Soy Carmen Frontera y esto es lo más difícil que he hecho esta semana.
No me gusta hablar de mí misma y menos si es por escrito. Os podría contar a qué me dedico, deciros que soy ilustradora y diseñadora, que me identifico como mujer, que tengo un hámster y un periquito y que actualmente tengo una exposición llamada Un mal día en Estudio 64 y que no os podéis perder.
Pero no, no lo voy a hacer. Prefiero contaros la historia del día que estuve al borde de la muerte en una mesa de operaciones. Es cierto que era anestesia local y sí, era una operación de mano muy rutinaria.
Hace unos pocos meses tuvieron que operarme la mano y la experiencia fue bastante surrealista. Llegué al hospital, firmé unos papeles y me acompañaron a mi habitación, encima de la cama me esperaba una bata de papel, de esas que por detrás no tiene tela, sólo unos hilos para atarte la poca dignidad que te queda. Para ser sinceros estaba fantástica, he pedido 15 batas por Amazon para el verano. A los pocos minutos apareció el celador y me llevó derrapando por los pasillos del hospital hasta el ascensor más cercano. El habitáculo elevador estaba diseñado para una cama y un celador pequeño. Por mi personalidad taciturna el celador se vio obligado a darme conversación para que el viaje de 15 segundos de ascensor no se le hiciera eterno, la verdad, fue una conversación muy poco interesante por lo que sólo os contaré que cuando llegamos a la sala de operaciones me había empezado a seguir en Instagram. Todavía me sale su cara en mi feed de vez en cuando.
Allí estaba yo, en la sala de operaciones, las enfermeras y doctores pasaban de mí como si no pudiera escuchar lo que decían, pusieron la radio, en la que se escuchaban grandes éxitos de Parálisis Permanente, Extremoduro, etc. Ojalá hubiera sonado algo de Elton John.
El primer contacto que tuve con uno de ellos fue extraño, me sentía como si fuera parte de una misión del Enterprise en un planeta desconocido en el cual, convenientemente para el presupuesto de la serie, se parece mucho a la tierra. “Frontera a Enterprise, he tomado contacto con los nativos del planeta.” El anestesista se acercó y me propinó tres inyecciones en la axila izquierda, es lo más parecido a la tortura que he experimentado nunca. Mientras tanto, el resto de habitantes autóctonos del planeta se pusieron a hablar de sus coches y sus vidas cotidianas mientras apoyaban las bandejas con los instrumentos encima de la barriga y las piernas, cosa que no me pareció muy apropiada, dadas las circunstancias. Llevaba una vía en la mano derecha y la otra, completamente dormida, apoyada en una estructura elevada. Una de las enfermeras se acercó a mí, cogió mi mano muerta y la zarandeó a todos los que ocupaban esa habitación diciendo: “¡Hola!”
Pero aquí viene el verdadero drama del día, mientras la operación ya estaba en marcha me empezó a picar mucho la nariz, y como mis manos estaban inmovilizadas por estas criaturas, no podía rascarme, hice todo lo posible para deshacerme de ese picor, pero nada fue suficiente. Se me ocurrió pedirle a mi amigo el torturador/anestesista, que me rascara. Se negó. Fue en ese momento cuando activé mi comunicador y dije “Frontera a Enterprise. Lista para transporte, Señor Scott”
Un disco:
Elton John. La verdad, sólo escucho Elton John en bucle desde hace semanas, estoy muy obsesionada. Llega a un punto en el que creo que podría vivir sin nada más. Me vale con Elton, mis cascos y un viaje en autobús.
Una película:
La gran evasión. Sinceramente, puedo ver esta película todo el tiempo. No sé que más decir, simplemente me fascinan las pelis de la Segunda Guerra Mundial en las que hay un campo de concentración de prisioneros de guerra ingleses y estadounidenses. Y si además le añades que le hacen la vida imposible a los nazis pues más que me gustan, y si intentan escapar con un plan maestro, pues más aún, y ya si los protagonistas son señores de los 50 con pecho palomo pues me has ganado.
Un montaje escénico:
Hamilton. No lo he visto en directo, pero es mi sueño. Eso sí, no creo que nadie lo haya visto tanto veces en youtube. Me sé las canciones de memoria, espero que algún día la hagan en España y pueda presentarme al casting para interpretar a Hamilton. ¡ALEXANDER HAMILTON!
Un libro:
So Sad Today. Este libro lo leí hace muy poco y me encantó. Su autora, Melissa Broder, habla sobre sus experiencias de una forma muy cruda, real y desternillante. Mis lecturas favoritas siempre incluyen ensayos autobiográficos, normalmente de mujeres.
Una serie de tv:
Frasier. ¿Hay, acaso, alguna serie mejor? Seguramente, pero, Dios mío estoy enamorada de Frasier Crane, de su padre, de su perro, de su hermano y Roz. ¡Ay! Roz ese personaje maravilloso, una mujer empoderada y que no rinde cuentas a nadie, de mayor quiero ser como ella.
Una serie de dibujos de tv:
Over the Garden Wall. Esta serie es magnífica, todos deberían verla. Es adorable, siniestra, divertida y trepidante. El guion es fantástico, el diseño de personajes maravilloso y las canciones se te quedan en la cabeza para siempre. Sólo diré dos palabras más. Potatoes and Melaza.
Una revista:
¡Aquella Playboy del año 74 que encontré en una de las cajas del altillo! Esa y solo esa revista.
Un icono sexual:
Greta Gerwig. Diría que más que un icono sexual (no entiendo la sexualidad de esta forma) es un enamoramiento platónico muy fuerte. Me imagino teniendo un idilio en el que somos mejores amigas, como en Frances Ha, pero al mismo tiempo somos amantes y pese a toda esa felicidad a veces me cuesta dormir porque no sé si quiero tener un romance con ella o ser ella.
Una comida:
Helado de menta y chocolate. Ahora mismo estoy teniendo una etapa de mi vida en la que cocinar es algo secundario, básicamente me alimento de cualquier cosa que se pueda hacer ensalada. Si no es apto para ensalada, entonces, no gracias. Pero el helado, podría comer montañas y jamás me cansaría.
Un bar de Valencia:
La Vitti. Además de ser un bar muy guay, es que vivo arriba, no puedo bajar de mi casa sin que me vea toda la terraza, y normalmente siempre hay alguna cara conocida. Pero de verdad, muy buen ambiente, preguntadle a cualquiera, siempre que queráis quedar conmigo os voy a decir que vayáis a la Vitti. También tengo que decir que la gente que lo regenta y sus dueños/camareros son un amor de personas.
Una calle de Valencia:
Calles. No me sé el nombre de las calles, si voy a cualquier sitio que salga de las cuatro esquinas de mi barrio me pongo Google Maps. Nunca te fíes de mi para llegar a ningún sitio, yo soy más de seguir a ciegas y esperar a que los demás sepan llegar. Pero mira, la calle esa que está entre la mercería que hace chaflán y el bar Paco me gusta.
¿Con quién te tomarías un vermut?
Me tomaría un vermut con Jason Alexander, pero sólo si viene caracterizado como George Constanza, también exigiría que viniera el doblador en castellano, Eduardo Jover, y que fuera traduciendo simultáneamente, para que así la experiencia fuera completa y que al final de la cita nos despidiéramos con un abrazo y gritáramos juntos ¡SERENIDAAAAAD! Esa, amigos, es mi cita perfecta.