Esto de presentarme a mí mismo es tremendamente difícil. Tengo que buscar por lo que quiero que se me defina, pero no me gustaría resultar pedante (tampoco hay demasiado material curricular para ello). David Blutaski es relativamente joven, porque hasta hace unos quince años era simplemente David Sanz y era aparejador (sigue siendo ambas cosas aunque no ejerza de ellas). La necesidad de crear este nick – y al personaje que hay detrás – llegó con mis primeras colaboraciones en blogs musicales; primero en Muzikalia, luego Indienauta, y después de algún tumbo más llegar a byTHEFEST, dónde empecé colaborando y dónde ahora además soy el coordinador de contenidos. Se dice que de las crisis nacen las mejores oportunidades y la mía fue la de cambiar el ser Jefe de Obra, cuando crujió la construcción, por intentar dedicarme profesionalmente a temas relacionados con la música (llamarme periodista musical entraría dentro de lo de ser pedante, puesto que me queda muchísimo por aprender y mucho más llegando como un outsider). En mi faceta de crítico no siempre se toman bien mis opiniones, pero creo que es importante ser sincero para poder ser creíble, además de un poco ácido y mordaz para no ser un coñazo (lo peor que se puede ser en el mundo según Michi Panero). Sinceramente, creo que tampoco hay que tomarse las cosas tan en serio, solo soy un tipo que firma lo que piensa y que en ningún caso pretende pontificar transformando la más absoluta subjetividad en un credo.
Como la precariedad en este mundo de la cultura es absoluta –raro sería no ser precario en una sociedad que admite como cultura maltratar cruelmente a un toro-, para sobrevivir también nació Blutaski DJ, con el que cada fin de semana se me puede encontrar en diferentes garitos de la ciudad de Valencia. Blutaski DJ también pinchó el año pasado en el Sidecar de Barcelona o en algunos festivales como el MBC Fest, Vida Festival o Sonorama. Este año es posible que lo haga en otros eventos de este tipo, pero en el momento en el que pueda vivir de cosas que se hacen por el día, es posible que se limite a ellas y a bailar o poguear lo que otros pinchan.
Tanto en la crítica como siendo DJ, tengo claro que el protagonista no soy yo, si no el que hace música. Yo solo soy un eslabón en una cadena, más les pese algunos creo que necesaria.
Un disco: Podría nombrar docenas que me han marcado, pero creo que lo más lógico es elegir el “The Rise and Fall of Ziggy Stardust and The Spider from Mars” de David Bowie, el disco que más me gusta del artista que más he idolatrado de siempre. Todavía no he escuchado ninguno de sus discos desde su muerte y es que todavía se me jode el día solo de pensar que ya no está –me llegó el vinilo de “Blackstar” un par de días después y ha estado sin desprecintar hasta hace bien poco-.
Un libro: Es difícil y tiraré por la calle de en medio, podría nombrar alguno de Bukowski, Kerouac, Welsh o Mailer, que son los que más se repiten en mis estanterías, pero elijo “Rompepistas” de Kiko Amat. Kiko Amat escribe en primera persona y es excesivo, narra con pasión, construye diálogos hilarantes y en ocasiones disparatados, por lo que o te convence y le amas o te puede crear rechazo, a mí me tiene ganado. Esta es su novela más personal, porque en ella recrea su propia adolescencia en un pueblo del extrarradio de Barcelona; historia de chavales perdedores, desubicados, de pandilla de skins esmirriados que se divertían como podían pero en comunidad y con mucho corazón, un corazón duro de barrio obrero. Por si le faltara poco encanto al relato, las referencias musicales son abundantes y reconfortantes. Aquí os dejo una primicia: está preparando su nueva novela después de la recopilación de artículos “Chap Chap”, y en breve publicaré en byTHEFEST una larguísima entrevista en la que lo cuenta.
