MAR SOLANA
Mar Solana, una joven realizadora valenciana…”, así es como me calificaban en algunos de los artículos que salían en prensa en la época en que estrené mi primer cortometraje, “Sólo para no estar solo”, allá por 2008. Recuerdo que a un amigo de vida y profesión le resultaba gracioso ese calificativo, no sé si por lo de joven, por lo de realizadora o incluso por lo de valenciana.

Entonces, cuando eres realmente joven, te crees capaz de todo. Haces algo de radio, prácticas de montaje, estás 2 años moviendo una grúa para los informativos de Canal 9 como si estuvieras jugando a videojuegos, acabas la carrera con 21 y decides hacer un módulo de realización por eso de seguir estudiando, lo acabas y te enteras que hay una escuela de guionistas en Valencia y te apuntas a sus dos másters, de guión de cine y de guión de tele. Y el gusanillo te pica tanto que decides irte a la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños en Cuba y hacer allí un cursito más de guión.

Eres joven, quieres escribir tus historias y crees que nada va impedírtelo. Y lo haces, te vuelves loca, pides créditos al banco, te gastas todos tus ahorros, recibes apoyos a través de subvenciones públicas pero sobre todo a través de amigos y familiares y algún profesor majo de guión de ésos que ya no quedan. Y te lanzas, te crees capaz de todo y no recuerdas un momento más feliz que aquél en que dijiste por primera vez “¡acción!” en el rodaje de tu corto y veías a través del monitor interpretar a Roger Príncep y en los días sucesivos a gente de cine que siempre habías admirado como Marta Belaustegui y Alberto Jiménez.

Por fin eres ¿joven?,… ¿realizadora?,… ¿valenciana?

Pero hay que vivir y te introduces de lleno en el mundo laboral y especializándote poco a poco, parece que dejas de ser capaz de hacer cualquier cosa. Te conviertes en redactora, luego en guionista, te abres las puertas en tu tierra en distintos programas culturales para la televisión autonómica e incluso escribes para una serie de dibujos animados. Y cuando sientes que por fin te conocen: crisis, cierre de televisiones, dificultades económicas,… Comienzas a ser adulta (o adultescente, porque aunque empiezas a ser mayor te imponen ser dependiente).

Y acabas siendo lo que eres hoy: “Mar Solana, una (aún) joven, guionista (o eso intentas) inmigrante.” Con los mismos sueños que hace 10 años pero con otras realidades, haciendo lo que hacías con tus colegas guionistas de La máquina de escribir (desarrollar ideas de formatos para televisión), pero ahora en una productora, El Terrat, donde al menos te pagan por algo que siempre hiciste por amor al arte. Echando de menos contar tus propias historias, haciéndolo a coletazos, pero desarrollando sobre todo las de otros. Capaz de todo, pero -de momento- ya solo para ganarte la vida (curioso concepto ya que la vida ya es nuestra y quizá no deberían obligarnos a ganárnosla). Queriendo contar, sea historias, hasta diez, mi vida, calorías, secretos y mentiras, billetes, ovejas, caracteres, milongas, kilómetros, contigo,…

Un disco: Eclecticismo es mi definición a nivel musical. Escucho de todo, de muy diversas procedencias (entendiendo procedencias, las personas que me recomiendan música). Soy muy de bandas sonoras de cine para relajarme y ésas sí que suenan completas en casa. Desde “Deseando amar”, “El piano”, “El último mohicano”, “Braveheart” o “El imperio del sol”, pasando por ése gran recopilatorio que es “Forrest Gump” o los placeres culpables de “Grease” o “Dirty Dancing”. También tuve mi época universitaria (y, por tanto, de cantautores) con Ismael Serrano, del que me sé completos sus 4 primeros discos. Pero ahora soy más de escuchar a Metronomy, Arcade Fire, Lori Meyers, Franz Ferdinand o los Ting Tings. Por influencia fraterna, clásicos como Queen, The Beatles, Bruce Springsteen o Joe Cocker siempre están presentes. Curiosamente, también me gustan los actores-cantantes como Julie Delpy, Leonor Waitling o Mélanie Laurent. Estoy por descubrir el grupo de Jared Leto.

Una película: Aquí aún me cuesta más elegir sólo una. Me queda mucho por ver y también queda mucho por ser rodado que deleite mis ojos y mis emociones. En mi casa, también por influencia fraterna, el cine se tomaba como una ofrenda (sobre todo cuando alguien estaba enfermo y se tenía que quedar obligatoriamente en casa). Por eso, ahora en mi vida diaria elegir una peli para enseñársela a alguien es casi como hacerle un regalo. Tengo películas fetiche, de ésas que me gusta enseñar a quienes aún no las han visto y pelis que a la vez hacen que sienta que me encantaría dedicarme al cine pero que no estoy preparada para ello. Son muy diversas: “Amor a quemarropa” de Tony Scott; “Amanecer”, de F.W. Murnau; “Magnolia”, de Paul Thomas Anderson; “Tal como éramos” y “Danzad, danzad, malditos”, de Sidney Pollack; “Eva al desnudo”, de Joseph L. Mankiewicz; “Antes del amanecer”, de Richard Linklater (toda la trilogía); “2001”, de Stanley Kubrick; “Doctor Zhivago”, de David Lean, “Alguien voló sobre el nido del cuco”, de Milos Forman y por qué no reconocer todas esas pelis que marcaron mi infancia como “Rocky”, “Karate Kid”, “Los Goonies”, “La princesa prometida”, “Star Wars”, grandes joyas que ahora vuelvo a disfrutar cada mes gracias al maravilloso cine “Phenomena” de Barcelona.

