de Ariol. Necesito poder reírme de todo.

Ahora bien, también soy una inquieta bibliotecaria de museo. Tengo la suerte de trabajar en L’ETNO, Museu Valencià d’Etnologia, y de ser la responsable de su Biblioteca desde que mi querida jefa se jubiló allá por el 2017. Desde esta biblioteca especializada pongo mi granito de arena para dar visibilidad a la cultura popular valenciana y reivindicar su actualidad. Pretendo hacer de este centro un referente de consulta accesible a toda la ciudadanía y por ello estoy empecinada en conseguir contribuir al conocimiento libre a través del wikiproyecto del Museo y así difundir la cultura valenciana en la enciclopedia más consultada del mundo. Desde hace ya unos años también me conocen por coordinar la campaña Espanta la por. Este movimiento de reivindicación de nuestro imaginario valenciano del miedo me ha dado la satisfacción de conocer a personas muy implicadas con nuestra tradición, de trabajar con profesionales de diferentes disciplinas y de comprobar el gran papel de los profesionales bibliotecarios para vertebrar el territorio valenciano y poder llegar a toda la ciudadanía. La interdisciplinaridad de los proyectos me fascina.

Desde hace año y medio soy presidenta del Col·legi Oficial de Bibliotecaris i Documentalistes de la Comunitat Valenciana (COBDCV) porque estoy convencida que los profesionales de la gestión de la información tenemos que estar unidos para reivindicar y visibilizar todo lo que podemos aportar a la sociedad. Pero este tema es para hacer todo un vermut al respecto.

Prometo contestar con lo primero que me venga a la cabeza, pero advierto que no soy persona de un solo elemento.

 

Un disco: Mis clásicos son Murmur, de REM y MTV Unplugged in New York, de Nirvana, y el que últimamente me fascina, Manual de cortejo, de Rodrigo Cuevas.

Una película: Cada vez estoy más anime. Por su gran dosis de mitología japonesa, La princesa Mononoke, y por su maravillosa historia, El viento se levanta.

Un montaje escénico: Me quedo con La capilla de los niños, del gran Javier Sahuquillo, pero no me puedo olvidar de los grandes profesionales de la narración oral. Me pareció fascinante escuchar al narrador gallego Guti contando historias de viejas en la puerta del cementerio d’Atzeneta del Maestrat una noche de verano en el Festival Conta’m que organiza Tània Muñoz.

Una exposición: Sin dudarlo, las renovadas salas permanentes de L’ETNO, Museu Valencià d’Etnologia, y no es que tenga que barrer para casa, es que no puedo dejar que os perdáis No és fàcil ser valenciana / No és fàcil ser valencià.

Un libro: Matèria de Bretanya, de Carmelina Sánchez-Cutillas, el pequeño libro de las pequeñas cosas del que este año más que nunca hay que hablar. Mi relectura preferida, La conjura de los necios de Toole.

Una serie: The Young Pope. No sé que elogiar más si el papelón de Jude Law o la locura de Sorrentino.

Una serie de animación: Ulises 31.

Una revista: National Geographic es una ventana al mundo y la que decora de amarillo la estantería en casa. No hay manera de dejar de estar suscritos y más ahora que los buenoshijos la han descubierto.

Un icono sexual: Un día lancé un tuit a Loewe dándole las gracias por alegrarme el día con la imagen de Pedro Pascal en su publicidad.

Una comida: Sin dudarlo, arròs al forn, pero el de mi madre.

Un bar de Valencia: Estoy de duelo tras el cierre del Alhambra. Formaba parte de mi lista de cosas que hacer tras el confinamiento: almorzar uno de sus magníficos bocatas de tortilla de patata con cebolla o de tortilla de sobrasada, no lo tenía muy claro y al final no lo he podido hacer. Pero aún me quedan las sardinas de la Tasca de Ángel, el vermut en Casa Victoria o La Cooperativa del Mar en Ruzafa (espero). También echo mucho de menos Muez.

Una calle de Valencia: La calle de las cestas o, lo que es lo mismo, Músico Peydró. Lo malo es que ya casi no quedan cestas.

¿Con quién te tomarías un vermut? Con Àgueda Vitòria, a la cual todavía no conozco, junto al mar por supuesto, e invitaría a dos personas más que tienen muchas ganas de conocerla: Tono Vizcaíno y Almudena Francés, y así haría algo que me encanta que es conectar a gente muy dispar. Pero ya por fantasear y redondear la mañana adoptaríamos encantadísimos al agitador folklórico, Rodrigo Cuevas, y reinventaríamos entre todos cualquier cosa. ¡A saber lo que saldría de ese vermut!