Soy Miquel Ausina, un vermutero autóctono de Benimaclet, y pianista de formación clásica. A pesar de que existen pruebas de que empecé a estudiar piano con 4 años, no sé por qué apenas tengo recuerdos de tocar teclas hasta los 15 años, cuando me crucé con un tal Rachmaninov. Supongo que porque estudiar en el conservatorio era un coñazo, o porque el piano era una escapatoria de las tareas de fantasía del instituto. El caso es que se encendió algo en mi cabeza, y doy gracias a Serguéi. Ahora soy profesor de piano. De conservatorio. Ola k ase.
Supongo que la razón por la que estoy escribiendo estas líneas es porque hace tiempo que empecé a interesarme por lenguajes musicales más actuales, y eestos tienden cada vez más a la interdisciplinariedad. Mi pareja, Irene, me arrastra a consumir mucha cultura escénica (teatro, danza, circo), e inevitablemente he acabado juntando cabos: cómo molaría una obra de teatro que nazca de una selección de obras musicales contemporáneas, y que cuente la historia del artista de hoy. Esto es Metamorfosis (Sala Russafa, del 25 al 28 de marzo), una bizarrada teatral con ilustraciones y músicas actuales. Pero es también un espejo al que mirarnos los que nos dedicamos a esto. Las entrañas de nuestro emocionante y asqueroso trabajo.
No solo le ha dado a los compositores actuales por acercar sus músicas a un terreno más performático o escénico (lo que hace más fácil su inmersión en una pieza teatral), sino que también incorporan muchas referencias literarias y pictóricas sobre las que basarnos para crear la dramaturgia y las ilustraciones. Todo empieza y acaba en un poema de Goethe, manipulado y reinventado por Xavo Giménez. Eixaesisa se encarga de darle forma a las emociones del personaje a través de sus dibujos, y yo… me divierto en escena.
Un disco: Música hay tanta y tan buena que cada vez escribiría uno distinto. Voy a poner un descubrimiento salido del horno y que os animará en estos tiempos de miérder: For Ever, de Jungle.
Una película: Saul fia (El hijo de Saúl). Me noqueó. El uso de la cámara, la intensidad de la película. Película dura.
Un montaje escénico: Visto en directo, una obra de danza The Great Tamer, de Dimitris Papaioannou, en el Mercat de les Flors de Barcelona (2017). Visto online, recomiendo que le echéis un ojo a La symphonie de Hanneton, de James Thierree. Circo, danza, teatro y música.
Una exposición: No sabría decir. Supongo que cuando fui al MoMA de NY con mi amigo Pau, un crack de la historia del arte y de tantas otras cosas. Por la experiencia y la compañía.
Un libro: James Rhodes. Que no, es broma. Me lo han regalado tres veces y no puedo leerlo. Por recomendación del librero, que sabía que viví un año en Rusia, leí hace poco Diarios de Kolimá, de Jacek Hugo-Bader, esperando encontrar respuestas a esa locura que viví. No las encontré, pero las historias que cuenta el periodista son brutales.
Una serie: Sin duda, The Deuce. Qué pasada. Una serie sobre el barrio de Times Square de los 60’, 70, 80’. Toca muchos temas: prostitución, gentrificación, los inicios del porno. Yo no pude volver a ver una serie en mucho tiempo. Tuve que pasar el duelo.
¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato? La ilustradora del proyecto Eixa es Isa, y ese sueño estoy a punto de cumplirlo.
Una app: Metrónomo Soundbrenner.
Una comida: Pasta-ouet.
Un bar de Valencia: No lo digo porque se gentrifica, y Benimaclet ya tiene bastante de eso.
Una calle de Valencia: Carrer La Rambla de Benimaclet. Es donde me gustaría vivir.
Un lugar de València que ya no exista: El Forn de Barraca y tantas otras joyas de la huerta valenciana que van desapareciendo para poner asfalto.
¿Con quién te tomarías un vermut? Ahora mismo, con cualquiera. Contigo.