Un libro: Soy lectora habitual de autores como Amelie Nothomb, Paul Auster, Elvira Lindo, Yasmina Reza, Antonio Tabucchi o Alessandro Barico y dentro de escritores algo menos contemporáneos (aunque no tanto) disfruto de Truman Capote, Mario Benedetti o de Juan Rulfo. En la universidad hice un curso de literatura rusa y aprendí a apreciar a algunos clásicos como Dostoievsky, Chéjov, Tolstói o el más reciente Nabokov. Pero si tengo que hacer el ejercicio de elegir sólo un libro me quedo con el que me hizo llorar por primera vez en mi vida: “El camino”, de Miguel Delibes, a los 14 años. Adoraba a las profes de literatura que tenía en el instituto.

Una serie de tv: De las actuales me quedo sin duda con la que considero la obra más redonda que he visto en los últimos tiempos: “Breaking bad”. Si tengo que nombrar series del pasado, “Norte y sur” o “V” fueron hitos en mi vida, así como más recientemente “The wire”, “A dos metros bajo tierra” o la genial argentina “Vientos de agua”. Recuerdo de pequeña ver muchas telenovelas con mi abuelo a la salida del cole. Seguro que “Caballo viejo” o “Abigail” le dieron ese punto tragicómico a mi día a día. Y “La hora de Bill Cosby”, “El gran héroe americano”, “Padres forzosos”, o “El príncipe de Bel-Air”, el punto enrollado y divertido.

Una serie de dibujos de tv:
Dice mi hermano que me cogí un soponcio tremendo cuando “David, el Gnomo” se convirtió en árbol y que “Candy, Candy” me hacía soñar en príncipes azules. Yo no lo recuerdo. Pero sí que me acuerdo de las historias brutales de superación deportiva de “Julia” y “Juana y Sergio” (y eso que yo era más de básket). Ya de mayor, me he comprado con gusto “Sherlock Holmes” de Hayao Miyazaki y (permitánme la licencia de incluir muppets en este apartado) la anárquica “Fraggle Rock”, de Jim Henson. Por cierto, ¿alguien recuerda una que a mí me encantaba titulada “Hong Kong Phooey”?

Una revista: Fotogramas. Ahora ya no la compro pero tengo casi 15 años recopilados de ella (de esa época en que me sentía capaz de todo) y allí están cogiendo polvo en casa de mis padres. En la del pueblo cogen polvo muchísimos ejemplares de la Súper Pop (sí, señores, todos tenemos un pasado).

Una comida: Si la pregunta fuera de alimento, me quedo con la patata y todas sus inmensas posibilidades. Después, como platos, me gustan todos los que llevan arroz, desde un simple arroz a la cubana hasta un rico arròs al forn.

Un bar de Valencia: Cuesta elegir uno y más cuando estás lejos de la terreta y no paran de cerrar míticos y de abrir nuevos. Si tuviera que seleccionar, quizá me quedaría con el Ubik de Literato Azorín, porque marcó una época muy feliz de mi vida en Valencia a través de quedadas con amigos, reencuentros con gente del pasado, citas e incluso grabaciones para algunos programas. También he disfrutado mucho de las tartas y el ambiente playero de La Más Bonita. De mi infancia, me quedo con el MontBlanc del Cabanyal, donde cenaba con mis padres y mi hermano las noches de los sábados. Y también con el bar de Nino, en el local social de mi club de baloncesto de toda la vida: el CB. Di-Mar. Muchas tardes después de entrenar y ¡pedazo de bocatas de tortilla de patata con all i oli después de los partidos del finde!

Una calle de Valencia: Tengo múltiples recuerdos en dos calles de mi amado Cabanyal, mi barrio de toda la vida, al que vuelvo siempre que puedo. Una es la calle de la Reina, donde he encalado balones en los balcones de los vecinos jugando con mi hermano a futbol e incluso donde he desfilado en las procesiones de la Semana Santa Marinera. La otra es Pedro Maza, la calle donde vivían mis abuelos y ahora mis padres. El barrio cuenta con calles con mucha personalidad y encanto. Es una pena que en los últimos años se estuviera desdibujando. Confío en que se continúe recuperando a partir de ahora.