
Foto: Maria Torregrosa
¡Hola! Soy Noemi Requena (@nomnoemi) y si no estoy comiendo estoy pensando en ello. Cuando me preguntan de dónde soy digo que de València porque, aunque nací en Oliva, son más los años que llevo viviendo en la ciutat del Túria. Aterricé aquí cuando decidí estudiar Bellas Artes —allá por el año 2009— y desde entonces no he abandonado esta ciudad. Durante siete años pertenecí al sector creativo, dedicándome a realizar trabajos de ilustración y diseño gráfico por cuenta propia. Con el tiempo, debido a una serie de circunstancias junto con la irrupción de la COVID-19, decidí romper con la que entonces era mi profesión.
Aquí me viene al pelo una cita que aparece en El idiota gastronómico, de Iñaki Martínez de Albeniz. Y dice así: «En el camino transitado estos últimos años en el mundo de la gastronomía […] he sentido que me encontraba con gente que, como yo, venía huyendo de otros lugares. […] de otras disciplinas […] Muchos coincidían en su genuina afición a cocinar. […] foodgitivos es un término que podría servir para designar al conjunto de estas errancias».
Actualmente me dedico a la panadería y, curiosamente, cuando lo comento recibo la misma respuesta que cuando le decía a alguien que estudiaba Bellas Artes: ¡Oh, qué bonito!
Una canción:
Tom’s Diner, de Suzanne Vega y, a su vez, la versión interpretada por Silvana Estrada y la cover de AnnenMayKantereit junto con Giant Rooks.
Una película:
No hay una única e inigualable encabezando mi lista de películas favoritas, así que nombraré la primera que me ha venido a la mente —que por algo será que ha quedado ahí instalada—. Fire of Love, de Sara Dosa. La hipnótica belleza de sus imágenes y su banda sonora harán las delicias de aquellos que vean este documental.
Un montaje escénico:
Recuerdo con especial cariño mi primera —y única— visita al Palau de la Música Catalana. Saqué entradas para un concierto monográfico de Richard Wagner. Escuchar a la orquesta interpretar La Valquiria hizo que se me erizara la piel y que unas cuantas lágrimas encontraran las comisuras de mi boca. Sobra decir que la visita al espacio es obligatoria, pues este auditorio del modernismo catalán está repleto de detalles en los que perderse por horas.
Una exposición:
No sé si se puede considerar una exposición como tal pero voy a decir El Bosque de Oma, de Agustín Ibarrola. Un despliegue de pinturas que usan como lienzo un bosque de pino radiata, donde a veces es un único tronco el que tiene total entidad y otras es necesario observar el conjunto de varios árboles desde un punto de vista en concreto.
Un libro:
Lo tengo clarísimo: Poeta chileno, de Alejandro Zambra. Lo leí el año pasado y me pareció una auténtica delicia ❤.
Una serie:
Blue Eye Samurai, de Michael Green y Amber Noizumi. Magnífica serie de animación con una apuesta visual muy atractiva y escenas de acción fascinantes.
Un podcast:
Deforme Semanal Ideal Total, con Isa Calderón y Lucía Lijtmaer. Este podcast es como el cilantro: o te encanta o lo detestas. Yo adoro el cilantro y me encanta este dúo. Me lo paso pipa escuchándolas, y eso que muchas veces es imposible salir indemne.
¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato?
David de las Heras. Me encantaría formar parte de alguna de sus pinturas. Una figura perdida entre abundante vegetación bajo un cielo azul con espesas nubes blancas.
Una comida:
El huevo. Frito, mi-cuit, duro, pochado, curado, marinado, en tortilla, a la escocesa… Me encanta como lo dice Pau Arenós en su libro Meterse un pájaro en la boca: «Porque, al final, el disfrute mayúsculo y sincero consiste en mojar el pan en la yema y desparramar el amarillo».
Un bar de València:
Aquí habrá quien tuerza el morro cuando lea esto: no me gusta ir de bares. Los ambientes ruidosos, el gentío y el humo del tabaco son mi kriptonita. Por supuesto, disfruto saliendo a tomar algo, aunque lo que realmente valoro del encuentro es juntarme con mi gente y la inmediatez de llevarme algo a la boca. Y es que, arriesgarme a pedir un refresco a precio de oro con unas bravas maluchas no me entusiasma demasiado. Porque, además, ¡qué difícil es encontrar unas buenas bravas! Así que, por mí, tomemos un café en el Flying Bean Coffee o vayamos directamente a comer al Umami Bistro Bar, por ejemplo.
Una calle de València:
Llevo días pensando en una respuesta para este apartado y no logro dar con ninguna calle en concreto. Quizá se deba al hecho de que València no siempre fue mi ciudad, porque si pienso en Oliva tengo claro que esa calle es la Calle de la Hoz. Ahora se ha creado en mí la necesidad de encontrar una calle en València. Seguiré buscándola.
Un lugar de València que ya no exista:
Sigue existiendo, aunque ya no es lo mismo: hablo del Rastro. Y es que, desde que cambiaron su ubicación que no apetece ir. En el nuevo recinto —delimitado con especial delicadeza y pensado para que sea un espacio agradable— puede una prepararse un delicioso huevo frito sobre un marco de fotos vintage en cinco segundos.
¿Con quién te tomarías un vermut?
Con Michael Pérez (@puhrez.hace.elforat), porque hace mucho que no nos vemos. Recomiendo a todo aquel que pase por La Barceloneta se deje alimentar por este chef electrizante. En El Forat —Calle Salamanca, 23— Michael os brindará ricos manjares además de una selección de música top.