Una película: También podría decir un montón y muy diferentes, pero hay una película obvia habiendo tomado el nombre de Blutaski para identificarme, que es “Animal House”, dirigida por John Landis en 1978. Del personaje que interpreta John Belushi modelé mi apodo, él se llama “Blutarsky”. Belushi me fascina como humorista, sus sketches del Saturday Night Live, las imitaciones histriónicas, todo llevado hasta los límites del humor e incluso de lo físico. En esta película se conjugan varias cosas que me gustan: las juergas locas, los perdedores que se salen con la suya, la música soul y algunos de los mejores y más disparatados diálogos de la historia del cine –“¿Acaso nos rendimos cuando los alemanes bombardearon Pearl Harbor?”-. Para conocer de verdad a Belushi os recomiendo leer “Como una moto. La vida galopante de John Belushi”, la biografía que a su muerte escribió Bob Woodward, uno de los famosos periodistas que destapó el caso Watergate. (Confesión: si no fuera por seguir el rollo con lo de Blutaski, hubiera dicho «Blade Runner«).
Una serie: Estoy enganchado, desde hace mucho, a ver series, no me cuesta reconocerlo. Pueden ser un escape rápido e indoloro para situaciones de estrés o simplemente píldoras de entretenimiento, por lo que no es raro que siga tres o cuatro al mismo tiempo. Suelo ver desde cosas exquisitas hasta bazofia con la que me parto de risa, pasando por todos las superhéroes o series nórdicas. Si he de elegir una que me ha encantado en estos últimos años, creo que no me arrepentiré si destaco «Luther«. Lamentablemente me he tenido que dar cuenta muy tarde de que los ingleses dominan como nadie esto de las series, pero bueno, nunca es tarde. El policía londinense que interpreta Idris Elba (también podía haber elegido «The Wire») tiene multitud de conflictos morales y puntos oscuros, lo que hace que incluso sea más fácil identificarse emocionalmente con él. La construcción de las tramas es exquisita, todos los secundarios son magníficos, y eso de que las temporadas sean cortas y sin momentos de relleno es un acierto.
Una serie de dibujos de tv: Mi serie favorita de dibujos era sin lugar a dudas «Bola de Drac«, cuando al principio la hacían solamente en TV3. Paraba con algunos amigos en casa de mi abuela a la salida del instituto (nos venía justito y era la tele conocida más cercana) para no perdérnosla.
Una revista: Compro, siempre, dos todos los meses: Rockdelux y Esquire. Rockdelux es la revista musical (de las pocas que quedan) que su estilo me es más afín. Y estaba enamorado de aquellas portadas míticas del Esquire americano, y cuando salió en España descubrí que el interior también mantenía el estilazo en su diseño, además de que contenía algunas entrevistas y artículos muy interesantes.
Un icono sexual: Jennifer Connely, se explica ella solita.
Una comida: La mejor comida la hace mi madre, la apoyaría para presentarse al campeonato del mundo de tortilla de patata o de paella (mi padre – que es burgalés – tiene copas de campeonatos de paellas, pero creo que ella las hace mejores). Pero en un acto profundo de reflexión es muy posible que la comida que más me gusta sea el puchero catalán que hace el día de Navidad, sopa de galets incluida. Además de la comida más sana de todas las fiestas, es capaz de reconfortar el cuerpo molido de un resacoso, y hacerle recobrar sabores que creía que su paladar había perdido por abuso de licores varios.
Un bar de Valencia: Pues voy a decir dos. Uno es el Biplaza en la Calle Cuba 40, regentado por los hermanos Plaza y dónde pincho una vez al mes. Tiene poquita cosa más que el buen trato de los que lo regentan, una terraza espectacular, cerveza fresca a buen precio y buena música. Ah, sí, y poco hipsterismo para estar en Ruzafa. El otro es la Bodega La Peseta en el Carrer del Crist del Grau 16. Va todo tipo de gente, siempre se está como en casa, y lo del quinto con tapa a un euro es un vicio maravilloso. A mí me gusta ir los domingos, porque además puede que las tapas a partir de la una del mediodía sean un platito de arroz recién hecho.
Una calle de Valencia: El cruce de la Plaça del Mercat con el Carrer d’Ercilla. Hay que recordar que soy aparejador y me pasé un curso sentadito en esa esquina dibujando el Mercado Central. Están a tiro de piedra otros dos de mis edificios preferidos de Valencia, La Lonja y la Iglesia de los Santos Juanes, además de estar equidistantes de un lugar inmejorable para almorzar (El Gallo de Oro) y de otro para tomar una buena cerveza en terraza (Café Lisboa).