Me llamo Olga Álvarez Piña y nací en la costa de la luz, concretamente en Cádiz, la Tacita de Plata. Soy de las que reivindican mi apellido materno, el gran olvidado en estas sociedades heteropatriarcales, una insensatez. ¡Si son nuestras madres las que nos han parido!
En mi familia me llaman «la willy fog» porque salí de casa para ir a la universidad y ya no volví. Desde entonces he tenido la suerte de vivir en ciudades maravillosas en las que he ido atesorando amigas y amigos de por vida que me han hecho ser la persona que soy hoy.
Gracias a mi madre, mi interés por la pintura y el arte me llevaron a estudiar Historia del Arte. Barcelona, Amsterdam y Berlín fueron ventanas gigantes que me abrieron al mundo de la danza y el teatro.
Actualmente trabajo como coordinadora artística del Teatre El Musical (TEM), proyecto que iniciamos hace algo más de tres años a raíz de la municipalización del espacio. Esta experiencia me ha cambiado la vida.
Un disco: Todos los que sonaban en casa durante mi infancia: La leyenda del tiempo de Camarón, Marinero de luces de Isabel Pantoja, Nuevo día de Lole y Manuel y todos los discos de Rocío Jurado.
Una película: Días de vino y rosas de Blake Edwards, Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo de Yuliene Olaizola, Viridiana de Buñuel y toda la filmografía de Alfred Hitchcock.
Un libro: Ánima de Wajdi Mouawad, me agarró bien fuerte y permaneció conmigo bastante tiempo, de hecho no me enganché a ningún libro durante una buena temporada.
Una serie de tv: Me divertí mucho con Queers as folk, comentando cada capítulo con uno de mis mejores amigos durante los ratos del desayuno en el trabajo. Lost y Breaking Bad también formaron parte de mi época de seriefilia.
Una serie de dibujos de tv: De muy pequeñita me encantaba La pantera rosa, tan descarada, inteligente y siempre metiéndose en líos. Tenía tal cariño a ese personaje que mi madre me compró un disfraz idéntico y me lo ponía por casa aunque no fuera carnaval.
Una revista: Sin duda la Susy Q, no me dejo ni un solo número.
Un icono sexual: ¿Solo uno?
Una comida: El potaje de chícharos con alcauciles, plato típico gaditano y si además lo cocina mi madre hasta suelo repetir.
Un bar de Valencia: La Taska Lareina porque ofrecen una cocina de calidad, recetas cabanyaleras y pescaíto frito muy fresco, aunque sin duda lo mejor es su gente. Entrar allí es sentirme como en casa.
Una calle de Valencia: Cualquiera que lleve al mar. Cuando llegué al Cabanyal vivía en una calle colindante a Pescadors y siempre caminaba por ella en busca de ese lugar en el que me siento en paz y cerca de casa.