Maria Mira. Foto: Lorena Erre.

Me llamo Maria Mira. Mi curiosidad por la fotografía empezó con la Nikon analógica de mis tíos, allá por los 90, y terminó por atraparme gracias a la Yassica analógica de un primer amor, con quien entendí el poder que tiene ser capaz de contar historias propias y ajenas desde tu mirada.
Y con ese descubrimiento, y la cámara entre mis manos, me fui a estudiar fotografía a la Saint Martins en Londres, a mi vuelta hice el Máster profesional en la escuela EFTI y años después el Grado en Diseño Gráfico en la EASD, donde surgió mi segundo flechazo, el diseño.

Durante muchos años he hecho reportaje social y esto para mí ha sido una gran escuela. Aprendes a lidiar con la luz de todo tipo de espacios en un tiempo record. Aprendes a sacar la parte bella de cualquier situación, lugar y contexto.

Actualmente lo que más hago es fotografia de interiorismo, arquitectura y fotografía publicitaria relacionada con espacios y personas. Disfruto mucho encontrando esa historia que cada espacio cuenta. Hay algo de impuesto en los lugares, se construyen y se visten, pero también hay un elemento libre y aleatorio que imprime en ellos la luz, la vegetación, la erosión, el aire, y que guían la narrativa que busco para contar mi historia.

Un disco:

White Ladder, de David Gray.

Una película:

In the Mood for Love, de Wong Kar-wai. La delicadeza en estado puro.

Un montaje escénico:

Today Your Black Shoes Are Grey, de Marina Mascarell.

Un libro:

Cien años de soledad, de Márquez; Rayuela, de Julio Cortázar o Las personas del verbo, de Jaime Gil de Biedma.

Una serie de tv:

Six Feet Under me marcó mucho. Stranger Things y Juego de Tronos me han enganchado.

Una serie de dibujos de tv:

Me encantaba Punky Brewster. Y de dibujos recuerdo mucho Los Caballeros del Zodiaco, que eran un dramón constante y Chicho Terremoto y MusculMan que, vistos ahora, no hay por donde cogerlos, pero en su día mi hermano y yo nos partíamos de la risa.

Una revista:

Apartamento y AD.

Un icono sexual:

Brad Pitt y Winona Ryder. ¡Carne de los ochenta! Aunque he de decir que siempre fui más de amores platónicos de instituto, reales, tocables y a veces no tan alcanzables.

Una comida:

¿Sólo una? Salada: Arroz a la cubana. El huevo con bien de puntilla, por supuesto. Dulce: Casi todo. Soy golosísima. Pero mi adicción declarada es al chocolate. La vida mejora con un poco de chocolate.

Un bar de Valencia:

La Vitti para tomar algo y escuchar buena música. Para un bocata y una caña, La Pérgola de la Alameda.

Una calle de Valencia:

El Carrer Puçol bajando hasta la plaza de Benimaclet. Es cómo volver al pueblo de los iaios. También la plaza de San Valero en Ruzafa, en realidad cualquiera de sus calles me trae infinitos recuerdos.

¿Con quién te tomarías un vermut?

Con una buena amiga, en una terraza, una tarde de verano, riéndonos de la vida. ¡Planazo!